Como es de sobra conocido, la mera presencia de computadoras o aparatos en la escuela no implican una mejora del rendimiento de los estudiantes. En ese sentido, aunque no es indispensable que la escuela esté plenamente integrada en la sociedad digital, sí debe, al menos, ser capaz de entenderla y cuestionarla.
Para evaluar la situación actual del uso de las TIC en los centros educativos y las aulas de nuestro país existen distintos estudios que ofrecen estadísticas sobre el equipamiento disponible y sobre el uso educativo del mismo. El panorama que ofrecen se revela prometedor. Parece que los centros de enseñanza primaria y secundaria están bien equipados de computadoras, conectados a internet y que los equipos se utilizan. Pero la realidad es más compleja. Las estadísticas ofrecen medias, así que en un lugar podría haber una computadora, incluso más por alumno, y en otro uno por cada X. Por otra parte, los estudios que se adentran en la cotidianidad de los centros hablan de la obsolescencia de los equipos, de las dificultades para actualizar aplicaciones, de las averías y las disfunciones…
Por lo que se refiere al uso, el sentido de la imagen se repite. El dosier de Indicadores de Seguimiento de la Sociedad de la Información de 2015 habla sobre más de 70% de uso de computadoras en la docencia. Sin embargo, la utilización, salvo en contados casos, suele amoldarse a la organización tradicional de la escuela, que perpetúa el fraccionamiento y la disciplinarización de los conocimientos, los tiempos y los espacios. A la vez que no se suelen revisar ni cuestionar los sistemas de evaluación.
Los logros, los cambios
Desde el punto de vista de las TIC al que se refiere esta monografía, no cabe duda de que se ha avanzado de forma considerable. Hoy parece difícil, aunque existen, encontrar docentes que no sean usuarios, que no utilicen las TIC para preparar sus clases, y cada día hay más que las utilizan en sus aulas. Pero como muestra una vez más el reciente estudio de la OCDE, Students, Computers and Learning. Making the Connection, y se ha venido evidenciando desde el ámbito de la tecnología educativa a lo largo de los años, la mera presencia de un aparato en la escuela, por potente que sea, no mejora el rendimiento de los estudiantes. De hecho, la sola idea de que así sea, desde mi punto de vista, revela una visión en exceso simplista de la educación y de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Contar con recursos educativos no significa de forma automática, primero, que se utilicen, y segundo, que se haga no para reproducir los modelos de enseñanza repetitivos y transmisivos, sino para fomentar la curiosidad, la capacidad de decisión y el establecimiento de conexiones y significado.
Entonces, ¿qué aspectos tendrían que mejorar o cambiar? Aquí voy a ser un tanto radical (de raíz) y provocadora, porque creo que la ocasión y el momento lo merecen, y que lo que habría que comenzar a cuestionar es el concepto mismo de escuela como metáfora privilegiada para poner en práctica los sistemas de educación formal. Lo que habría que empezar a cuestionar es la superposición que se da entre educación y escuela, una forma de entender la educación formal que ha colonizado de manera poderosa el pensamiento de estudiantes, docentes, responsables de políticas educativas e incluso investigadores y teóricos de la educación, y que se concreta en que la escuela (y, por lo tanto, la educación) es:
- Un espacio físico: un edificio, alejado del contexto, con unos espacios compartimentados, que sólo se utiliza parte del día y del año.
- Un sistema organizativo: estudiantes agrupados por edades en grupos coordinados por un docente y encerrados en su propio espacio físico. Más un horario tipo parrilla de televisión.
- Un sistema simbólico: un programa de estudios (currículo), decidido desde oficinas de gobierno, procesado en los libros de texto y “digerido” a través de pruebas de papel y lápiz.
- Una forma de entender la enseñanza, el aprendizaje y el conocimiento: enseñar es explicar, aprender es escuchar y el conocimiento es lo que contienen los libros de texto.
- Unos recursos de enseñanza: la pizarra (de tiza o digital), el libro de texto (analógico o digital) y el lápiz y el bolígrafo (a veces la tableta o la computadora).
Estos aspectos profundamente arraigados de lo que entendemos por escuela nos han llevado a interiorizar y a dejar incuestionadas lo que Tyack y Tobin llamaron “las normas de la gramática básica de la escuela”, del mismo modo que no nos han permitido considerar la potencia del dispositivo que son hoy los sistemas educativos; en términos de Foucault, constituidos por los discursos, las instituciones, la arquitectura, las decisiones reglamentarias, las leyes, las medidas administrativas, los enunciados científicos, las proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas y, sobre todo, las relaciones de poder.
Reinventar la escuela
No estoy convencida de que la escuela deba estar plenamente integrada en la sociedad digital, pero sí debe entenderla y cuestionarla. Para el filósofo Antonio Gramsci, el papel de la educación es contribuir a la formación de individuos a la altura de su tiempo. Y, efectivamente, nuestro tiempo es digital. De este modo, la escuela, como dispositivo educativo, se transforma y se reinventa desde dentro o lo harán desde fuera.
Pero para mí la transformación, desde mi utopía, desde la línea de horizonte que me ayuda a caminar, pasaría por: a) poner a discusión el tipo de sociedad que queremos construir —y, por lo tanto, el tipo de tecnologías en las que queremos invertir—; b) tener en cuenta todo lo que sabemos sobre cómo los seres humanos aprenden (o no); c) abrir los espacios y los tiempos institucionales; d) formar y considerar al profesorado como intelectuales públicos, capaces de crear conocimiento y de seguir aprendiendo a lo largo la vida, y e) considerar todas las dimensiones de la ciudadanía y la sabiduría digital, incluyendo las posiciones críticas y la capacidad de participar en la toma de decisiones, incluido el propio desarrollo de la tecnología en general.
Para saber más
- Barrera-Osorio, Felipe, y Leigh L. Linden (2009), The Use and Misuse of Computers in Education: Evidence from a Randomized Experiment in Colombia”, Policy Research Working Paper, 4836, Impact Evaluation Series, 29, The World Bank, Human Development Network.
- Cabero Almenara, Julio (2014), “Nuevas miradas sobre las TIC aplicadas en la educación”, Andalucía Educativa, núm. 81. Disponible en http://www.juntadeandalucia.es/educacion/webportal/web/revista-andalucia-educativa/en-portada/-/noticia/detalle/nuevas-miradas-sobre-las-tic-aplicadas-en-la-educacion-julio-cabero-almenara-1.
- Cabero Almenara, Julio (2015), “Reflexiones educativas sobre tecnologías de la información y la comunicación (TIC)”, Tecnología, Ciencia y Educación, núm. 1, pp. 19-27.
- Cabero Almenara, Julio, y Verónica Marín Díaz (2014), “Miradas sobre la formación del profesorado en TIC”, Enl@ce. Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento, núm. 2, mayo-agosto, pp. 11-24.
- Cabero Almenara, Julio, Verónica Marín Díaz y Carlos Castaño Garrido (2015), “Validación de la aplicación del modelo TPACK para la formación del profesorado en TIC», @tic. Revista d’Innovació Educativa, núm. 14, pp. 13-22. Disponible en https://ojs.uv.es/index.php/attic/article/view/4001.
- Law, Nancy, Willem J. Pelgrum y Tjeerd Plomp (eds.) (2006), Pedagogy and ICT Use in Schools around the World: Findings from the IEA Sites 2006 Study, Hong Kong, CERC-Springer.
- Mishra, Punya, y Matthew J. Koehler (2006), “Technological Pedagogical Content Knowledge: A New Framework for Teacher Knowledge”, Teachers College Record, vol. 108, núm. 6, pp. 1017-1054.
* Catedrática del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona. Artículo publicado originalmente como “Entender y cuestionar la sociedad digital” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 462, diciembre de 2015.
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