Escritor, poeta y filósofo estadounidense, Henry David Thoreau es ampliamente conocido por su Desobediencia civil, donde estableció la doctrina de la resistencia pasiva que habría de influir más tarde en Gandhi y Martin Luther King. Sin embargo, una de sus facetas menos conocidas, aunque no por ello menos importantes, fue su labor como educador.
El pasado 12 de julio se celebraron 200 años del nacimiento del filósofo y poeta Henry David Thoreau. Nacó en Concord, Massachusetts, y se le considera una de las figuras más representativas del trascendentalismo estadounidense del siglo XIX.
Reconocido por sus obras Civil Disobedience (1849) y Walden (1854), creía que la existencia individual del hombre era más valiosa que cualquier gobierno. Recordándonos a Diógenes de Sínope, abogaba por una vida sin lujos, pues las comodidades materiales no sólo las consideraba innecesarias, sino un obstáculo para la elevación del espíritu del hombre.
Deseaba experimentar la vida en su máxima expresión. Para ello debía deshacerse de todo lo que no era indispensable, por lo que se fue a vivir dos años (1845-1847) en medio del bosque, en una cabaña a las orillas del lago Walden. Concluyó que no es esencial la compañía de otros y que la noción de progreso como mejoramiento de las condiciones de vida jamás podrá traer paz interior ni felicidad.
El 24 de julio de 1846 tuvo un encuentro con un recaudador de impuestos local, quien le recordó que estaba atrasado seis años en sus contribuciones. Debido a su desacuerdo con la guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848) y con la esclavitud, el filósofo se negó a pagar sus impuestos. Pasó una noche en prisión y fue liberado al día siguiente, gracias a que alguien (probablemente su tía), en contra de su voluntad, pagó la deuda.
Este incidente dio paso a que escribiera su ensayo Civil Disobedience, donde critica la autoridad del Estado y afirma que el hombre debe ser individuo antes que ciudadano. El texto influyó a grandes figuras como Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
Una de sus facetas menos conocidas, pero no por ello menos importantes, fue su labor como educador. En 1837, después de haberse graduado en la Universidad de Harvard, ingresó como profesor a la escuela pública de Concord. Al no querer aplicar castigos físicos a sus alumnos, renunció. Entre 1838 y 1841 él y su hermano John dirigieron la Academia de Concord.
Durante su gestión solían preguntar a los alumnos: “¿Qué quieren aprender?” Los viajes al campo eran parte del plan de estudios. Los niños podían estudiar plantas y animales de primera mano con el fin de complementar los estudios que hacían a través de los textos. Thoreau tenía una especial predilección por esta forma de enseñanza, por lo que gran parte de sus clases se desarrollaba fuera del salón. No por ello descuidaba la parte tradicional de la enseñanza: promulgaba la síntesis entre pensar y hacer; entre la transmisión de conocimiento y la creación de nuevas formas de ver el mundo. Cuatro años después de que tomaran la dirección de la academia, John enfermó gravemente de tétanos, por lo que los hermanos se vieron forzados a dejar la escuela. En 1842 John murió en brazos de Henry. El escritor jamás volvió a ejercer la enseñanza.
Su carrera como profesor no duró mucho, pero su vida refleja un proceso de educación continua. Sabía que ninguna formulación o sistema de aprendizaje podían ser suficientes o definitivos. Para él, el verdadero desarrollo educativo implicaba aprender perpetuamente y estar al tanto de los límites y los alcances del conocimiento que uno posee. Thoreau registró su proceso de aprendizaje en su diario, donde alternó entre sus experiencias de vida y el aprendizaje que extraía de ellas.
Este movimiento dialéctico entre mundo y mente es necesario para evitar un estatismo intelectual que sólo refrenda una cultura previamente establecida. Esta forma de educación no implica desechar la tradición, sino ponerla en duda y transformarla: volverla dinámica. Aunque Thoreau no se haya dedicado profesionalmente a la educación, sus ideas sobre el aprendizaje se encuentran presentes en educadores como Ivan Illich y Maria Montessori.
Illich, en su Deschooling Society (1971), subraya la imposibilidad de una educación integral a través de la escuela. Cualquier tipo de institución fundada en el modelo de una academia institucionalizada no es viable. La forma en que se percibía la escuela (fenomenología de la escuela) se fundaba en que el profesor debía reconocer las dificultades que tienen los alumnos para aprender y motivarlos a adquirir mejores métodos aprendizaje. Para Ivan, esto es una manera de dominación, pues se moldea la imaginación de los pupilos y se minimiza el pensamiento crítico.
La pregunta fundamental de la educación no es: ¿qué se debería aprender? Más bien: ¿con qué clase de cosas y personas los aprendices querrán interactuar con el fin de aprender? Aquí es cuando el espíritu de Thoreau revive, pues la interacción con el entorno es lo que promueve el aprendizaje: se aprende por medio de la vida, no de la institucionalización.
Por otro lado, el método Montessori es un modelo de aprendizaje que tiene como principio el desarrollo psicológico de los individuos por medio de su interacción con el ambiente. Maria creía que a los niños que se les daba la oportunidad de actuar libremente en un entorno construido a partir de su modelo se desarrollarían óptimamente. Ya un poco alejado de Walden y de la vida sencilla, el desarrollo psicológico en el modelo Montessori sigue recordándonos a Thoreau y su concepción de la experiencia como parte vital de la educación.
Thoreau no fue un educador en el sentido estricto de la palabra, pero su actitud en torno del aprendizaje y el desarrollo humano ha sido y sigue siendo desarrollada por educadores reconocidos.
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