María del Pilar Peña fue la primera mujer del Instituto Politécnico Nacional en ingresar, hace más de dos décadas, al Sistema Nacional de Investigadores en el área de ciencias sociales y administración. La experiencia que ha acumulado como investigadora y académica le permiten reflexionar sobre las claves para que en nuestro país prospere la vocación por el conocimiento científico.
¿Qué aspectos quisiera destacar de su trayectoria como investigadora?
Que aun siendo bisabuela todavía me interesa seguir conociendo la frontera del conocimiento de la administración, que, sin duda alguna, es una ciencia fundamental tanto en la vida individual como en la social.
En lo individual porque nos ayuda hacer más organizados y en lo social porque juega un papel medular, no sólo en México sino en el mundo, para resolver los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad mexicana.
Como mujer y como investigadora, ¿cuáles han sido los principales retos que ha enfrentado en su trayectoria y qué estrategia ha empleado para consolidarse como investigadora?
Uno de los principales retos que enfrenté consistió en descuidar mi tiempo en las actividades hogareñas y en la cuestión profesional para cumplir los roles de trabajo en el Instituto Politécnico Nacional (IPN). En este mismo sentido, el instituto me formó, me dio la oportunidad de estar en la maestría de ciencias en administración pública y en el doctorado de ciencias administrativas. Eso fue lo que acabó por definir mi vocación.
Asimismo, el CONACyT me otorgó el nombramiento de primera mujer en el IPN en ingresar al Sistema Nacional de Investigadores en ciencias sociales y en administración.
La estrategia esencial fue trabajar con disciplina y método.
¿Cuándo comenzó su interés por hacer una carrera como investigadora e ingresar al Sistema Nacional de Investigadores?
Cuando terminé la carrera como contadora pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sin embargo, me casé e interrumpí mi preparación aproximadamente cuatro años por dedicarme a los quehaceres de la casa. No obstante, mi vocación era seguir adelante, por lo cual el IPN me ayudó a tener una formación académica en la que me siento muy orgullosa y satisfecha, pues me permite devolver a la sociedad mexicana lo que ha hecho por mí a través de la difusión de mis investigaciones.
Gracias a la preparación que me ha brindado el Politécnico, reitero, he sido la primera mujer que obtuvo el grado de maestría en ciencias de administración. Y trabajar en el sector público me llena de satisfacción y de orgullo.
Hace 20 años estoy en el Sistema Nacional de Investigadores y tengo un interés personal por continuar.
Es una distinción. Además, era una condición necesaria para ir cumpliendo con el reglamento de posgrado y con la difusión de conocimiento en artículos, libros, conferencias y seminarios, etcétera. Esto nos proporciona nueva experiencia en la vida, por lo cual somos privilegiados.
Usted tiene un proyecto muy importante de aplicación del conocimiento en una administración transnacional enfocada en los recursos humanos del sector público hídrico para garantizar el suministro de agua potable en la Ciudad de México. ¿Qué tienen que saber nuestros lectores (profesionistas, profesores y estudiantes de todos los niveles educativos) sobre este tema?
Tiene que saber, en primer, lugar que toda la población necesita agua porque es vital, que no nada más es una fórmula de dos átomos de hidrogeno y uno de oxígeno, sino un elemento que no va a durar toda la vida, por lo cual debemos cuidarla.
El agua es un elemento que tiene el poder de la transformación. Sin embargo, actualmente en la Ciudad de México la escasez y el desperdicio de este recurso vital es uno de los problemas latentes que afecta gravemente a la población. Mi preocupación es que la gestión del agua no ha sido administrada de manera eficiente de la Ciudad de México.
Ante esta situación, no sólo se debe hacer conciencia de que hay que cuidar el agua para que no se derroche, sino que se tiene que saber cuán importante es vigilarla y protegerla, porque llegará el día en que se agotará. Recordemos que el ser humano puede vivir sin comer algunos días, pero no puede vivir ni una semana si no toma agua.
¿Qué tendría que saber un ciudadano científicamente informado?
La forma en que a mí me interesa que se informe la gente es mediante la lectura sobre gestión y administración del agua; especialmente acerca de los siguientes temas: modelo crowdsourcing como un nuevo paradigma organizacional para la eficiencia del servicio de agua en la Ciudad de México; gobernabilidad del agua potable en la Ciudad de México; la complejidad organizacional en la gestión del agua potable en la administración pública, y cualquier otro referente al agua.
El último producto de las investigaciones señala que el consumidor del agua debe saber, por medio de un medidor instalado en su hogar o en su empresa, si consume más agua que el mes pasado o si hay alguna fuga en su instalación, etcétera, para que se sensibilice e instrumente acciones para cuidarla.
Estas investigaciones comprobaron que casi nadie se ha percatado si hay fugas en su hogar —en el baño, en el lavabo, en la cocina—. Nadie lo hace, por lo cual es necesario propiciar que el ciudadano colabore para hacer un uso racional del agua.
¿En qué momento debe comenzar la formación de quien desee hacer una aportación al conocimiento?
Creo que la investigación debe iniciarse en la primaria, pues de hecho el hombre es un ser investigador desde niño, ya que desde que empieza a hablar comienza a cuestionarse ¿qué es esto?, ¿por qué?, ¿cómo? Para lograr ese objetivo es necesario que se creen sistemas educativos que los orienten con juegos científicos e innovadores, sin que éstos tengan el carácter sólido y frío de la ciencia. Hay muchas formas de aprender jugando. Inclusive los niños son muy hábiles y son unas esponjas del conocimiento y fácilmente captan y aprenden lo que se les enseñe en el ámbito científico.
¿Cree que al alumnado en general le resulta difícil la ciencia, esto es, pensar sistemáticamente con los protocolos que requiere la ciencia?
Creo que depende de un aspecto sociológico, porque los países del Primer Mundo cuentan con un buen presupuesto y priorizan la ciencia y la tecnología, para que los alumnos a quienes les interese convertirse en investigadores puedan cumplir su sueño. Pero en los países en vías de desarrollo, como México, el presupuesto para este rubro es muy limitado: aproximadamente 0.04% del producto interno bruto.
Si se desea fomentar la ciencia y la tecnología se requiere inversión para la investigación de campo y de gabinete, así como recursos humanos, financieros y tecnológicos, con el fin de propiciar que la investigación no tenga límites, y, en consecuencia, lleguemos a ser un país del Primer Mundo en esa materia. Desafortunadamente, en nuestro país el presupuesto para ciencia y tecnología cada vez es menor.
Efectivamente se requieren programas específicos, en especial de atención a los adolescentes. La importancia de la ciencia radica en enseñar a los estudiantes un protocolo, que no es otra cosa que un plan para analizar un problema y ofrecer una propuesta para solucionarlo.
¿Tuvo algún profesor al que quisiera recordar por haber motivado en usted la curiosidad y la competencia científica?
Sí, en la primaria una maestra me decía que la ciencia resuelve los problemas del mundo. Pero quien inspiró mi interés de ser investigadora fue el doctor Guillermo Gómez Haro, fundador de la sección de graduados de la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA), Unidad Santo Tomás, del IPN.
Él afirmaba que era una obligación conocer la ciencia administrativa para promover el desarrollo económico de México, lo cual no era sencillo, pero tampoco era imposible. Simplemente era una cuestión de disciplina y de hacer bien las cosas, así como de que nos atrajera el aspecto científico de cualquier problema; sobre todo de los problemas administrativos, que era la parte medular de la ESCA.
Como formadora de nuevos investigadores, ¿es una profesora muy exigente?
Sí, me considero una persona exigente y muy observadora. Procuro que los alumnos se comprometan, pues ser científico no es muy difícil, pero tampoco es tan simple. Deben tener un compromiso riguroso con el estudio y saber que la ciencia es fundamental para el desarrollo económico de nuestro país.
¿Qué necesita nuestro país para dar un salto cuantitativo y cualitativo en materia de generación y aplicación del conocimiento?
Como vivimos en la época de las tecnologías de la información y la comunicación tenemos una ventaja muy grande, ya que contamos con internet y con muchas otras herramientas tecnológicas indispensables para llevar a cabo nuestros estudios de manera más fácil. En México se necesita que los investigadores se preparen mejor, pues desafortunadamente en ese rubro el país obtiene muy bajas calificaciones en la evaluación que realiza PISA cada tres años, lo cual no es nada alentador. Creo que es necesario apoyar los planes de innovación para que los alumnos tengan éxito en la investigación con el objeto de que en el futuro puedan resolver los grandes problemas de la sociedad mexicana.
¿Quisiera agregar una reflexión final?
Mis colegas afirman que los doctorados no se dan en racimos, pues cuesta mucho trabajo obtener uno y no debe servir sólo para engalanar el currículum. Un país con un alto índice de gente preparada no sólo alcanzará un mejor desarrollo económico, sino que su nivel cultural será muy alto.
Creo que los mexicanos somos muy inteligentes, pues en Europa desde el oscurantismo hasta el Renacimiento transcurrieron 2,000 años, y en el caso de México sólo han pasado 500 años desde que llegaron los españoles y en la actualidad somos un país en vías de desarrollo que no sólo evoluciona en los ámbitos socioeconómicos y políticos, sino particularmente en la esfera cultural, porque la educación desempeña un papel muy importante y constituye la punta de lanza de nuestro desarrollo.
María del Pilar Peña Cruz es doctora en ciencias con especialidad en administración por el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Estudió la licenciatura en contaduría pública en la Universidad Nacional Autónoma de México, y la maestría en ciencias en el IPN.
Obtuvo el primer lugar en el XXVI Premio Nacional de Tesis otorgado por la Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de Contaduría y Administración y la Medalla Ignacio M. Altamirano.
Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Petróleo, en la Secretaría de Gobernación, en la Secretaría de Educación Pública y en el Banco de México. Asimismo, se ha desempeñado como docente en la Escuela Superior de Comercio y Administración, Unidad Santo Tomás, del IPN.
Ha publicado 15 libros, entre los cuales sobresalen: La complejidad organizacional en la gestión del agua potable en la administración pública, Gobernabilidad del agua potable en la Ciudad de México y Modelo crowdsourcing para el servicio de agua en la Ciudad de México.
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