Hay una idea que ronda las cabezas de los profesores de los departamentos de dibujo de todos los centros educativos cada vez que se revisan y modifican las leyes educativas: la esperanza de que el aprendizaje de las artes sea valorado al igual que el aprendizaje de ciencia o matemáticas, esperanza que lamentablemente siempre se queda en eso.
Hay una realidad acerca de la educación artística: el detrimento de horas asignadas en la escuela es cada vez mayor, lo que la deja a merced de otras materias que alguien considera “más importantes” y “más necesarias” para la formación integral del alumnado. Además, ocurre que la enseñanza del arte queda relegada al servicio de otros asuntos y otras disciplinas (decoración del centro con motivo de las festividades, elaboración de murales…) y demás actividades que elevan la percepción general de que esta asignatura es un complemento estético-decorativo que no tiene entidad propia más allá del “recorta, pega y colorea”, a merced de los saberes “serios”.
Esta concepción de la educación artística concibe sólo el resultado y no el complejo proceso de planificación, elaboración y conceptualización de la obras de arte. Resultaría necesario valorar la importancia del proceso artístico en sí mismo, como disciplina generadora de conocimiento, para evitar caer en la tentación de pensar que todo aquel arte que no entendemos es aquel “que hace cualquiera” y que es fruto de la casualidad. Por eso es fundamental que se contemple en el currículo el estudio del arte contemporáneo, sus múltiples manifestaciones y su complejo proceso de génesis. En el momento actual, en el que la educación está basada en la adquisición de competencias, es necesario el estudio de las artes no sólo como contenido complementario sino como entidad propia.
En la actualidad nos encontramos con que nuestro sistema educativo no da la importancia necesaria al aprendizaje de las artes en ninguna de las etapas de escolarización obligatoria. La autonomía de los centros para ofertar o no la educación artística como asignatura optativa junto a la reducción horaria de éstas hace que su presencia sea, en algunos casos, simbólica. Esta situación se ve agravada por la “herencia” que persigue a las asignaturas artísticas, ya que socialmente, e incluso por parte de la comunidad educativa, se siguen considerando de segunda categoría académica y profesional. Si comparamos esta situación con la de algunos países que son pioneros en educación, es muy evidente el escaso número de horas dedicadas a las artes en nuestras aulas.
Ahora, más que nunca, necesitamos formar ciudadanos con capacidad crítica ante la multitud de mensajes de tipo audiovisual que nos llegan a cada minuto
La existencia de centros que han decidido no ofertar asignaturas optativas que dependen de los departamentos de artes plásticas o dibujo tiene como consecuencia que un alumno puede pasar por una etapa educativa obligatoria sin haber cursado ni una sola hora de educación artística (es el caso de la educación primaria, donde resulta especialmente sintomático). Como este tipo de decisiones están permitidas por la administración educativa competente y por el marco legislativo que rige nuestro sistema educativo, nos encontramos con que nuestra asignatura queda desprestigiada institucionalmente y, por lo tanto, la sociedad interpreta que no será tan importante la educación artística cuando ni siquiera es obligatorio que se imparta en todos los centros escolares.
En aquellos centros de educación secundaria en los que sí se imparte, donde aparece como de oferta obligada, ocurre que el peso de la asignatura con respecto a los criterios de promoción es menor que el de otras disciplinas. Por lo tanto, un alumno puede pasar de curso sin problema cuando la asignatura que tiene reprobada es la educación plástica y visual. Esto refuerza de nuevo la imagen que tienen los alumnos y la sociedad de que la educación artística no es una asignatura importante.
La sociedad va cambiando a pasos agigantados; las disciplinas y las áreas de conocimiento y su currículo educativo se modifican al ritmo del avance científico, social, tecnológico, etcétera, pero las artes siguen ancladas en el pasado, tal como rezan sus planes de estudio y sus currículos en todos los niveles educativos: educación infantil, primaria, secundaria, etcétera.
Nunca antes se generaron tantos mensajes de tipo audiovisual y nunca antes nos vimos inmersos en la labor de descifrarlos y de comprenderlos. Es por ello que ahora, más que nunca, necesitamos formar ciudadanos con capacidad crítica ante la multitud de éstos que nos llegan a cada minuto. Es fundamental, por lo tanto, la alfabetización audiovisual de nuestros alumnos, con el fin de formar ciudadanos capaces de desarrollar un pensamiento crítico, hábiles en la interpretación de estos mensajes. Las imágenes, al igual que un texto oral o escrito, tienen su gramática, sus leyes, sus relaciones y su sentido, y de igual forma que es necesario aprender a leer un texto compuesto por palabras, también lo es leer y aprender a mirar una imagen cuyos elementos no son palabras ni números sino otros componentes. Hay multitud de lenguajes y sistemas de comunicación más allá de las letras y los números.
En un momento como éste, en el que las administraciones educativas están haciendo una fuerte apuesta por el fomento del estudio de las STEM [science, technology, engineering and mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas)], era el momento de haber tenido en cuenta el estudio y la formación en STEAM [science, technology, engineering, art and mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas)], que incluye el arte dentro de la fórmula como ingrediente necesario. Introducir el pensamiento crítico y reflexivo propio del estudio del arte con estas disciplinas hace que se enriquezca no sólo el resultado terminal de aprendizaje, sino también el propio proceso educativo. El arte aporta una interpretación creativa y un modo distinto de afrontar un problema proponiendo otras miradas más allá de la interpretación literal del mundo.
La gran escisión que existe entre arte, educación y sociedad, está permitiendo que en la actualidad sea imposible hablar de una formación integral real de los alumnos, ya que éstos finalizan sus estudios careciendo de una de las herramientas más básicas para interpretar lo que ocurre a su alrededor, por lo que se hace urgente una revisión del actual sistema educativo.
* Profesora de dibujo y jefa de Estudios en el Instituto de Educación Secundaria Julio Verne de Leganés, Madrid. Artículo publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 495, diciembre de 2018-enero de 2019.
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