Dolors Reig Hernández
Deusto, Barcelona, 2012
Éste es un libro positivo, optimista, que analiza la revolución social, cognitiva y creativa que supone una red con 2,000 millones de usuarios, sin dejarse amedrentar por los supuestos peligros de internet. La tesis de Reig es muy clara: como sociedad y como individuos hay algo mucho más peligroso que perderse o dejarse engañar en internet, y es quedarse fuera de ella.
El libro está organizado en nueve capítulos, a lo largo de los cuales se analizan los nuevos hábitos que podremos adquirir y las nuevas profesiones por desempeñar tanto los individuos como las organizaciones conectadas.
Reig arranca con la idea de “plaza de pueblo renovada”, una idea que esgrime a menudo en sus intervenciones públicas: comunidades amplias en las que el aislamiento se convierte en hiperconectividad. Y de ahí pasa al concepto de “sociedad aumentada”, con dispositivos móviles que nos mantienen permanentemente conectados, lo cual genera una capa de matices adicional a la realidad. Todo esto no es extraño a la naturaleza humana, dice en el capítulo segundo, sino que forma parte de nuestras ansias de sociabilidad y participación. A ello se debe, justamente, el éxito de las redes sociales.
El tercer capítulo glosa las bondades de esta web 2.0, que ella prefiere llamar “web social”, y plantea un tema clave relacionado con la autenticidad e intensidad de las relaciones que se establecen por medio de las redes sociales: ¿es posible el soporte emocional entre “desconocidos”? Responde, a su vez, con otra pregunta: ¿somos acaso más desconocidos de lo que antes pudimos experimentar en una plaza de pueblo repleta tanto de información como de inhibición y normas sociales?
El capítulo cuatro se dedica a las mediciones, a conocernos mejor mediante el uso de técnicas de análisis de datos, algo que revolucionará las ciencias sociales. Las estadísticas arrojan informaciones como éstas: si quieres ser popular en las redes no debes hablar de trabajo, ni de tareas cotidianas ni tampoco de pensamientos. En definitiva, somos mucho más predecibles de lo que pensamos. En este capítulo también apunta los dilemas clásicos del movimiento abierto: bien común/privacidad, libertad/seguridad. Y se posiciona: “Flexibilizar nuestros criterios acerca de privacidad […] podría acelerar procesos de innovación social”.
En el capítulo cinco habla de interactividad y participación y aborda el concepto de democracia 2.0, que describe como “una red de individuos conectados, empoderados e inteligentes”. De esto pasa, en el capítulo seis, a la “actitud 2.0”, algo que define con algunas ideas claves: pacifismo, globalización, descentralización e independencia, empoderamiento y cultura científica; más empatía, diversidad, autenticidad, claridad y simplicidad; diversión, poder de las historias, flexibilidad y cambio; multimedia, transmedia, actitud creativa, conexión…
“Después de la revolución tecnológica y social, la revolución creativa y cognitiva”, augura en el capítulo siete. Y aprovecha para presentar la figura de curador de contenidos, o intermediario crítico, un profesional capaz de limpiar la sobreabundancia de información. Precisamente en el siguiente capítulo, el ocho, sugiere la prospección de nuevos modelos de negocio, ejemplos de “innovación social” ligados a las tecnologías 2.0, por supuesto. Pasa de puntillas por la incógnita del “gratis como negocio” y no profundiza en ella (una lástima), sino que deriva al último libro de Chris Anderson, Free: The Future of a Radical Price. Sin embargo, desde nuestra perspectiva la perla de este capítulo es el apartado “Mirando al futuro: de la educación al aprendizaje del individuo conectado”. En él intenta revisar los aspectos de la educación que cambian en el nuevo contexto. Termina el monopolio de la información por parte de unos pocos (las universidades como catedrales del saber) y gana fuerza el profesor como orientador que dirige el flujo del aprendizaje. Y, sin profundizar en conceptos pedagógicos, cita a Vygostki y su “zona de desarrollo próximo”.
“Sobran motivos para el optimismo”, así empieza el último capítulo de este libro; “puede que pequemos de ingenuidad”, confiesa de entrada, pero luego puntualiza: “pero entendiendo por ingenuo lo que se identificaba históricamente como la condición de hombre libre, por contraposición al siervo”.
“Sí, somos ingenuos, intencionadamente optimistas y elegimos […] abrir al máximo las ventanas para ver, con la mayor libertad posible, lo que vamos a ser capaces de construir”. Concluye así y cumple su palabra: con la publicación de este libro, Reig inaugura un nuevo blog, socionomia.org, que se suma al que ya casi es un clásico: www.dreig.eu/caparazon. En uno y otro, continúa el análisis.
* Publicado originalmente con el título “Abrir las ventanas al máximo” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 427, octubre de 2012.
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