En Estados Unidos y Argentina, en Francia y Japón, se han presentado intensos debates sobre el ciclo escolar que se vio interrumpido con motivo del coronavirus: ¿deben impartirse clases presenciales antes de que concluya el ciclo? ¿Debe aprobarse a todos los alumnos de manera automática? ¿Cómo distinguir a los que pudieron “conectarse” en línea y a los que no?
Según la UNESCO, 1,576,021,818 estudiantes se han visto afectados: 91.3% del total de alumnos matriculados, desde prescolar hasta educación superior.
Cuándo va a terminar esta crisis, aún no podemos precisarlo. La pregunta inmediata, sin embargo, es qué tanto han funcionado las clases en línea. No todos los alumnos tienen los instrumentos ni las condiciones para conectarse. En México, 43% de los hogares carecen de conexión a internet. Entre los que sí han podido hacerlo, ¿ha sido eficaz? La “digitalización forzada”, como le ha llamado Eduardo Andere, no sólo resulta clasista y aburrida, sino que “empeora la brecha de la desigualdad”.
En cuanto a los que han recurrido a la televisión abierta que ofrecen Ingenio TV, TV UNAM y Canal Once —el programa Aprende en Casa—, ¿qué tanto se aprovecha? La Secretaría de Educación Pública (SEP) ha asegurado que 11,111,458 estudiantes se han incorporado al programa. Pero si tenemos 28 millones de estudiantes, esto implica sólo un 40 por ciento del total. El 74 por ciento de los maestros, añade la SEP, mantienen comunicación con sus alumnos. La declaración de Esteban Moctezuma de que no se perderá el ciclo escolar 2019-2020 es alentadora pero ¿no se habrá perdido la calidad de la educación?
La epidemia ha puesto en evidencia nuestras deficiencias digitales. También las de los propios docentes. En educación básica, hay centros educativos que ya contaban con plataformas interactivas y han seguido con un mismo horario. Se conectan a la misma hora que se da clase y se intercambian materiales. Hay posibilidad de feedback y de dar calificaciones. Otros, con menos recursos, han utilizado medios tradicionales como el correo electrónico, por donde se envían tareas y lecturas. De acuerdo con la SEP, la página de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos recibe 420,000 visitas al día.
Depende del entusiasmo y la creatividad de cada docente. Como lo indica nuestra Encuesta en este número, existen primarias públicas donde los maestros consideran que hay alumnos que no cuentan con internet o computadora en casa, pero sí con un teléfono móvil, y se les envían las actividades por WhatsApp, mismas que evidencian con una fotografía. El objetivo es no perder contacto y continuidad.
Las instituciones de educación superior hacen uso del correo electrónico institucional. Además, de la plataforma Moodle, Google Suite, que incluye Google Classroom, Zoom y Microsoft Teams. Esto, sin contar medios de uso abierto como Google Drive, Dropbox, One Drive, etc. Como todo queda registrado, todo intercambio académico se considerará evidencia, tanto para docentes como para alumnos, para evaluar cómo se han desempeñado. Aun así, las dudas prevalecen.
¿Terminaremos declarando, como Italia, que simplemente todos los alumnos de kínder a universidad pasan en automático al siguiente ciclo escolar? Es casi imposible pensar en evaluaciones finales…
Mientras tanto, los alumnos en el último año tienen otra preocupación: ¿cómo encontrarán trabajo en la economía deteriorada por el coronavirus? Algunos asesores dicen que deben preparar sus currículos. No darse por vencidos, seguirse preparando, pulir sus habilidades o aprender otro idioma.
Época de incertidumbre para el mundo de la educación y un llamado urgente para que la próxima crisis no nos sorprenda, como ésta, sin un acceso suficiente y de calidad a la digitalización y sin un plan contingente de cada escuela para compaginar la enseñanza-aprendizaje presencial y a distancia.
Ángel M. Junquera Sepúlveda
Director
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