¿A qué se debe que a pesar del aumento del uso de la tecnología en las aulas los resultados obtenidos por los alumnos sean tan poco significativos? Las respuestas son variadas y el autor nos presenta algunas de ellas.
Nunca en la historia de la educación el docente ha tenido a su disposición en el aula tanta tecnología como en los últimos tiempos, cuando ya recientes tecnologías, como las pizarras digitales o las conexiones a internet, están adquiriendo la categoría de “invisibilidad” por su disponibilidad. Y ésta se ampliará fuertemente en un futuro cercano, como ponen de manifiesto los diferentes informes Horizon que se vienen publicando y que el lector interesado puede consultar en el sitio web de la institución que los elabora (http://www.nmc.org).
En contrapartida, como apuntan diferentes investigaciones (Law, Pelgrum y Plomp, 2006; Barrera-Osorio y Linden, 2009), altos niveles de presencia y uso de las TIC no han repercutido en el aumento de los niveles de aprendizaje alcanzados por los estudiantes, lo cual nos lleva a la conclusión de que los efectos de las TIC en el rendimiento de los alumnos son inocuos o desconocidos; es decir, que no siempre están sirviendo para transformar la práctica educativa y crear nuevas escenografías de comunicación para los participantes en el acto sémico-didáctico de la enseñanza.
Un ejemplo de lo que decimos lo encontramos en el artículo de opinión publicado el 15 de septiembre de 2015 en El País, con un título muy llamativo: “La computadora sola no educa», como respuesta a los resultados publicados en el informe PISA sobre el uso de las computadores, donde se afirmaba: “Las tecnologías facilitan el aprendizaje, pero no lo garantizan. Deben adecuarse a las necesidades pedagógicas. El papanatismo tecnológico puede ser tan nocivo como la carencia; el abuso puede inducir distracción y dispersión. Por eso es importante que además de incorporar computadoras, tabletas y otras herramientas, exista una planificación de sus aplicaciones y —fundamental— la preparación de los docentes. Puesto que son tecnologías que evolucionan a gran velocidad, es conveniente también que los centros incorporen expertos que se ocupen de actualizarlas y garanticen un uso eficiente”.
La solución es la pedagogía
Cabe entonces hacer una pregunta: ¿a qué se debe tanta presencia de tecnologías y tan pocos resultados significativos obtenidos? Las respuestas son variadas y, a continuación, vamos a presentar algunas de ellas.
En primer lugar, nos hemos centrado demasiado en las tecnologías y en su componente instrumental y nos hemos olvidado de que la solución a los problemas educativos de su implantación viene por la pedagogía y no por la tecnología. Su calidad pasa no por concentrarnos en sus variables tecnológicas e instrumentales, sino en las didácticas, organizativas y pedagógicas.
Este tecnocentrismo nos ha llevado a tratar siempre de incorporar en la práctica educativa la última tecnología al uso, asociando de esta manera enseñanza de calidad a su presencia en el aula; cuando, por el contrario, se sabe que la innovación tecnológica no tiene por qué implicar innovación didáctica. Ésta se refleja a partir de organizar los diferentes componentes que tenemos a nuestra disposición, tecnológicos y humanos, para que, aplicando metodologías y estrategias didácticas específicas en interacción, conformen una escenografía mediática de comunicación, y que el alumno, en interacción con sus compañeros, docente y objetos de aprendizaje, alcance los objetivos y las competencias planificados.
Se puede decir que muchas veces con la incorporación de las TIC en los centros educativos lo que se ha perseguido es alcanzar cambios en la coreografía externa de la enseñanza y no en la interna.
Como he señalado en otro momento (Cabero, 2015, p. 21): “Muchas veces mejor que pensar en tecnologías futuras, lo que debemos [hacer] es invertir esfuerzos en construir modelos de enseñanza para obtener el máximo partido de las tecnologías que actualmente tenemos en nuestros centros educativos. La innovación no se consigue por la novedad de aplicación tecnológica, sino por la aplicación de criterios para conseguir nuevos escenarios formativos y comunicativos”.
Por otra parte, seguimos dándole a las TIC el papel transmisivo y reproductivo de la información, olvidándonos de que con ellas podemos alcanzar miradas más amplias para su incorporación a la práctica educativa, y se hace necesario pasar de su simple consideración como TIC (tecnologías de la información y la comunicación), a TAC (tecnologías para el aprendizaje y el conocimiento) y TEP (tecnologías para el empoderamiento y la participación) (Cabero, 2014), es decir, comenzar a aplicarlas en los escenarios educativos como herramientas para facilitar el aprendizaje, la difusión del conocimiento, la participación y la cooperación entre los participantes en el acto educativo, la creación de objetos de aprendizaje por los estudiantes y el análisis de la realidad en la que se encuentran inmersos los actores del proceso de enseñanza-aprendizaje. Dicho en otros términos, frente a su uso para la reproducción debemos buscar usos para la comunicación, el conocimiento, la participación y el empoderamiento.
Lo anterior supone pasar de modelos centrados en el docente a modelos centrados en el estudiante; de modelos donde la tecnología tiene la funcionalidad de presentación de los contenidos, a otro donde la tecnología se convierte en un instrumento que facilita la exploración y el ser instrumento del conocimiento, el análisis de la realidad, la búsqueda de información y la elaboración de objetos de aprendizaje por parte de los estudiantes. Lo que supone al mismo tiempo hacer pasar a los estudiantes del papel de consumidores mediáticos a prosumidores tecnológicos en un mundo transmedia como en el que nos movemos.
Esa transformación requerirá que el docente modifique el papel tradicional de transmisor de información que ha desempeñado en el sistema educativo y movilice otros como son el de guía y el de orientador del proceso educativo del alumno, curador de contenidos y diseñador de situaciones mediadas de aprendizaje en las cuales se desenvuelvan los estudiantes.
El papel docente
Otro de los aspectos sobre el que hay que reflexionar en el uso de las TIC en las aulas son los profesores, respecto de los cuales las diferentes investigaciones que se han realizado sobre las actitudes y los niveles de formación que tienen respecto a las TIC nos apuntan diferentes hechos, que van desde que tienen una actitud positiva hacia las TIC, que perciben la necesidad de su incorporación en la escuela actual y piensan que es necesario estar formados para crear con ellas escenarios formativos de calidad.
En lo que se refiere a su formación, desde mi punto de vista uno de los grandes problemas que creo se han cometido es realizarla desde posiciones muy instrumentales y tecnológicas, y bajo la perspectiva de problemas prácticos no para los docentes sino para los tecnólogos que dirigían la acción formativa. Desde mi punto de vista, las acciones formativas que se lleven a cabo sobre los docentes deben ir dirigidas a adquirir no conocimientos tecnológicos sino más bien que lleven a los docentes a la apropiación científica de la tecnología. Y lo anterior supone que se les capacite con una buena formación conceptual, que dejen de ser actividades puntuales por realizar cuando surge una nueva tecnología, y que se replantee desde nuevos principios y con nuevas dimensiones que superen las instrumentales y alcancen otras: semiológicas/estéticas, pragmáticas, psicológicas, críticas, actitudinales, investigadoras, de interacción con los nuevos lenguajes… (Cabero y Marín, 2014).
Un modelo de formación y capacitación docente en TIC que en los últimos tiempos está adquiriendo significación es el TPACK, formulado por Mishra y Koehler (2006), que nos llama la atención respecto a que los docentes deben poseer, para la incorporación de las TIC a la práctica educativa, una formación que pasa por tres tipos de conocimientos: tecnológico, pedagógico y de contenido. Conocimientos que deben plantearse en interacción y no de manera aislada (Cabero, Marín y Castaño, 2015).
La organización, clave para la innovación
Otra llamada de atención para la incorporación de las TIC es la referida a la necesidad de cambiar las estructuras organizativas de los centros, que muchas veces impiden y limitan la incorporación y el uso de las TIC por docentes y discentes. Incorporar tecnologías digitales a la escuela, y seguir moviéndonos en estructuras organizativas y administrativas propias de la escuela analógica, no favorecerá la incorporación de las TIC y nos llevará a usos meramente transmisivos, como hemos apuntado antes. Cultura organizativa de los centros que no sólo facilita o dificulta el uso de las TIC en los centros, sino que también favorece usos específicos e impedirá otro tipo de ellos. Por otra parte, dentro de este nivel organizativo, creo que es necesario desarrollar sistemas de apoyo a los docentes para la producción de TIC.
Por último, es indispensable señalar dos aspectos: por una parte, que debemos ser conscientes de que nos vamos a mover en un terreno de doble velocidad, ya que mientras los cambios tecnológicos son rápidos, dinámicos e incluso fugaces, los cambios educativos y culturales son lentos y apaciguados, y por otra, que se hace necesario potenciar su investigación, con modelos diferentes a los comparativos referidos a si se aprende más con el medio X o con el medio Y.
* Catedrático de tecnología educativa de la Universidad de Sevilla. Artículo publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 462, diciembre de 2015.
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