Historiador, sacerdote, cartógrafo, botánico y periodista, José Antonio Alzate y Ramírez nació en Ozumba, Estado de México, el 20 de noviembre de 1737. Fue miembro de las academias de ciencias de Francia y España, y del Real Jardín Botánico de Madrid, y fue un prolífico escritor de innumerables temas. Como un reconocimiento a su labor, la primera sociedad científica de nuestro país —de la que aquí se ofrece un panorama— fue fundada precisamente con el nombre de Sociedad Científica Antonio Alzate.
El 4 de octubre de 1884 seis muchachos de la Escuela Nacional Preparatoria fundaron la Sociedad Científica Antonio Alzate (SCAA). Sus nombres: Rafael Aguilar y Santillán, Guillermo Beltrán y Puga, Manuel Marroquín, Ricardo E. Cícero, Daniel M. Vélez y Agapito Solórzano, quienes no dudaron en poner el nombre del sabio novohispano a su agrupación para que, “bajo su amparo”, emprendieran su proyecto de una asociación científica y la difusión de sus hallazgos a través de las memorias y la revista de la SCAA. Poner bajo el amparo de un personaje a una revista implica para sus fundadores reconocerlo como una inspiración. Así, por ejemplo, la revista Vanity Fair, fundada en 1868, tomó su nombre de la novela de William Thackeray y su recuento sobre las sociabilidades de la élite; Wired Magazine, especializada en tecnologías digitales, declaró, desde su lanzamiento en 1992, como su “santo patrono” al filósofo canadiense de la comunicación Marshall McLuhan. Con el nombre de Antonio Alzate los jóvenes fundadores de la SCAA hicieron coincidir los ideales científicos de la Ilustración novohispana, los proyectos y las empresas culturales de liberales y conservadores del siglo XIX y las premisas de la filosofía positivista de modernidad, ciencia y progreso. Las dos actividades que los definirán como científicos son, principalmente, la publicación de sus Memorias y la relación que mantuvieron con otras sociedades científicas nacionales e internacionales.
Desde el primer tomo publicado en 1887 la SCAA destacó su deseo de establecer relaciones e intercambio con otras publicaciones científicas, con la siguiente frase en la contraportada: On prie de vouloir bien establis l’échange [Rogamos por que se establezca un intercambio], impresa en los 1,100 ejemplares que en 1900 se distribuían entre 214 socios nacionales y 204 en el extranjero, además del canje por publicaciones de 75 cuerpos científicos establecidos en el país y de 875 en el extranjero. Desde el inicio, la SCAA estuvo muy activa en este cometido, al grado de que la biblioteca que comenzó con 525 libros, en 1884, fue creciendo hasta albergar 21,000 volúmenes, mapas y documentos en 1909; unos 90,000 en 1930, y 109,536 en 1944, identificándose como la mejor biblioteca politécnica, que hoy se encuentra en el Palacio de Minería.
En el siguiente cuadro, donde los artículos de las Memorias de la SCAA, de 1887 a 1934, fueron clasificados según las secciones que propuso la propia SCAA hasta 1934, se aprecia la variedad de temáticas abordadas, lo cual fue muy significativo en un periodo en que la universidad estaba ausente, y no obstante que la Universidad Nacional se fundó en 1910, no existieron institutos ni estudios especializados, ya sea de física, química, matemáticas o biología, sino hasta la tercera década del siglo XX.
Al revisar los artículos de las Memorias destaca la gran variedad de campos del saber. Es una etapa previa a la especialización, que llevan al ingeniero a interesarse en temas de física, química o astronomía, y al médico, en tópicos de zoología y botánica, disciplinas inexistentes en México como carreras. Sin embargo, por medio de las aportaciones de los autores asistimos al registro de los datos de una nación en forma de estadísticas y catálogos de especímenes para quienes quieren conocer, describir y sistematizar los recursos naturales del país, su fauna y su flora. También se fusiona la ciencia y la técnica para instrumentar soluciones a problemas concretos, como el agua potable, los necesarios canales de desagüe, las plagas del henequén o la proliferación de la fiebre amarilla. De los 1,242 artículos publicados en las Memorias entre 1887 y 1960 se identifican seis etapas, que clasifiqué en el siguiente cuadro.
En las cuatro primeras etapas —la fundacional (1887-1900), la última década del gobierno de Porfirio Díaz (1901-1910), la etapa revolucionaria (1911-1921) y la construcción de instituciones (1922-1933)— se observa un gran vigor y una gran continuidad, ya que casi 90% de los artículos de la vida de la sociedad pertenece a este periodo. A partir de 1934 se produce un decaimiento de su producción, que constituye sólo 10% de los artículos publicados hasta el cierre definitivo, en 1960, de las Memorias.
Dos circunstancias influyeron en el declive de la SCAA, además de los obstáculos económicos que fueron una constante: la muerte de sus socios fundadores y el hecho de que nuevas generaciones dedicaron su tiempo a proyectos y a investigación en disciplinas ya maduras y de mayor especialización científica.
Así, desde el seno de la Sociedad Científica Antonio Alzate, Sotero Prieto y Nápoles Gándara iniciaron el estudio de las ciencias exactas y forjaron la Sociedad Matemática Mexicana. También desde la SCAA, Sandoval Vallarta y Monges presentaron por primera vez problemas de física teórica y experimental y más tarde fueron fundadores del Instituto de Física de la UNAM (1939). También en la SCAA se produjo la transición del naturalismo que catalogaba especímenes de plantas e insectos a la biología concebida como una dinámica ciencia de la vida. Alfonso L. Herrera e Isaac Ochoterena, socios de la SCAA, tuvieron un papel determinante en la consolidación de la biología y en la creación de institutos y asociaciones para su estudio.
Es evidente que en el colegiado y en las Memorias de la SCAA puede identificarse una tradición científica nacional, que contradice la idea de que la ciencia en México nació por “generación espontánea”, en 1910, como consecuencia de la fundación de la Universidad Nacional. Y es claro el papel innovador de esta sociedad científica y su impacto en la forma de hacer y escribir la ciencia.
* Profesora-investigadora de la Universidad Panamericana. Esta nota tiene como base un estudio realizado en el Seminario de Historia Social, Instituto Mora, México, 2011.
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