Para el rector de la Universidad La Salle, en nuestro país el compromiso por la educación no es prioridad, y menos la educación de calidad que forme a las personas con la capacidad intelectual y visión crítica para comprometerse en el desarrollo. En esta entrevista nos habla de las prioridades que, a su juicio, debemos tener como país en materia educativa, al tiempo que destaca los pilares que distinguen a la formación lasallista.
La educación lasallista se ha implementado en México desde 1905, esto es, desde hace 115 años. ¿Cuál considera usted que sea su aportación principal?
La Red Educativa La Salle es una de las más importantes en al país, con 52 instituciones en 20 estados de la República. En la actualidad, 145,000 niños, niñas y jóvenes se forman en nuestros centros educativos.
A lo largo de estos años, el lasallismo en México ha impactado, al menos, en dos aspectos. Primero, en la formación de líderes con enfoque humanista, que han trascendido en ámbitos empresariales, gubernamentales, educativos y, sobre todo, en los familiares. Nuestros egresados son profesionales con valor que han dejado huella en diversos ámbitos y, de esta forma, la educación lasallista ha sido un factor de desarrollo para el país. Y, en segundo lugar, se ha dado prioridad a la educación de los más pobres en diversas obras que tenemos en la sierra, en comunidades rurales y urbanas marginadas, en la formación de niños abandonados, democratizando la educación y ayudando a que estas personas con mayores dificultades económicas y que difícilmente podrían incorporarse a la educación, accedan a una formación de calidad humana y académica.
Todos los niños y jóvenes necesitan una educación que les permita ganarse la vida y participar en la comunidad a la que pertenecen, desde luego… pero ¿considera usted que todos deberían tener educación universitaria?
La educación es un derecho de todas las personas. La educación universitaria no sirve solamente para obtener un título que permita ejercer una profesión, sino que les permita acceder a la cultura y a la visión del mundo que da la educación superior.
Es importante tener un título que avale los conocimientos, pero resulta más importante abrir la concepción de la vida y del mundo a todos los jóvenes para que busquen siempre el bien personal y social. Que no se dejen engañar por discursos tendenciosos. Que tengan la capacidad para analizar con libertad y con una visión que les permita juzgar con conocimiento, tanto los acontecimientos como la gran cantidad de información a la que estamos expuestos. A partir de ello, buscar y proponer soluciones, incidir en la transformación positiva de su sociedad.
La educación superior no debe preparar sólo para la profesionalización. Es más importante brindar cultura a las nuevas generaciones y, sobre todo, formar el pensamiento crítico y analítico de las personas. Ésta es la principal misión de la educación superior.
¿Cuál es el criterio para determinar cuáles jóvenes sí y cuáles no reciben esta educación?
Todos los estudiantes deberían de tener acceso a la educación superior. No se puede discriminar por capacidad, por los resultados en los estudios anteriores o por otras condiciones.
Actualmente, en los países de América Latina casi el 50% de los estudiantes tienen acceso a la educación superior. Eso los ha hecho personas más conscientes de la realidad, más comprometidas con la sociedad y con su país, y más capacitadas para construir el futuro. Sin embargo, en México no llegamos ni al 40% de cobertura, y un tema además de la cobertura es el de la calidad. No basta dar acceso a la educación superior. Debe haber un compromiso para asegurar que se está formando acertadamente a las generaciones jóvenes, que van a la universidad no sólo a cubrir horas de clase, sino a aprender y a formarse como personas pensantes, para comprometerse con el desarrollo de la sociedad, la inclusión de todas y todos, y la preservación del planeta.
Desde su punto de vista, ¿cuál es la diferencia entre la educación universitaria pública y la privada?
Cada universidad tiene una vocación definida, una visión del mundo y un modelo educativo que fundamenta su quehacer en la docencia, la investigación y la extensión.
Una clara diferencia es la gestión. La educación pública se gestiona con recursos del Estado y la educación privada con recursos que las propias universidades tienen que buscar para poder cubrir todas sus necesidades, servicios y proyectos de investigación.
El acceso a la educación pública es gratuito y eso facilita a muchas familias la posibilidad de continuar su educación. Esto se dificulta más en la educación privada, pues no se cuenta con ningún recurso público, a pesar de que los padres de familia (y muchas veces los mismos alumnos) pagan sus impuestos como todos los ciudadanos.
En cuanto a calidad de la educación en todas partes se encuentra de todo.
En algunos países como Francia toda la educación es gratuita, pues se considera un medio para homogeneizar a la sociedad. ¿Cree usted que este modelo podría echarse a andar en México?
Esa debería ser la obligación del Estado, asegurar una educación gratuita para todos y de buena calidad. Desafortunadamente, hasta el momento no ha sido así.
Lamentablemente, la educación universitaria es un privilegio de unos pocos, y es uno de nuestros grandes retos como país. Debemos seguir trabajando para que cada año se integren más mujeres y hombres a las universidades y reciban educación para la vida.
En nuestro país el compromiso por la educación no es prioridad, y menos por una educación de calidad que forme a las personas con la capacidad intelectual y visión crítica para comprometerse en el desarrollo.
Desde hace tiempo, la educación en México sólo es para ampliar cobertura. La prueba de ello son los resultados que obtenemos en exámenes internacionales como PISA. Esto no impide que existan alumnos sobresalientes, que han representado al país de manera exitosa en diversos concursos internacionales. Pero éstas son representaciones individuales. No reflejan la realidad de todo mexicano.
Déjeme hablar de un tema coyuntural, señor rector: ¿cómo ha enfrentado la Universidad La Salle el Covid-19?
Ha sido una situación muy difícil y un gran reto para la institución y las familias de nuestros estudiantes y colaboradores. Hemos abordado la pandemia desde cuatro aspectos: 1) la salud y bienestar de la comunidad universitaria, 2) la continuidad de las actividades académicas y formativas, 3) acciones de impacto positivo en la sociedad y 4) apoyo y soporte universitario.
En ese sentido, hemos realizado diversas acciones para acompañar y apoyar emocionalmente a diversos integrantes de la comunidad. Como institución, vivimos lo que todas las familias están experimentando: falta de recursos, ajustes económicos para brindar el mayor apoyo a las familias, esfuerzos muy grandes para cumplir con el pago quincenal para todos los colaboradores, mayores gastos para dar mantenimiento a instalaciones que no se ocupan y prepararlas con las medidas que implican la nueva normalidad y la operación del Modelo Mixto La Salle.
¿Podríamos decir algo similar en el campo de la investigación y la innovación?
Desde luego. Hemos desarrollado dos plataformas, una de predicción de casos para analizar y proyectar la evolución de la pandemia en México, y otra para el registro de pacientes oncológicos con Covid-19 que permitirá definir protocolos de intervención terapéutica. Además, tenemos en curso más de 20 investigaciones que están midiendo el impacto de la pandemia y proponiendo soluciones.
Destaco el esfuerzo que han realizado los docentes para actualizarse e impartir cerca de cinco mil asignaturas-grupo en modalidad a distancia. La Universidad ha hecho el esfuerzo por capacitar en habilidades digitales y nuevas competencias didácticas a todas las personas que integran el claustro, quienes han respondido con un gran compromiso. La universidad también se ha esforzado por no dejar de realizar ninguna de las actividades de nuestro modelo de formación integral.
También nos estamos preparando para el regreso a Campus La Salle, transformamos más de 150 salones convencionales en Aulas Digitales Mixtas (ADM) con tecnología avanzada y capacidad de red, que permita a estudiantes de forma presencial en el campus y a distancia desde casa tomar sus clases de forma sincrónica.
Con el Modelo Mixto La Salle, trabajamos con el compromiso de siempre para ofrecer a nuestros estudiantes excelencia académica con enfoque humanista y egresen como profesionales con valor.
Ahora paso a una pregunta personal: ¿qué es lo que más le agrada y qué es lo que menos le agrada de ser rector de La Salle?
Lo que más me agrada de ser rector de La Salle es saber que estoy contribuyendo al crecimiento del país por medio de la formación de las generaciones jóvenes, consciente de que todo lo que hacemos en esta etapa de la vida de los estudiantes repercutirá posteriormente cuando sean empresarios, gobernantes, padres o madres de familia. Estoy totalmente convencido de que la acción de la universidad es multiplicadora, que todo lo que hacemos aquí se repetirá posteriormente en familias, empresas, etcétera. También me enorgullece saber que los profesionales con valor egresados de La Salle realizan labores excelentes en los diversos ámbitos en donde se desarrollan y que todos llevan la impronta lasallista con orgullo y con un cariñoso recuerdo hacia su alma mater.
Lo que menos me agrada es encontrarme con madres y padres de familia, y en ocasiones hasta estudiantes, que consideran que la universidad debe hacer lo que ellos quieren y que piensan que su punto de vista debe imponerse por encima de toda la comunidad.
Si en sus manos estuviera hacer una reforma al sistema educativo mexicano, ¿qué reforma haría?
Lo más importante en educación es la capacitación docente. Empezaría por modificar el plan de formación en las escuelas normales para preparar profesores para el futuro y que no estén atrasados en las teorías pedagógicas.
Pondría a la educación como la prioridad del país, consciente de que es una inversión a largo plazo, pero que es la única manera real de lograr una transformación radical para el futuro de la nación. Hay que estar conscientes de que no es una inversión que atraerá votos o popularidad, porque los frutos en la educación son a largo plazo.
Invertiría en tener espacios educativos dignos para la formación de los estudiantes, donde el mismo espacio sea el primer aspecto de su formación. ¿Qué pueden aprender los alumnos que van a escuelas medio derruidas? ¿Cómo estará la autoestima de esos niños que ven que no se invierte en ellos, que su escuela no le significa nada al gobierno y que ellos deben caminar entre escombro y basura? La dignificación de los espacios ayuda a dignificar a las personas.
Mejoraría de manera significativa los planes de estudio, para que los alumnos fueran a las escuelas a aprender y no sólo a pasar el tiempo. Implicaría en este proceso a los docentes, que son los expertos en educación.
En fin, he enumerado de manera no jerárquica las ideas que me vienen en este momento, pero como conclusión, considero que en el mundo de la educación todavía hay muchas oportunidades de crecimiento, especialmente en nuestro país, que no ha puesto este tema como una prioridad.
Enrique Alejandro González Álvarez cursó las licenciaturas de educación primaria, ciencias religiosas, matemáticas, y lengua y literatura hispánicas, así como la maestría en letras y lingüística hispánica y el doctorado en lingüística en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Tiene 30 años ininterrumpidos de labor docente en instituciones lasallistas, desde profesor de primaria y secundaria hasta profesor universitario, director de licenciatura y rector de la Universidad La Salle Benavente (Puebla).
Es investigador del Centro de Lingüística del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Ha publicado seis libros sobre etimología y lingüística, ha sido ponente en numerosos congresos en México, Cuba y España, y es miembro de diversas asociaciones nacionales e internacionales sobre lingüística y semiótica.
El 1° de julio de 2011 fue nombrado rector de la Universidad La Salle, A.C., y en 2017 fue ratificado por tres años más al frente de esa casa de estudios.
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