La tecnología se ha convertido en algo transparente y casi imperceptible, que usamos cotidianamente y de la que dependemos, en muchas ocasiones, sin siquiera ser muy conscientes de ello. En este mundo digital, ¿qué características deben tener las escuelas para preparar y educar al alumnado del siglo XXI?
Nuestro entorno inmediato está rodeado por un sinfín de artefactos y tecnologías que se encuentran presentes en los hogares, en los trabajos, en las escuelas, en los espacios de ocio, etcétera. Todas ellas nos prestan innumerables servicios y utilidades en distintos ámbitos. La aplicación de los avances de la tecnología a distintos campos o áreas de conocimiento está determinando su evolución y modificando el perfil laboral de la mayoría de las profesiones, siendo prácticamente imposible imaginar cualquier actividad que no esté mediada por la tecnología.
En el plano educativo, el rasgo más destacable de este nuevo ecosistema en el que nos desenvolvemos es el de las características del alumnado presente en los centros educativos. Los niños y las niñas, desde edades muy tempranas, reconocen y usan las posibilidades de interactividad con las tecnologías en general y con las digitales en particular. Casi instintivamente aprenden a manejar las pantallas táctiles de teléfonos celulares o tabletas digitales y a acceder a los sitios y contenidos de su interés. En definitiva, nuestra sociedad está mediada por la tecnología y es digital, y los ciudadanos debemos aprender a desenvolvernos con seguridad y eficacia en ella.
La escuela del siglo XXI debe preparar y educar para que el alumnado, al acabar la enseñanza obligatoria, sea un ciudadano capaz y competente para conducirse en nuestra sociedad. Y si uno de los rasgos más característicos de la misma es que es digital, obviamente la escuela debería serlo también y, en consecuencia, el desarrollo de la competencia digital del alumnado y del profesorado debería ser uno de los objetivos prioritarios del sistema educativo, y su logro dependerá en gran medida del establecimiento de políticas educativas que reflejen esa apuesta.
Las estrategias y las políticas educativas para abordar la competencia digital se orientarán hacia un uso de las TIC que contemple acciones al menos en los siguientes ámbitos: integración de tecnologías en los centros educativos, integración de tecnologías en el currículo e integración de nuevas prácticas pedagógicas. Desde este punto de vista, cabe reflexionar sobre cómo podría ser un aula del siglo XXI. Podemos imaginar un modelo de aula digital donde el alumnado utiliza su propio dispositivo y se trabaja a través de un espacio virtual, con metodologías activas y colaborativas, materiales modulares, y donde cada centro propone, de acuerdo con su proyecto educativo y su currículo, las situaciones de aprendizaje y las actividades que desea. Si este es el modelo real que se impondrá es realmente difícil asegurarlo, ya que la velocidad de los cambios, tanto en las tecnologías como en el sistema educativo, podría llevarnos hacia un modelo diferente.
Poner las bases
¿Cuál es el papel de las administraciones ante esta encrucijada? Las soluciones que se han adoptado desde las diferentes administraciones varían de acuerdo con la situación concreta en cada caso. Hay una necesidad perentoria que nos llega desde los centros educativos, y es que para que el nuevo modelo sea viable es necesario disponer de una conectividad de calidad.
En cuanto a la disponibilidad de un dispositivo por cada alumno, puede haber varias formas de abordarlo. Lo que sí es obvio es que la solución que se adopte deberá ser sostenible. No es viable volver a pensar en dotaciones millonarias a los centros educativos que a los pocos años queden obsoletas. Una opción podría ser la adquisición de los dispositivos y que la administración se comprometa a poner a disposición de los usuarios los contenidos digitales necesarios y los servicios y la infraestructura de comunicaciones indispensable para su uso. Algunas de estas ideas ya se han puesto en práctica en ciertas comunidades. Obviamente, en este modelo está claro que las políticas educativas deberían incluir algún tipo de medida que permita salvar las dificultades que podría tener para el acceso a los dispositivos una parte del alumnado con menos poder adquisitivo, al igual que ocurre en la actualidad con los libros de texto y el material escolar para la compensación de desigualdades.
Las administraciones educativas deben garantizar que tanto los centros educativos como el profesorado dispongan de los medios necesarios para avanzar hacia la escuela digital, que garanticen el uso de toda la comunidad escolar en unas condiciones aceptables. Para ello es necesario avanzar y actualizar las infraestructuras básicas, las dotaciones de dispositivos y la conectividad. Pero además es necesario contemplar servicios de atención a los usuarios que liberen al profesorado de las tareas de mantenimiento de equipos, sistemas e infraestructuras.
Con respecto al uso de las TIC en el aula, como recurso educativo, comenzó a llevarse a cabo por una minoría de docentes que, además de tener interés o gusto por las TIC, era innovador y lo hacía con carácter voluntario. A medida que las tecnologías digitales fueron evolucionando, fue aceptándose, cada vez más, la suposición de que éstas iban convirtiéndose en un elemento favorecedor de la mejora de la educación. Sin embargo, la cantidad de profesorado que se decidía a utilizarlas como recurso y a incorporarlas en su docencia no crecía al mismo ritmo que esa evolución.
Ahora bien, la definición de las competencias clave como aprendizajes imprescindibles y la adopción del compromiso en el marco europeo, para garantizar el acceso y uso de las TIC, originó la introducción de las competencias básicas como nuevo elemento del currículo en los sistemas educativos. Por lo tanto, el uso educativo de las TIC cobró un carácter preceptivo y evaluable.
Como resultado, el escenario cambió radicalmente. Se generalizaron las políticas educativas de implantación de tecnologías en los centros educativos, proliferaron los planes formativos de alfabetización digital del profesorado y creció el número de profesorado que adoptaba las TIC con motivación, aunque coexistiendo con otro profesorado que se resistía a usarlas.
De igual modo que las tecnologías evolucionaron, el uso educativo de las mismas también lo ha hecho a la luz de la investigación educativa y de la experiencia, transitando por tipos de uso bien diferenciados, desde el mero uso suplementario y/o complementario, hasta la búsqueda del verdadero valor añadido que diferencia estos recursos por su enorme potencial.
Ir un poco más allá
Pero, dicho todo lo anterior, para que realmente todo esto tenga impacto en el aula, un factor que nos parece relevante destacar es el de la integración de las TIC en el currículo. Nos referimos a que no es suficiente identificar los conocimientos, habilidades y actitudes imprescindibles que definen la competencia digital y establecer su relación con los contenidos y los criterios de evaluación a nivel general. Además, la presencia de las TIC debe estar de forma explícita en la concreción de los diseños curriculares y en todos los elementos de cada una de las áreas y materias, de manera que pueda apreciarse su carácter transversal e instrumental, pues son precisamente los diseños curriculares el referente que usan los docentes para la elaboración de su programación didáctica.
Por último, integrar nuevas prácticas pedagógicas implica abordar el terreno de las creencias y las visiones que cada docente tiene sobre la educación, ya que supone revisar modelos de enseñanza, metodologías, estilos y roles del docente. La administración educativa debe impulsar la innovación en las prácticas pedagógicas, y para ello debe promover iniciativas y proporcionar servicios de apoyo y orientación que faciliten la adopción del modelo educativo por el que haya optado.
Los recursos digitales y tecnológicos nos permiten llevar a cabo muchas acciones que no podríamos realizar sin ellos, pero es necesario poner el foco en el valor de los procesos y los aprendizajes en detrimento de las herramientas. Es decir, los recursos digitales deben ser utilizados de forma “transparente” y sólo cuando nos aporten un valor añadido. Lo interesante no es el recurso digital, sino lo que nos posibilita y cómo lo aprovechamos.
Los docentes son los verdaderos protagonistas del cambio. Por lo tanto, es necesario que contemplen, como un elemento primordial de su formación y actualización, la adquisición de la competencia pedagógica y tecnológica para afrontar los nuevos estilos de aprendizaje, y adaptarse a los diferentes roles docentes, donde ya no dirigen, sino que acompañan y orientan. Necesitan, además, incorporar nuevos modelos de enseñanza y metodologías innovadoras y de vanguardia apoyados en una buena base de TIC, en la que no puede faltar un buen dominio de la alfabetización informacional y del uso seguro y responsable de las TIC.
La escuela digital necesita un profesorado que tenga nuevas miradas sobre el alumnado y sobre la educación, que maneje una amplia mochila cargada de herramientas, que posea una gran capacidad de adaptación, que tenga inquietud por probar e integrar tecnologías cambiantes y que sepa aprovechar el potencial que le ofrecen las nuevas tecnologías —incluso en condiciones desfavorables—, que sea un orientador y un guía, que sepa cuestionar, que sepa fijar las metas, que sea un proveedor de contenidos y un garante de la calidad y el rigor. El profesorado asume este nuevo protagonismo diseñando sus propias situaciones de aprendizaje, en las que se ponen en juego nuevas prácticas pedagógicas, cada vez más alejadas del libro de texto y de los modelos tradicionales.
Pero el verdadero cambio, ya sea sobrevenido o provocado, se produce en el centro educativo. Cada centro educativo tiene unas características y una idiosincrasia que hacen difícil la generalización de soluciones que recojan las necesidades de todos los centros por igual. Son los equipos directivos los que pueden liderar este cambio y la dinamización de la innovación educativa. Sería ideal buscar liderazgos compartidos que sepan ofrecer protagonismo al profesorado innovador y de vanguardia.
El centro educativo debe diseñar espacios atractivos y accesibles, debe revisar sus estructuras de organización y adaptarlas a las nuevas necesidades (horarios, cursos, niveles, agrupamientos flexibles, áreas, espacios que faciliten el trabajo colaborativo, apoyos a la docencia en el aula compartida e interdisciplinar, presencia en la red, gestión de la información y el conocimiento…), debe vigilar que todo el alumnado tenga acceso a la tecnología, garantizando la equidad y la igualdad de oportunidades. Esta organización debe quedar recogida en el plan de integración de las TIC, que es un documento integrado en el proyecto educativo.
Las administraciones educativas deben asumir su protagonismo ofreciendo servicios que propicien las nuevas prácticas pedagógicas y la integración de las TIC: proporcionar servicios web multiplataforma, formación y actualización permanente del profesorado, asesoramiento y apoyo educativo y técnico; propiciar la investigación y la innovación educativa y ofrecer modelos de uso con situaciones de aprendizaje y recursos educativos; promover el liderazgo en los centros educativos para impulsar el cambio; facilitar espacios, aplicaciones y herramientas para compartir y comunicarse que faciliten las tareas de gestión.
Para concluir, la escuela ideal debería educar para la vida, ofreciendo al alumnado el mayor número posible de situaciones y experiencias para el aprendizaje en contextos reales. Por ello, en un mundo digital, una parte de la escuela debería, también, ser digital.
* Coordinadores del Área de Tecnología Educativa de la Consejería de Educación y Universidades de Canarias. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. y Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Artículo publicado originalmente como “Los docentes, los verdaderos protagonistas” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 462, diciembre de 2015.
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