¿En qué medida han mejorado los estudiantes mexicanos de 15 años sus conocimientos y habilidades fundamentales en matemáticas, lectura y ciencias en los últimos tres años? El autor nos ofrece reflexiones que nos permitirán prepararnos para recibir los resultados, que presumiblemente no serán alentadores.
Recientemente se ha mencionado en varios medios de comunicación (particularmente en el diario La Razón) que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha reconocido el mejoramiento de la educación mexicana, insinuando que el motivo descansa en la reforma educativa. No obstante, veo varias dificultades para que haya habido un avance: 1) el modelo de la reforma no se ha establecido completamente; 2) la última prueba PISA, la cual se lleva a cabo cada tres años, se realizó en 2015, por lo que no pudieron haberse visto diferencias en los resultados debido a un proyecto que aún no se implementaba ni siquiera parcialmente, y 3) los números no sugieren que México haya mejorado más que en un rubro.
El Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) califica cada tres años a los estudiantes que están terminando la educación obligatoria (en promedio con 15 años de edad) en tres áreas distintas: lectura, matemáticas y ciencias. Haciendo una revisión superficial de los datos aportados por la OCDE, es relativamente sencillo darse cuenta de que la separación entre los países con mejores resultados y México aún es abismal.
Para el análisis de este artículo se tomaron en cuenta los resultados más antiguos y más recientes de cada rubro, tanto de México como del promedio general de los países pertenecientes a la OCDE y, como referencia de un país sobresaliente, de Japón. Con estos datos se trazó la tendencia que idealmente seguirían los tres actores. De aquí es posible detectar si sus caminos se cruzarán o si, por el contrario, no se habrán de encontrar. Dicho de otra manera, se puede predecir si en algún momento México alcanzará la media de la OCDE o de Japón y cuánto tardará en hacerlo.
El mejor panorama lo tenemos en matemáticas. En 2003 se obtuvieron 385 puntos, mientras que el promedio fue de 499. Para 2015 los alumnos mexicanos consiguieron 408, cuando la media se redujo a 490. Cabe destacar que parte del avance se debe a que el puntaje general disminuyó nueve puntos; sin embargo, es evidente la mejora de nuestro país, pues su avance representó 23 unidades. Ahora bien, si estos comportamientos se mantienen, demoraríamos 24 años en llegar a la media. Si en lugar de tomar el promedio, nos centramos en un país que, como Japón, se encuentra entre los primeros lugares, entonces tardaríamos 44 años en hacerlo.
En ciencias el panorama no es tan alentador. En 2006 México obtuvo 410 puntos contra 498 del promedio. En 2015 tuvimos 416 en comparación con 493. Por ende, nos tomaría 44 años alcanzar a la OCDE, y para equipararnos a los países con los mejores resultados, tardaríamos aproximadamente 57 años en hacerlo.
En cuanto a lectura, en el año 2000 el puntaje promedio de la OCDE fue de 486, mientras que la calificación mexicana fue de 422. Para 2015, México subió sólo un punto, esto es, 423, mientras que la media aumentó a 493. Aquí se presenta el panorama más desolador pues la brecha no disminuyó, sino que aumentó. Lo anterior significa que, de seguir así la tendencia, la separación seguirá aumentando, haciendo que nuestro país cada vez se quede más atrás.
Ahora bien, es cierto que un buen análisis no puede hacerse meramente a partir de una revisión superficial de datos. Una mejora real consistirá en romper este tipo de tendencias. Por eso, la propia OCDE, en su reporte Perspectiva de política educativa en México (2018), analiza los retos y las fortalezas que presenta nuestro país.
Por ejemplo, la organización ve con buenos ojos que se haya dado autonomía al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación para establecer los instrumentos de calificación de los profesores, pues de esa forma se homologa la valoración y se instaura un estándar nacional de enseñanza. De igual manera, considera adecuado que se lleve a cabo la prueba del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA), ya que así es posible seguir el desarrollo de los estudiantes e identificar en qué rubros hay que fortalecer el aprendizaje. No obstante, también señala que urge hacer ver a profesores y directivos de las escuelas que los resultados del examen no sólo constituyen una calificación, sino que marcan el sendero que hay que seguir para progresar.
Otro de los aspectos reconocido por la OCDE es la instauración del Fondo de Aportaciones de la Nómina Educativa y Gasto Operativo, pues éste conlleva mayor control de los recursos y, por ende, la repartición equitativa del presupuesto para el apoyo a las regiones menos favorecidas. Sin embargo, también afirma que es necesario invertir más en educación obligatoria. Si la inversión es insuficiente no basta con que se reparta de manera homogénea.
En conclusión, el mejoramiento de la educación en México aún se encuentra en potencia y si se enfrentan los retos de manera adecuada, podría haber un desarrollo que se vea reflejado en los resultados de la prueba PISA. Pero no es que ya haya un avance. Para saber si la reforma educativa favorecerá el aprendizaje hay que esperar, no a los resultados de este año, sino hasta 2021 o, más probablemente, 2024.
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