Las colegios y las asociaciones profesionales son espacios de sociabilidad que fomentan la interacción entre pares y se erigen como autoridades epistemológicas y de procesos, de ética y de integridad. Son un motor y un vínculo para la educación en general y para el fortalecimiento de las disciplinas en particular. A través de sus foros, congresos y revistas de difusión llevan a cabo debates que educan, como se titula un artículo de este número, que apuntalan la importancia de la divulgación científica para entender el quehacer de un determinado colectivo de la sociedad. Sobre esta labor, en esta edición también se publica un dossier con revistas científicas y de divulgación sobre temas educativos. Se cita el ejemplo de la Revista Mexicana de Investigación Educativa del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, que agrupa a investigadores de todo el país los cuales coordinan y actualizan los estados del conocimiento de todas las áreas de la educación.
En nuestra portada se anuncian las entrevistas a Angélica Buendía —actual presidenta del COMIE— y a Germán Álvarez Mendiola —presidente entrante del consejo—, ambos con metas muy claras para una asociación que se consolida y que contribuye constantemente a la generación de conocimiento para la solución de los retos educativos de México.
Ya habían señalado los historiadores la importancia de las agrupaciones en el desarrollo del país, ya que fueron claves en el fortalecimiento de diversas disciplinas en las postrimerías del México independiente. Por ello nos abocamos a algunas asociaciones fundadas en el siglo XIX, como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México y la Sociedad Científica Antonio Alzate, que algunos consideran el antecedente de la Academia Mexicana de Ciencias.
¿Cuáles son las dinámicas sociales respecto de las ciencias? A esta pregunta responde el libro Ciencias y sociedad, de Dominique Vinck, publicado en 2016 y reseñado en este número. Texto sobre la sociología del trabajo científico, resalta lo que probablemente es resultado de la creciente evaluación y certificación de conocimientos: en cifras, “en el periodo que abarca de mediados del siglo XX a principios del XXI, el número de investigadores ha crecido de un millón a 3.5 millones, así como la edición de revistas adquiere un volumen de 160,000, y la producción de artículos anuales, de 2,000,000”. Si bien hay un aspecto positivo y constructor en las asociaciones y las revistas científicas, también existe un ámbito de feroz competencia con aristas de envidia.
Para El Mundo de la Educación, Carlos López Otín, el famoso investigador español, habla sobre el genoma humano y los mecanismos moleculares del envejecimiento. La Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular retiró ocho artículos de su revista Journal of Biological Chemistry como consecuencia de reportes anónimos que denunciaban irregularidades, como duplicar algunas imágenes, que no invalidaban sus conclusiones ni sus hallazgos científicos. Alguien no sólo se dedicó a revisar con lupa los más de 400 artículos publicados por López Otín en su carrera científica, sino que, una mañana, las ratas de experimentos en curso en su laboratorio de la Universidad de Oviedo aparecieron muertas. El investigador no se detiene hablar de estos episodios. Más bien cuenta su experiencia en México donde, afirma, aprendió mucho porque hay “una gran educación, un gran respeto al prójimo y al colega”.
Pilar Baptista Lucio
Presidenta del Consejo Editorial
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