Jaume Carbonell Sebarroja, pedagogo, periodista, sociólogo y ex director de la revista “Cuadernos de Pedagogía”, reivindica la labor de sus primeras maestras porque cree en el poder de la educación para cambiar la vida de las personas. Tras casi cuatro décadas de apuesta por la innovación, Carbonell sostiene que la defensa de la escuela pública requiere el compromiso pedagógico del profesorado.
«Yo iba muy retrasado en clase, era de fracaso escolar», confiesa. Los padres de Jaume Carbonell Sebarroja (Barcelona, 1947), maestros a los que el franquismo había impedido ejercer la docencia, lo matricularon en siete centros públicos y privados, ninguno religioso. También lo llevaron a la consulta del psicólogo, preocupados por sus problemas para leer y escribir. Paradojas de la vida, encarriló su quehacer profesional hacia la investigación y el periodismo, que tienen en la lectura y la escritura dos de sus líneas medulares. “La educación tiene mucho poder y la intervención de un maestro puede marcar a un alumno de por vida.”
Esta percepción latía ya en el primer editorial de Cuadernos de Pedagogía, en el que Jaume Carbonell participó. En plena agonía franquista, la revista anunciaba su pretensión de convertirse en “una herramienta útil, capaz de colaborar en la transformación de la realidad nuestra de cada día”, un espacio donde tendrían cabida “la reflexión, el intercambio, la polémica, la crítica y las alternativas para la construcción de una enseñanza popular y científica”. El profesorado más inquieto convirtió aquella publicación en un referente para la innovación y el cambio en la escuela.
Con la experiencia acumulada al frente de Cuadernos, unas semanas antes de jubilarse asegura que la publicación sigue fiel a sus principios fundacionales: “Por aquí han pasado diversas empresas y personas, pero la línea editorial se ha mantenido; los únicos cambios se han introducido para adaptar el proyecto a los nuevos contextos.”
Maestras republicanas
Conversamos en una soleada mañana de domingo en su piso de Montgat, un pueblo costero del Maresme barcelonés situado en una colina frente al Mediterráneo. El diálogo se inicia rememorando a sus primeras maestras en los años cincuenta del siglo XX: “Eran muy atentas, cariñosas e innovadoras”. Bastante tiempo después, Jaume supo que se habían formado en la Generalitat republicana. “El franquismo subestimaba el parvulario, y en este nivel educativo no ejercía tanto su control ideológico, por eso algunos centros pudieron introducir experiencias innovadoras.”
Pero al llegar al colegio nacional todo cambió. “Era la típica escuela del nacionalcatolicismo, muy sórdida y oscura, con las ventanas enrejadas. En mi clase éramos 90 entre primaria, bachiller, comercio y taquigrafía, todos juntos. La diversidad no es un invento tan reciente”, comenta irónico.
La diglosia entre el mundo académico y la realidad externa era patente: “En la escuela era Jaime pero fuera era Jaume; la escuela era aburrida pero yo era muy feliz jugando en la calle”. Pronto se convertiría en un aventajado aprendiz de habilidades psicomotoras: “A fuerza de esquivar golpes de regla y pescozones del profesor”, puntualiza con sorna.
Sus dificultades con la lectura y la escritura se desdibujaron definitivamente en el bachillerato superior, que cursó en la Escola Isabel de Villena, de Barcelona, con docentes también formados en la Generalitat de la República, como Maria Aurèlia Capmany. “Era gente muy vinculada al mundo del teatro y la literatura; dejaban de lado el programa, la clase era como una tertulia.” Reconoce que aunque no aprendió mucho de los libros de texto, aquel profesorado le despertó el interés por el teatro, el cine y los viajes. Aquel fue un punto de inflexión en su vida: empieza a sentir un gran deseo de leer —antes sólo le interesaban los tebeos— y de visitar librerías. “Nadie nace con las cartas marcadas, la vida escolar puede dar muchos tumbos.”
La lectura es, sin duda, una de sus obsesiones pedagógicas, una actividad que considera esencial para la institución escolar. “Promover la experiencia y el hábito de la lectura —en papel o en eBook, resulta indiferente— es una responsabilidad clave del profesorado de todas las etapas educativas, desde infantil hasta bachillerato.”
Heterodoxo, no neutral
Además de leer mucho, a su paso por la Universitat de Barcelona aprende a hablar en público y a argumentar sus posiciones: “También a escribir octavillas”, puntualiza sonriente. En la Facultad de Filosofía y Letras es elegido subdelegado del Sindicato Democrático de Estudiantes y en 1966 la policía lo detiene en la conocida Caputxinada. Participa en la organización del cinefórum de su barrio, donde descubre el lenguaje cinematográfico, acerca del cual subraya: “Todos los jóvenes deberían conocerlo”. La lucha antifranquista lo lleva a militar en dos formaciones de la izquierda nacionalista y también de esa etapa extrae aprendizajes: “La clandestinidad implica unos hábitos de disciplina, un respeto al compromiso que adquieres con otros compañeros.” En 1968 abandona la militancia política, molesto “por su mirada estrecha, la falta de respeto a la disidencia y el sectarismo”. Aunque señala: “No soy neutral”.
El interés y la admiración por la escuela republicana se acrecientan en Jaume cuando con 25 años obtiene una beca de la Fundació Bofill para investigar sobre la Escuela Normal de la Generalitat durante la Segunda República: “Una institución pionera y modélica, que seleccionaba al mejor profesorado por su vinculación con la innovación pedagógica”, destaca. En ese estudio disfruta investigando y haciendo entrevistas, actividades que hoy siguen siendo sus dos mayores pasiones intelectuales. Se llega a emocionar al descubrir un modelo educativo y unos valores que son los mismos que los de sus padres, que se habían conocido en aquella institución. “En la investigación reconozco a mis maestras del parvulario y a mis profesores de bachillerato. Y cuando sale Cuadernos de Pedagogía planteo recuperar aquella memoria.”
Al divorcio entre la escuela y el mundo exterior Jaume ha dedicado algunos de sus escritos, un eje que debe mucho al estudio de John Dewey. De la obra del filósofo y pedagogo estadounidense destaca su apuesta por que la escuela ofrezca un aprendizaje para la vida democrática, para que conecte el mundo escolar, sistemático, regular y artificial, con el extraescolar, más espontáneo pero más profundo, real y natural. “El gran reto de la escuela, que ha de saber trabajar a partir de los intereses y los deseos del alumnado, es cómo articular esos dos mundos.”
Otro aspecto que le inquieta desde los orígenes de Cuadernos es cómo pasar de la información al conocimiento, cómo relacionar y contextualizar los datos dispersos para darles sentido y permitir una adecuada interpretación. Le pido que ilustre esa reflexión y comenta que en la enseñanza se produce una especie de modas, con movimientos pendulares. “Hace años surgieron programas como el Prensa-Escuela y otras iniciativas interesantes. ¿Cuánta gente trabaja ahora en las escuelas con los medios de comunicación? Poquísima, por lo que veo. ¿Por qué no aprovechamos ahora los teléfonos celulares de los estudiantes para hacer investigaciones y proyectos? Aún estamos en la escuela del miedo, no asumimos riesgos, seguimos dando pasos adelante y atrás.”
“Los jóvenes suelen argumentar poco, les cuesta. Cuando dicen: ‘Yo opino esto’, les replico: ‘¿En qué te basas? ¿Lo has contrastado?’ Hay que saber lo que se dice y desde qué contexto se dice; ésta es una de las grandes carencias de la escuela”. Jaume Carbonell hace estas afirmaciones desde su faceta de formador, de profesor de sociología de la educación en la Universitat de Vic. Dice que le gusta enseñar y dialogar con los estudiantes pero lamenta no haber conseguido que sus clases hayan sido más participativas.
La triple dimensión profesional de Jaume Carbonell como periodista, educador y sociólogo dificulta su encuadre. “No me acabo de ubicar entre los pedagogos porque a muchos de ellos el periodismo educativo les resulta un poco extraño; no me reconocen porque Cuadernos está muy alejada de las revistas universitarias más elitistas, que suelen ser reacias a publicar trabajos escritos por maestros. Me siento un tanto heterodoxo pero hasta cierto punto he buscado ese espacio; sé que de muchas cosas no sé nada o sé muy poco, pero he aprendido a descubrir quién sabe de lo que me interesa saber.”
Una vida en Cuadernos
Preguntado por la revista, Jaume describe los tres puntales en los que descansa Cuadernos de Pedagogía. “El primer activo es un equipo de redacción y una red de corresponsales que me dan mucho acompañamiento y que no se limitan a escribir: también se forman y aportan ideas. El segundo, un conjunto de colaboradores, expertos en distintos campos de la educación, que producen reflexiones y propuestas. Y el tercero, muy importante, es el saber práctico del colectivo de maestras y maestros, el profesorado que nos envía espontáneamente reflexiones y experiencias.”
En relación con el tratamiento de la innovación pedagógica, dice que la revista es pluralista. “No somos sectarios ni prisioneros de una línea pedagógica excluyente; también publicamos artículos alejados de nuestros planteamientos. En diversas ocasiones solemos pedir la opinión a los distintos grupos parlamentarios para que expliquen sus posiciones sobre las reformas educativas. Pero, evidentemente, eso no es lo más habitual.”
Se ha reprochado a Cuadernos que presenta una imagen edulcorada de la educación, demasiado amable. Carbonell responde a la crítica, la asume y va más lejos: “Nuestro público lector no nos pide que le hablemos de las miserias de la escuela porque de eso ya se ocupan otros medios. Es verdad que damos una visión optimista; admito que en eso hemos sido poco autocríticos y a veces hemos mostrado un modelo demasiado ideal, sin fisuras. También diría que hemos sido demasiado localistas, nos ha faltado mirar más a Europa y al mundo.” Pero, por otro lado, argumenta: “En Cuadernos presentamos propuestas para avanzar, para construir la escuela pública, democrática, etc., más allá de discursos abstractos y voluntaristas, porque queremos que esta aspiración se visualice desde experiencias reales”. Defiende una concepción activa del oficio periodístico: “No puedes hacer una revista encerrado en la redacción; has de salir a escuchar a las maestras que en un congreso o en una cena informal reflexionan y explican lo que hacen en el aula. He aprendido muchísimo visitando escuelas”.
Es obligado preguntarle qué supuso para él asumir la dirección de la revista. Se toma una breve pausa y admite que no fue un buen momento para Cuadernos. “El cambio de empresa en 1996 fue un choque. Personalmente lo viví mal; fue un proceso doloroso sobre todo en los primeros momentos de incertidumbre. Pero Cuadernos de Pedagogía era una marca, tenía una línea que difícilmente se podía cambiar, como así ha sido. Nunca nadie me ha presionado sobre lo que escribo o dejo de escribir.” En aquella etapa, Jaume no se sentía cómodo dirigiendo en solitario la revista y se apresuró a compartir el proyecto con otras personas. “Se me ocurrió la idea de gestar una red de corresponsales, buenos conocedores del mundo educativo con un perfil periodístico, para enriquecer los contenidos informativos.”
¿Cómo está la salud de Cuadernos ahora? La respuesta es de nuevo muy meditada. “Dejo la revista con una sensación ambivalente. Con tranquilidad e ilusión porque las personas que toman el relevo mantendrán la continuidad y estoy seguro de que todo irá igual o mejor. Es verdad que habrá que resituarse porque el periodismo digital es el futuro y Cuadernos debe adaptarse a los retos tecnológicos. Y ya hemos dado pasos decisivos en esa dirección. Por otro lado, no oculto mi preocupación por la grave situación socioeconómica del país, por las medidas que están tomando los gobiernos, que además de injustas son ineficientes.”
En otro sentido, prosigue: “Cuadernos es una revista generacional; quienes más nos conocen son maestros que son jubilados o están a punto de serlo. Necesitamos conectar con quienes se han incorporado recientemente a la profesión para que sepan quiénes somos y nos lean. Me voy sin apenas conocerlos, sin saber bien qué piensan”.
Innovación y desigualdades
Jaume Carbonell ha reflexionado mucho sobre la innovación educativa, la seña de identidad más patente de la revista que dirige. Y sobre innovación, su diagnóstico no es esperanzador, tanto por los efectos de los recortes económicos como por su inestabilidad. “La administración sólo subvenciona programas por un año o dos, y la innovación requiere tiempo para que los proyectos se consoliden.” Pero, además, en educación no todo lo que se presenta con la vitola innovadora lo es, aclara. “Hay colectivos que a pesar de que han avanzado mucho desde el punto de vista científico, entienden la innovación como una técnica vacía, con lo que sus propuestas pierden todo su sentido original.”
El director de Cuadernos afirma con contundencia que la escuela pública está dando “un retroceso brutal” respecto de importantes avances de las últimas décadas, un salto atrás que, destaca, “costará mucho de recuperar”. El incremento de las desigualdades es un grave efecto de la última contrarreforma, subraya. El aumento de los itinerarios formativos o la generalización de la jornada intensiva de mañanas, apunta, abrirán nuevas vías a la privatización y a la diferenciación entre la población escolar. “Cuando generalizas el horario de ocho a dos estás fomentando que las actividades extraescolares de la tarde sean cada vez más privadas. Cuando obligas al profesorado a más horas de carga lectiva y a menos atención, a muchos estudiantes les estás quitando el apoyo académico que necesitan; los estás privando de atención en las tutorías, en los servicios psicopedagógicos…”
En relación con la tendencia de algunos claustros a suprimir actividades innovadoras y salidas de las escuelas como una respuesta ante los recortes, el director de Cuadernos se muestra en abierto desacuerdo: “Los recortes deberían espolear al colectivo docente a dar respuestas contundentes contra la administración sin atentar contra los derechos del alumnado, porque esas medidas de desigualdad rompen las conquistas conseguidas por el sistema público. Si pensamos que una buena educación es también ir al teatro, a un parque natural o a un museo, hemos de ser consecuentes y no dejar de hacerlo. No podemos rebajar el listón de nuestro compromiso con la educación integral de los niños y los jóvenes.”
Sobre estos temas, no coincide con algunos portavoces sindicales. Ahora tampoco se calla: “Además de defender los derechos del profesorado, los sindicatos deberían hablar de sus deberes y ser más autocríticos. Al defender con firmeza sus legítimos intereses como trabajadores muchas veces han acabado amparando o no criticando comportamientos docentes muy cuestionables. Noto la falta de un mayor compromiso pedagógico: los profesores también son educadores.”
El poder de la educación
Con todo, Jaume Carbonell lanza un mensaje de esperanza porque, sostiene, “no todo está perdido, pues tanto en el aula como en la familia y en los medios de comunicación se pueden hacer muchas cosas. El potencial de la educación se ve sobre todo cuando la dimensión intraescolar y la extraescolar van de la mano y articulan un discurso integrado”.
La institución educativa debería prestar atención a tres valores: respeto, solidaridad y compromiso con la verdad, reivindica. “Todas las personas son respetables pero no todas las ideas lo son; hay algunas que se deben combatir, las que atentan contra la dignidad humana, los derechos de la infancia y los derechos humanos. Pero el respeto también es saber escuchar: un profesor falta al respeto de sus estudiantes cuando les pone trabajos que luego no podrá evaluar.” Respecto de la solidaridad dice que hay que vencer el aislamiento: “Aunque la docencia es una tarea solitaria, hemos de saber compartir nuestros proyectos docentes”.
Durante toda la conversación, los brazos de Jaume han perfilado ideas y subrayado argumentos con gestos tan suyos como levantar un dedo, abrir las manos o dibujar círculos con trazos ágiles y firmes. No deja de hacerlo al referirse al compromiso que implica cuestionar las verdades oficiales: “Tan preocupante es seguir el pensamiento único como decir que todo el mundo tiene razón, que las verdades son relativas. Hacer ver que hay verdades evidentes, explicar que la ciudadanía está financiando los bancos o que la desigualdad está creciendo, forma parte de la tarea docente. La escuela debe acometer una lucha crítica por la hegemonía de las verdades”.
En pocas palabras
- Un libro: El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura.
- Una película: La invención de Hugo, de Martin Scorsese.
- Una ciudad: Dos: Donosti y San Francisco.
- Un paisaje: Los ríos del Montseny.
- Un viaje: Los fiordos de Noruega.
- Un plato: Paella, la valenciana.
- Un sueño: Que mi hija viva mejor que yo. Que las nuevas generaciones no vivan peor que nosotros.
- Un miedo: Tener problemas de salud que me impidan hacer una vida normal.
- Un proyecto: ¿Utópico? Un Estado que sea mucho más justo y democrático que los actuales.
- Una asignatura pendiente: Acabar de escribir la colección Viaje por las escuelas de España.
- Una duda: ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde están las verdades?
- Un consejo: Escucha a tu entorno y actúa según tu conciencia.
- Un recuerdo: Rosina, mi esposa. Era maestra y murió de cáncer.
- Un lema: El riesgo y la aventura son necesarios para vivir dignamente.
- Una música: Los Beatles.
- De mi vida cambiaría… Me hubiera gustado tocar un instrumento musical. Además de una profesión, es importante tener una habilidad.
- Con las tecnologías… Tengo sensaciones contradictorias, puedo acceder a mucha información pero me roba tiempo para leer, pasear… No sé cómo resolverlo.
- La educación es sobre todo… Amor.
Últimos libros de Jaume Carbonell
- Viaje por las escuelas de España (Cantabria, 2009; Aragón, 2010; Asturias, 2011), Madrid, Wolters Kluwer.
- La vida escolar en un curso: cosas que no siempre se explican, Barcelona, Graó, 2010 (con Àngel Serra).
- Una educación para mañana, Barcelona, Octaedro, 2008.
- La aventura de innovar. El cambio en los centros educativos, Madrid, Morata, 2006.
- La educación y su representación en los medios, Madrid, Morata, 2006 (con Antoni Tort).
* Profesor en la Universitat de Valencia y periodista. Entrevista publicada originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 430. Fotos: Sandra Vicente.
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