De acuerdo con Robert Solow, lo que genera la riqueza de una nación no es su número de fábricas ni la generación de empleos. Tampoco el trabajo duro, por más duro que éste sea. Para el famoso economista, es la innovación la que genera la riqueza. Demostrarlo le valió el Premio Nobel de Economía en 1987.
En este número de El Mundo de la Educación el tema central es la innovación, así como la ciencia y la tecnología que la generan. La innovación es el motor del desarrollo de cualquier país en la sociedad de conocimiento. ¿México está a la altura de lo que se espera de él? ¿De veras existen las condiciones para innovar?
Para dar al lector una visión general del asunto, hemos acudido a quienes están encargados de promover la ciencia y la tecnología en este país, a quienes son científicos en funciones y a quienes educan para hacer ciencia.
En primer lugar, entrevistamos a Enrique Cabrero, director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), quien, rebosante de optimismo, habla de los logros durante su gestión, convencido de que México necesita ser visto —nacional e internacionalmente— como un país que, además de mano de obra calificada, genera innovación. Ejemplo de lo anterior son las patentes de los consorcios Conacyt y de las universidades mexicanas.
Nora Volkow, connotada neurocientífica, nacida y educada en México, titular del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, en Washington, D.C., habla de las líneas de investigación más prometedoras en la rehabilitación del cerebro humano y subraya que la ciencia, como el arte, es una actividad humana que no pertenece a un solo país o a una sola cultura. Por su parte, el investigador en física Miguel Etxenike conversa sobre cómo se puede transmitir la ciencia a los estudiantes y lo qué significa ser un ciudadano científicamente informado.
Al tema abona el artículo que describe qué es la competencia científica, según la prueba internacional PISA, para la evaluación de alumnos de 15 años. A la lista puede agregarse el conocimiento del idioma inglés. Dada la pujanza de Estados Unidos, su dominio es fundamental para acceder a los textos y publicaciones científicas de vanguardia. Sin embargo, como señalan Héctor Faya y Franco Bastida, es una asignatura pendiente en el sistema educativo nacional y, por lo tanto, rumbo a las elecciones, otra exigencia que considerar.
Además del inglés, ¿cómo podemos traer la vida científica a las escuelas? Eduardo Hoppenstedt contesta a esta pregunta con una experiencia con alumnos de educación media superior desde el Movimiento Maker, vigoroso y activo.
En este número se ofrecen, además, artículos de nuestros colegas de Cuadernos de Pedagogía. Conxita Márquez y Montserrat Pedreira aportan información sobre cómo se generan espacios de producción de conocimiento y Teresa Lloret y Ángel Tarriño describen las mejores prácticas internacionales al respecto. Por su parte, Juli Palou recuerda que la actividad de hacer ciencia implica plantear problemas de investigación y estrategias metodológicas, recoger y analizar los datos y —un paso más— dar a conocer los resultados, lo que se hace generalmente en revistas científicas. Desde El Mundo de la Educación, aspiramos a contribuir a esta difusión, acercando los temas educativos que interesan a la sociedad.
Ángel M. Junquera Sepúlveda
Director
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