¿Cuál debe ser la misión de la universidad pública? Para el rector de la Universidad Autónoma de Chiapas —el estado con mayores índices de marginación en el país—, la universidad pública debe repensarse con una visión de Estado que le permita resolver múltiples desafíos, no sólo de tipo presupuestal, sino también en temas de acceso a la educación, de formación humana, de equilibrio entre la demanda de los estudiantes y las necesidades que tiene el propio estado, de autonomía y de meritocracia desde una perspectiva estrictamente académica.
La percepción general es que los principales problemas de una universidad son los de carácter económico.
La respuesta corta es que los problemas de carácter económico pueden ser los más urgentes, pero existen otros problemas de mayor importancia, en los que puede encontrarse el origen de los de naturaleza económica.
Por un lado, puede haber problemas de gobernabilidad interna que en última instancia son derivados de la injerencia de intereses políticos. Existe otro grupo de dificultades originadas en el reto de transformar la mentalidad de los integrantes de las comunidades académicas para adaptar sus relaciones internas a las ideas de los nuevos tiempos: por ejemplo, los derechos humanos, la igualdad de género, la transparencia y la rendición de cuentas. Hay otro grupo de problemas que se originan de las tensiones entre los esfuerzos por buscar y mantener la calidad de la educación frente a las presiones de ampliación de la matrícula. Y el problema más relevante, en mi opinión, es la imperiosa necesidad de definir cuál es la misión que debe cumplir una universidad pública en el contexto propio de las necesidades sociales en su entidad federativa.
Dicho en otras palabras, para la Universidad Autónoma de Chiapas su problema más importante es de reflexión sobre su identidad: definir cuál debe ser su misión de cara a la entidad federativa que tiene uno de los índices sociales de marginación y de pobreza más altos de todo el país. Nuestra institución debe definir su actuar como herramienta de transformación frente a los problemas que agobian a la sociedad chiapaneca. No existe mejor arma para combatir la pobreza que la educación.
Obtener el título universitario es una aspiración de muchos jóvenes y de sus familias. ¿Es cierto que algunas universidades buscan satisfacerla independientemente de que se formen o no profesionales competentes?
Sí, es cierto; desafortunadamente algunas autollamadas “universidades” olvidan que una de sus responsabilidades sociales más importantes es formar en cada joven las competencias y las habilidades necesarias para desempeñar una profesión con eficacia.
Sin embargo, lo que aún es más grave es que se olvida que la universidad no sólo existe para formar profesionales, sino que debe ser un espacio de formación del ser humano; en otras palabras, la universidad, vista como institución y, en este sentido, más aún en el caso de la universidad pública, no sólo debe estar preocupada por las competencias profesionales que tienen sus egresados, sino que desde una perspectiva humanista debe estar enfocada en los valores y los principios que estará inculcando en sus estudiantes.
En un contexto nacional en que es necesaria una mayor participación social de los ciudadanos, los estudiantes universitarios deben ser un factor que incida en el ámbito local, en primer término regional y en segundo lugar para la solución en un mediano y largo plazos de los problemas que se encuentran dentro de la sociedad. Asumir el desafío de formar profesionistas capaces que, al mismo tiempo y sobre todo, sean ciudadanos que aporten a la solución de los rezagos sociales, debe ser parte de la agenda de toda institución de educación superior.
Sin negar que cada persona tiene capacidades diversas, es claro que no todos los jóvenes tienen las cualidades para asistir a una universidad. ¿Qué criterios debe tomarse para saber si a un joven le conviene asistir o no a una universidad?
La reforma al artículo tercero constitucional del 15 de mayo del 2019 establece la obligatoriedad de la educación superior. Por esta razón, el principio de progresividad de los derechos humanos obliga a abrir las puertas de la universidad pública a todos los jovenes, sin excepción. Este acceso universal a la educación superior deberá ser regulado desde políticas que fomenten la inclusión social de los grupos sociales que son excluidos, cuidando la permanencia y la continuidad de los estudios.
Ahora bien, ¿cómo puede hacerse vigente este derecho en un contexto de deficiencias en la formación de los jovenes sumadas a las limitaciones financieras de las instituciones de educación superior?
En la Universidad Autónoma de Chiapas estamos convencidos de que no siempre una licenciatura es la mejor respuesta a las necesidades de muchos jóvenes, por lo que deben existir opciones de educación superior que se orienten a resolver los problemas económicos y los problemas de formación en un plazo mucho más breve que los tres años que se piden como mínimo para una educación a nivel de licenciatura.
En este sentido, una de las salidas para esta tensión entre es replantear la educación técnica superior universitaria. Por esta razón es necesario rediseñar la oferta del nivel técnico para que permita una incorporación rápida al ámbito productivo en sectores económicos que inicidan en el desarrollo local.
Una vez en la universidad, ¿qué tan preparados llegan los jóvenes? Mi pregunta tiene que ver con las preparatorias.
Desafortunadamente no tenemos un auténtico sistema de educación mexicano, sino que cada uno de los niveles funciona con lógicas diferentes. En muchos casos no existen los elementos de coordinación indispensables entre la educación media superior y la educación superior para asegurar que lo que se enseña en la preparatoria, en el colegio de bachilleres o en la educación técnica de nivel preparatoria, sea adecuado a los requerimientos y a las necesidades de una educación universitaria; en este sentido, mejorar la coordinación entre los subsistemas de educación es un área de oportunidad que aún se encuentra pendiente.
La Universidad Autónoma de Chiapas recibe a jóvenes de diversas instituciones públicas y privadas y hemos observado que en la preparación de los jóvenes se reflejan muchas de las circunstancias sociales que condicionan y en muchas ocasiones limitan la experiencia formativa. Se puede expresar que la regla general de que no importa dónde estudies sino tu deseo de aprender, sigue completamente vigente, pero en la generalidad de los casos los conocimientos al ingreso se encuentran por debajo de lo necesario para poder desempeñarse adecuadamente en el semestre de ingreso. Por esta razón hemos implementado un curso de nivelación obligatorio al ingreso a la universidad que busca paliar la diferencias en la formación.
¿Cómo se deciden en la Universidad Autónoma de Chiapas las carreras que se abren? ¿Satisfacen una demanda real u obedecen a un criterio político?
Las carreras que se abrieron en la Universidad Autónoma de Chiapas en las administraciones pasadas obedecieron a necesidades específicas de ese momento histórico; no necesariamente se definieron por estrictos criterios académicos. En muchos sentidos tenían criterios ajenos a este ámbito. En el caso de este rectorado se busca establecer un equilibrio entre la demanda, que sigue siendo muy alta para carreras tradicionales, y lo que creemos que deben ser las carreras que se deben impartir en un estado tan rural y tan pobre como Chiapas.
En ese sentido, la Universidad Autónoma de Chiapas está creciendo, está ampliando su matrícula, para facilitar la incorporación de segmentos sociales que tradicionalmente no tenían acceso a la universidad. Sin embargo, también está buscando cubrir la demanda, puesto que la oferta educativa que presentamos en muchos sentidos ofrece mucha más calidad que otras alternativas existentes.
Ustedes han expresado que Chiapas necesita de agrónomos. Los jóvenes se empeñan en obtener un título en Derecho cuando Chiapas no tiene la capacidad para tantos abogados.
Éste es un claro ejemplo que refleja lo señalado en la respuesta anterior. Si vamos a los datos oficiales de la Dirección General de Educación Superior Universitaria del año pasado, la cobertura educativa que tenemos en este momento en el estado, la mayor parte de los estudiantes de la licenciatura —del 23 por ciento que tiene acceso a la educación superior en Chiapas—, más de la mitad (52%) se concentra en carreras del ámbito de la administración y la contaduría, de la educación y del Derecho y las ciencias sociales.
Este dato contrasta con el porcentaje de estudiantes de las carreras agropecuarias, como ingenieria forestal o veterinaria, que es de 3%, y contrasta de igual forma con otro ámbito importante, que es el de las carreras relacionadas con las matemáticas, que es de 2%. Es decir, el desafío para nuestra universidad es doble. Primero, y más imporante, hacer conciencia y señalar que existe una necesidad muy amplia de fortalecer las carreras que incidan en el ámbito rural, carreras como veterinaria o ingeniería agrónoma o ingeniería en biotecnología, y, al mismo tiempo, asumir que si no se ofrece una respuesta a la demanda de carreras tradionales esos espacios son ocupados por ofertas educativas de dudosa calidad.
¿Cuáles son las principales presiones internas que tiene un rector? Pienso en profesores, alumnos, investigadores, sindicatos…
En el caso de la Universidad Autónoma de Chiapas existía una estructura de poder con más de una década en la administración que no estaba orientada estrictamente a cuestiones académicas, sino que consideraba a la universidad como un espacio para generar beneficios patrimoniales y privilegios personales; en nuestro caso, en el equipo que encabezo asumimos que el rectorado es una oportunidad para desmontar muchos de estos feudos y establecer que los criterios que orienten las decisiones de esta universidad se basen, principalmente, en cuestiones de naturaleza académica.
La diferencia esencial es que buscamos construir una institución en la que el éxito, el progreso de la carrera profesional, tanto de profesor, como de trabajador administrativo al servicio de la universidad, esté basada en el esfuerzo y en la constancia, en la preparación para realizar las actividades que le son encomendadas y, sobre todo, con el compromiso con la misión de esta institución; en pocas palabras, esta universidad busca transformarse en una auténtica meritocracia.
Frente a este proceso han existido presiones internas que han buscado mantener el régimen de prebendas y canonjías derivadas de prácticas nocivas que han tenido durante muchos años su asiento en ciertos espacios en el interior de la propia universidad. Afortunadamente, estas voces son minoritarias y estamos avanzando en la impelemtación de un cambio de cultura organizacional.
¿La Universidad Autónoma de Chiapas puede ejercer su autonomía sin presiones políticas? Hablemos de las presiones externas.
La Universidad Autónoma de Chiapas ejerce en este momento mucha autonomía, como consecuencia de la afortunada coincidencia con un proyecto de gobierno estatal que tiene como una de sus políticas públicas el fortalecimiento de la vida académica de las instituciones de educación superior.
En pocas palabras, puede afirmarse que en el gobierno de Chiapas existe la voluntad no sólo de respetar la autonomía universitaria sino de fortalecerla. Prueba de ello es la nueva Ley Orgánica de la Universidad Autónoma de Chiapas, propuesta que fue elaborada en el seno de la universidad y que después fue respaldada tanto por el Poder Ejecutivo como por el Poder Legislativo del estado y en la cual encontramos, por ejemplo, que se modifican los requisitos para ser rector, transformando lo que era una situación en la que no existía prácticamente ningún requisito que implicara dificultad para que alguien con trayectoria política y ajeno a la universidad ocupara esta responsabilidad. La nueva ley establece requisitos que sólo pueden ser cubiertos por un académico de carrera; de hecho, en la nueva ley se ha establecido una serie de nuevos requisitos que van dirigidos a acentuar la parte técnica de la función de la rectoría y que exigen conocer a profundidad esta institución.
¿Cuáles son hoy en día los grandes desafíos de la universidad?
Pues yo creo que la respuesta es muy sencilla de definir; sin embargo, complicada de ejecutar. Aquí debemos entender que la universidad debe generar en cada uno de los jóvenes que estudian en ese recinto académico un conjunto de ideas, de criterios, que les sirvan de base para orientar y desarrollar su vida. Ortega y Gasset, cuando aborda el tema de la misión de la universidad, señala que la vida en muchos sentidos es un caos, que es como una especie de barco en el mar que en ocasiones enfrenta una tormenta y que cuando una persona se encuentra en estas circunstancias existe un conjunto de ideas que guían a cada persona y que son las que le dan sentido y lógica a las decisiones más importantes.
Desde esta perspectiva, la universidad tiene que darle a los jóvenes que estudian con nosotros las ideas más importantes que orienten su vida, que los ayuden a establecer una vida profesional que sea productiva y que los ayuden como ciudadanos de un estado que los necesita.
Ideas que deben reflejar las preocupaciones de este tiempo, ideas como la igualdad de género y el respeto a las mujeres, la sustentabilidad ambiental, el respeto a los derechos humanos, el rechazo a la corrupción y a la simulación y, ahora, en tiempos de pandemia y de contingencia mundial, la solidaridad humana. Cuando la Universidad Autónoma de Chiapas logre, además de generar profesionistas competentes, generar ciudadanos que entiendan y asuman este conjunto de ideas, estará logrando su misión; estará logrando cumplir con la finalidad para la cual esta llamada, como universidad pública del estado con más índices de marginación en este país.
¿Qué ha sido hasta ahora lo más difícil de ser rector de la Universidad Autónoma de Chiapas?
Básicamente, tener que tomar decisiones que van en contra de los usos y costumbres de muchos años; decisiones en las que se ha roto con el statu quo; decisiones que implican en muchos sentidos confrontar al grupo de privilegiados, de simuladores, lo que lógicamente conlleva un desgaste personal bastante intenso. Porque intentar ordenar los espacios y romper con los privilegios y las prerrogativas indebidas siempre conlleva un costo personal que puede ser muy alto.
¿Qué es lo que más le agrada de ser rector?
La esencia de la responsabilidad de ser rector es soñar con un mejor futuro; en efecto, se trata de soñar con la mejor universidad posible y atreverse a intentar acercarse a ese sueño. Ser rector es la responsabilidad más alta a la que cualquier universitario puede aspirar y se enlaza con el privilegio que es inherente a la función de una universidad en una sociedad como la nuestra.
En efecto, ser parte de una universidad y, más aun, ser profesor universitario, conlleva posibilidades de incidir en el futuro, de transformar la realidad, de ampliar la perspectiva y los horizontes de algunas vidas de los estudiantes que están en tu espacio como profesor, y, por lo tanto, ser profesor universitario permite que tu trabajo trascienda el momento y que realmente pueda incidir en el futuro.
En el caso de ser rector de la Universidad Autónoma de Chiapas, lo que más me agrada es la posibilidad de cambiar de raíz la dinámica interna de una institución que es muy noble y que está llamada a cumplir un papel trascendente en el futuro del estado; de convertirla en un motor de transformación y en un elemento de cambio para un estado que durante muchos años, por siglos incluso, ha vivido lastrado por la marginación y la pobreza, cuando nos urge ya cambiar esa realidad.
Si en sus manos estuviera, ¿qué reformas haría usted en la Universidad Autónoma de Chiapas?
Básicamente estamos desarrollando cuatro líneas de trabajo que buscan justamente esa profunda reforma de la universidad. En primer término, estamos replanteando la vida y la organización de la gente que trabajamos aquí en Universidad; como profesores, como administrativos estamos construyendo una meritocracia. Y el primer paso es establecer, a partir de la nueva Ley Orgánica, reglas y normas internas que ayuden a garantizar, a aquella persona que esté trabajando y que esté comprometida con la institución, que progrese y salga adelante, más allá de las relaciones personales que pueda tener.
En segundo término, estamos repensando lo que estamos enseñando: estamos buscando que se oriente más a las necesidades locales y que, al mismo tiempo, la educación tenga mayor calidad.
En tercer lugar, una reforma muy importante para la universidad tendrá que establecer una política de inclusión social: la universidad debe abrir sus puertas a los sectores más desprotegidos, más marginados de esta sociedad, y tiene que ofrecerles respuestas prácticas. Debe ayudar a los jóvenes a que incidan en el ámbito local y realmente mejoren su situación familiar y personal.
Finalmente, estamos reconstruyendo la identidad, en específico la identidad del universitario de la Autónoma de Chiapas; en otras palabras, se trata de cambiar la manera en que los profesores y los trabajadores administrativos se ven a sí mismos; hay que recuperar el orgullo de ser universitario. Al mismo tiempo, hay que fortalecer esa identidad de los estudiantes; pensar que ser estudiante de la universidad es un privilegio y que en nuestro caso implica una transferencia de recursos públicos directamente a cada uno de los estudiantes. Y definitivamente también es importante recuperar la identidad universitaria de nuestros egresados.
Carlos F. Natarén Nandayapa es egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chiapas en San Cristóbal de las Casas, con estudios de maestría en derecho constitucional en la Universidad Nacional Autónoma de México, especialidad en derecho constitucional y ciencia política por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de España y doctorado en derecho procesal por la Universidad Complutense de Madrid.
Coordinó el grupo de trabajo que elaboró el Código Procesal Penal Modelo en 2008 para la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos. De 2005 a 2010 fue miembro del Comité Académico del Doctorado en Derecho del Instituto Nacional de Ciencias Penales; de 2010 a 2011 fue visiting scholar en el Lozano Long Institute of Latin American Studies de la University of Texas at Austin.
El Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Chiapas le otorgó el Reconocimiento al Mérito Estatal de Investigación Científica 2017. Actualmente es miembro de la International Association of Procedural Law y consejero latinoamericano en la International Association of Evidence Science.
Asimismo, es profesor de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Chiapas, del que es fundador y primer director. Desde 2004 es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, reconocido con la categoría de nivel II.
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