Considerados por muchos como un obstáculo para la mejora educativa, los sindicatos de maestros en nuestro país han sido acusados de privilegiar la defensa de sus intereses por encima del objetivo de buscar una educación pública de calidad. Pere Polo, profesor de secundaria y uno de los fundadores del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Intersindical de las Islas Baleares, en España (STEI-i), del que fue secretario general durante dos décadas, nos ofrece una mirada desde el viejo continente sobre la función que deben cumplir los sindicatos de docentes.
En la sociedad existe un descrédito creciente hacia los sindicatos. Se les exige un replanteamiento. ¿Hacia dónde tendría que ir ese cambio?
Primero tenemos que revisar el concepto de sindicato. Con el paso de los años se ha caído en la idea de que somos como una gestoría, que solucionamos cuestiones económicas sin que el afiliado tenga que implicarse demasiado. Eso no es así. El sindicato en su origen se entendía como una asociación de personas trabajadoras que nos juntábamos para conseguir mejoras no sólo económicas sino también sociales, culturales y educativas. Todos sabíamos que teníamos que involucrarnos.
¿Ese es el futuro del sindicalismo? ¿Volver a los orígenes?
Así lo veo yo. En el movimiento sindical ha pasado como con la democracia. Tenemos una democracia representativa, de delegación, por la cual los votantes han dejado de ejercer muchas de sus funciones como ciudadanos porque han delegado en los políticos. El problema es que muchos de estos políticos se han olvidado de quienes les dieron ese poder para ejercer como representantes. En ocasiones las cúpulas sindicales también se han olvidado de sus representados.
¿Por qué hay tanta división en el movimiento sindical?
Yo no tengo nada en contra de la división de opiniones. Es una muestra de la riqueza de la diversidad. Lo contrario es la uniformidad y el pensamiento único. También es cierto que dentro de esta diversidad podemos juntarnos para luchar por unos objetivos comunes, y que esto no ha sido demasiado frecuente. Durante muchos años ha sido difícil que las luchas de las distintas organizaciones sindicales se hayan unido para formar plataformas conjuntas.
¿Qué canales hay para reforzar la relación que existe entre los distintos sindicatos?
El camino es mantener reuniones para marcar objetivos comunes de lucha. Hay gente que quiere ir más rápido, otros más despacio; en el camino tendremos que negociar y crear una plataforma que tenga unos mismos objetivos. La derecha está unida, y el problema de la izquierda es que siempre hemos hecho más énfasis en lo que nos separa que en lo que nos une.
¿La huelga como modo de lucha todavía tiene vigencia hoy?
Sí sigue vigente, pero también tenemos que buscar nuevos caminos. La huelga significa generar caos, pero éste puede crearse de distintas maneras. Por ejemplo, con la protesta en la calle. Es un modo de erosionar y hacer presión sobre quienes tienen que tomar las decisiones. Recuerdo la Carpa Blanca, en Argentina, que estuvo plantada durante dos años frente al Congreso Nacional para pedir más inversión en educación. En este tipo de protestas hay que ser constantes. A veces somos demasiado fogosos y queremos que todo se solucione en un día, y eso no puede ser.
En el actual escenario de la globalización, ¿el sindicalismo tiene que ser internacional?
Siempre debe ser internacional; tenemos que ser solidarios unos con otros. Los dirigentes políticos, que están representando al poder económico, ya se cuidan de que esto no suceda. Con las deslocalizaciones, los trabajadores, incluso de la misma empresa aunque de distintas filiales, compiten entre sí. Esto es un gran problema.
¿Cómo reforzar los vínculos internacionales entre trabajadores?
Hay que ayudarnos en las distintas luchas. Por ejemplo, desde el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Intersindical de las Islas Baleares (STEI-i) hemos seguido de cerca las protestas de los docentes en Guatemala, y hemos actuado de altavoz para ellos, lo que ha tenido repercusión en sus reivindicaciones. Hasta Baleares también han llegado muestras de solidaridad de sindicatos de América Latina. Hay que tener claro que compartimos lucha y un objetivo común: una educación pública y de calidad.
Ha trabajado durante décadas en el campo de la cooperación. ¿Qué define un buen proyecto de cooperación?
Su objetivo tiene que ser la justicia social. Si no hay justicia social podemos marcharnos. La caridad a mí no me interesa. La cooperación tiene que ser transformadora. Debe servir para que esa comunidad adquiera herramientas para el cambio social. La caridad lo único que hace es solucionar un momento el problema y acallar la conciencia. Ellos tienen que luchar por sus derechos, y yo tengo que luchar con ellos.
¿Qué ha aprendido en sus años de cooperante?
He aprendido muchísimo. A ver a la gente, a respetar opiniones diferentes y, sobre todo, a no juzgar tanto a las personas, sino a estar con ellas, a acompañar y a compartir. Y eso significa muchas veces compartir tanto las palabras como los silencios.
Póngame un ejemplo…
En el primer viaje que hice a Latinoamérica, en 1993, tuve un encuentro con indígenas de Guatemala. Rigoberta Menchú nos había enviado a trabajar con ellos. Me chocó mucho que apenas nos dirigían la palabra, cuando estábamos allí para ayudarlos. Posteriormente una amiga mía me envío un libro: Los silencios del indio, se llamaba. Hay que saber interpretar esos silencios y entender que cada persona tiene diferentes maneras de relacionarse con el mundo.
¿Hasta qué punto es importante el papel de las ONG’s? Existe una corriente crítica que alerta acerca de que la proliferación de las ONG’s encaja dentro del discurso neoliberal: sustraer poder al Estado, y que los servicios públicos y esenciales para el ciudadano los provean las organizaciones privadas.
Ése es un gran problema. Lo primero que tienes que hacer es luchar contra esa concepción y dejar claro que las ONG’s en un momento dado pueden ayudar pero quien tiene que transformar es el Estado. Nosotros creamos la necesidad pero es el Estado el que tiene que construir.
¿En qué ámbitos trabaja la ONG que usted preside, Ensenyants Solidaris?
Tenemos principalmente tres campos: la formación, la sensibilización y la mujer. Trabajamos tanto aquí como en Guatemala. En Palma de Mallorca el trabajo se dirige, por un lado, a las escuelas —producimos materiales didácticos que sirven como complemento para el profesorado—, y por otro, también a la formación del docente y de los voluntarios que luego viajan a Latinoamérica. Sobre el terreno se desarrollan proyectos de formación conjuntos con otras organizaciones como el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala (STEG) o COINDI, una organización de mujeres indígenas.
¿Dónde pone énfasis la formación que se imparte desde Escola de Mitjans Didàctics, la escuela de formación del sindicato?
Somos esencialmente una escuela de formación para el profesorado y en este terreno abarcamos muchos ámbitos: desde la formación para el desarrollo hasta la formación en valores con temas como la inmigración, el racismo o la educación para la tolerancia, sobre los que hemos elaborado múltiples materiales didácticos. Aparte también hacemos formación sindical sobre cuestiones como la participación o la organización sindical.
¿Cómo tiene que ser la formación permanente del profesorado?
Esencialmente debe producirse en el aula. Tiene que haber menos formación individual y más formación grupal. Se tiene que volver a la esencia de la cooperación en las escuelas, a que todos los docentes estén implicados en el proyecto de centro y menos encerrados en su aula.
Pere Polo se define ante todo como sindicalista. Profesor de secundaria, fue uno de los fundadores del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Intersindical de las Islas Baleares, en España (STEI-i), y su secretario general durante dos décadas. Actualmente dirige la escuela de formación del sindicato Escola de Formació en Mitjans Didàctics y preside la ONG Ensenyants Solidaris, con proyectos en América Latina. Ha vivido desde dentro la histórica huelga de docentes contra el gobierno balear del Partido Popular por la aplicación del decreto de tratamiento integrado de lenguas (TIL) y los recortes.
* Entrevista publicada originalmente como “Un sindicalista en las Islas Baleares” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 443, marzo de 2014.
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