Además de las iniciativas de reformas constitucionales sobre austeridad y combate a la corrupción que Andrés Manuel López Obrador ha prometido enviar al Congreso de la Unión en cuanto se ciña la banda presidencial, destaca la relativa al artículo 3° constitucional. Nadie sabe, sin embargo, en qué consistirá dicha iniciativa.
Durante su campaña, el presidente electo anunció que ningún joven sería rechazado en las universidades. Que quienes aducían que sólo podrían ingresar aquellos que pasaran el examen de admisión, “se fueran con su cuento de la excelencia educativa para otro lado”. Nadie se quedará sin educación superior en mi gobierno, prometió. Esto suscitó dudas de todo tipo: no existen espacios suficientes para todos los jóvenes en nuestras universidades, y aunque existieran, no todo los jóvenes tienen vocación para concluir una carrera universitaria.
También anticipó que la educación sería gratuita en todos los niveles y que echaría abajo la reforma educativa. Nadie sabe, pese a ello, cómo lo hará y hasta dónde llegará en este esfuerzo. Sus detractores piensan que lo que él quiere es garantizar el apoyo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación —la CNTE incluida— y, por eso, le devolverá el control del magisterio. Hay quienes temen que pretenda convertir en públicas las universidades privadas pero, bien a bien, nadie tiene claros los términos de la reforma.
Sus defensores no creen en tal radicalismo. Gilberto Guevara Niebla, a quien se ha propuesto para subsecretario encargado de la equidad para la educación, ha dicho que desmantelar la reforma educativa es una expresión “excesiva”. Lo que se busca, explicó, es desactivar el servicio profesional docente y no la reforma como tal.
Mientras esto se decide, El Mundo de la Educación ha dedicado este número a la migración, la niñez y la escolaridad. Si consideramos, como advierte la UNICEF, que hay más de 30 millones de niños migrantes y refugiados que se mueven por el mundo, el tema no es menor. Nosotros nos enfocamos en el niño migrante, cuya educación queda en pausa en sus traslados y que, al llegar a un destino, enfrenta desafíos de identidad cultural y cambios y obstáculos en su readaptación a los sistemas escolares.
Claudia Masferrer, coordinadora del seminario de Migración, Desigualdad y Políticas Públicas de El Colegio de México, nos refiere la situación del niño que, nacido en Estados Unidos o con experiencia educativa en ese país, retorna a México y enfrenta dificultades de aprendizaje: muchas veces no habla ni escribe bien el español.
Hay que entender mejor las dinámicas familiares asociadas con la migración, pues ésta no puede centrarse en trabajadores y experiencias laborales, desatendiendo el tema de los niños que van y vienen, que entran a sistemas educativos diferentes, que incluso cumplen roles activos en el seno de las familias migrantes, como el de ser traductores e intermediarios de sus mayores en el nuevo país. Hay que analizar las dinámicas familiares y culturales en áreas rurales y agrícolas que sufren el éxodo masivo de emigrantes hacia Estados Unidos.
Una constante tanto en los estudios mexicanos como en los artículos españoles que publicamos en este número es la del sueño del migrante de que sus hijos tengan una mejor educación y más oportunidades. Y pese a los sacrificios, aquí se reporta que “en la mayoría de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la condición migratoria del alumnado se considera, hoy día, un factor predictivo de bajos resultados académicos y de abandono prematuro”. ¿Cómo vamos a revertir esto?
Ángel M. Junquera Sepúlveda
Director
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