Las herramientas tecnológicas sólo son medios que van a ayudarnos a alcanzar una serie de metas educativas previamente planificadas, y en ningún caso debe ser considerado el dominio de las herramientas como factor central del planteamiento de aprendizaje, afirma el autor al abordar el “paradigma digital” en el ámbito educativo.
El aprendizaje en línea, blended learning, entornos virtuales de aprendizaje, recursos educativos abiertos, plataformas educativas, MOOC, campus virtuales… son todos términos que se han vuelto usuales en el medio educativo desde hace algunos años, aunque no por ello podemos afirmar que sea un hecho el encontrarnos plenamente familiarizados con su uso y aceptación.
En mi trayecto profesional, desde hace algún tiempo he tenido oportunidad de participar de diversas formas en varias iniciativas “tecnológicas” que se supone han venido a revolucionar la forma en que hacemos “educación”. Sin embargo, aquí es donde debemos poner el acento, o mejor dicho, el dedo sobre la llaga: la tecnología no reinventa a la pedagogía; sólo amplía sus posibilidades. Por lo tanto es imprescindible integrar mejores didácticas y metodologías en un currículo para el nuevo paradigma, que ahora llamamos “digital”.
La tecnología como vía de integración y palanca de cambio transforma, día a día, la forma de enseñar y aprender de todos los ciudadanos. Los centros educativos deben así evolucionar y convertirse en agentes para la personalización y la atención a la diversidad en los aprendizajes, conectar metodologías con prácticas clásicas y nuevas, ser vínculo en la transferencia y la escalabilidad de la innovación, y también aceleradores de los cambios orgánicos en los que se encuentra inmerso el sistema educativo.
Ante tal perspectiva, un problema que visualizo —aparte de la falta de interés tanto de educadores como de educandos por mejorar las condiciones particulares de su desempeño— es la “brecha generacional”, distinta de aquella que se ha llamado “brecha digital”, que tanto ha ido y venido y que, para mí, dicho sea de paso, estriba más en una cuestión de fondo y no de forma, más en la incapacidad para usar los medios adecuadamente que en la imposibilidad de acceder a ellos. Si no fuera así, entonces no deberíamos tener problemas en superar a países como Brasil o Chile, quienes no muestran mejores números en cuanto a inclusión digital, pero sí en los relativos a su logro educativo, pese a su aparente “rezago tecnológico”. Erróneamente seguimos creyendo, desde hace ya un par de sexenios, que tener más recursos tecnológicos soluciona el problema, entiéndase desde aquellos tiempos en que tuvimos lo que se denominó Enciclomedia, que no era otra cosa que una pizarra digital vinculada a Encarta, hasta nuestros días, en que la política educativa ha puntualizado sobremanera que el problema se puede solucionar con la dotación de tablets (dispositivos que en muchos casos han terminado en el mercado informal porque gran número de maestros ya tienen una o porque los estudiantes poseen mejores smartphones).
De acuerdo con mi experiencia, el nombre que se dé al fenómeno educativo relacionado con la evolución tecnológica no es lo más trascendente, sino más bien el enfoque que demos a las nuevas formas de trabajo, tanto institucionales como académicas. En la práctica, el fenómeno se presenta distinto, tanto si hablamos de educación media o superior como si pretendemos desarrollar una modalidad mixta o dual, o completamente virtual y a distancia. Creo firmemente en el futuro de esta tendencia, pero sobre todo en la trascendencia asociada a nuestra actividad docente, ya no como transmisores sino como educadores, facilitadores y guías, y en la importante responsabilidad que implica prepararnos y cambiar nuestra forma de pensar. No es posible que pretendamos desarrollar este enfoque educativo si no hemos sido parte de él, aunque conozco a muchas personas que se dicen facilitadoras de entornos virtuales pero que nunca han tomado un curso en este medio, y por lo tanto no conocen la “experiencia” de aprender de una forma distinta. Luego entonces, su trabajo sólo se ha tecnificado, y lo que antes ponían en un pizarrón ahora lo ponen en una pantalla, así de simple.
El uso eficiente de la tecnología en los centros educativos ha sido uno de los temas más debatidos por expertos en los últimos años. El énfasis para el éxito en la introducción de TIC en procesos educativos debe ponerse sobre todo en la metodología didáctica y no en la tecnología… “La cuestión es entender que ser usuario de las TIC no significa aprender, pero sí que a través de ellas podemos generar conocimientos y compartir información; ellas nos ayudarán a que el contenido sea más interesante, actual, motivador para los alumnos, pero siempre deben estar incluidas en nuestras prácticas de manera planificada, conociendo el contenido o la disciplina que estamos impartiendo, y utilizando herramientas que les ayuden a producir conocimiento sobre el tema abordado, para que luego puedan difundirlo y compartirlo”, afirma Alejandro Piscitelli.
¿Cómo utilizar la tecnología de forma efectiva en los procesos de aprendizaje?
Aprender utilizando las TIC requiere un planteamiento metodológico distinto al de la adquisición de meros contenidos. La nueva ecuación para esta educación debe ser la siguiente: CONTENIDOS + PEDAGOGÍA + TECNOLOGÍA, donde estos tres factores fundamentales son claves para la introducción de las TIC en los procesos educativos, y, por ende, se requiere que los docentes manifiesten sólidos conocimientos tanto de contenidos como del dominio de competencias pedagógicas y un buen manejo de herramientas tecnológicas y sus posibles aplicaciones. La implicación requerida en la educación en línea, sea a distancia o en modalidad mixta, va más allá del simple conocimiento de una plataforma Moodle, por ejemplo. Además, implica conocer sobre gestión de ambientes virtuales, del desarrollo de estrategias de aprendizaje, del desarrollo de contenidos, de la evaluación del aprendizaje digital, de la facilitación y la disponibilidad de recursos, de la interacción a distancia y de la usabilidad de los medios, y, porque no decirlo, también ser analistas de necesidades de formación y partícipes en la identificación de conductas de riesgo en la red… entre otros temas.
El uso de tecnología debe provocar un aprendizaje visible a partir de lo invisible. Es por eso que la evaluación en planteamientos educativos con TIC va más allá de la sola identificación de cuántos contenidos han sido adquiridos, por lo que, además de evitar utilizar las TIC para seguir planteando el aprendizaje metodológicamente similar a como se hacía sin ellas, se debe evitar centrar la evaluación en simples adquisiciones de contenidos. Dichas herramientas tecnológicas sólo son medios que van a ayudarnos a alcanzar una serie de metas educativas previamente planificadas, y en ningún caso debe ser considerado el dominio de las herramientas como factor central del planteamiento de aprendizaje.
Experiencia de aprendizaje: implementación de modalidad mixta en nivel medio superior
Refiero brevemente un caso particular de aplicación, relacionado con el desarrollo de un programa de formación mixta en una institución de bachillerato técnico, principalmente el problema en la operación del modelo, cuando al ofertarse dicha modalidad e integrarse los grupos se pudo observar la falta de habilidades necesarias para el trabajo fuera del aula y la concepción errónea por parte de la comunidad educativa, puesto que la modalidad implicaba sólo asistir a tiempo parcial a la escuela y el resto requería trabajo a distancia. Aquí es donde una propuesta de este tipo se fortalece o se pierde. En el caso particular, se pudieron paliar estas carencias integrándose rápidamente un programa operativo de capacitación formal en entornos de aprendizaje virtual a alumnos y a padres de familia, quienes se mostraban poco convencidos de la pertinencia de la propuesta, amenazando incluso con solicitar la baja de los estudiantes, lo que comprometía la viabilidad del proyecto.
Durante dos periodos de 15 días, al comienzo del ciclo escolar y a la mitad del mismo, se integraron sesiones de formación, seguimiento y apoyo que permitieran garantizar la adecuada transición y adaptación de los estudiantes. Con padres de familia se tuvieron igualmente dos periodos de tres sesiones para mostrar la manera de apoyar a los jóvenes en este cambio de paradigma educativo. Todo esto en complemento del necesario y obligado acompañamiento realizado por los tutores asignados a grupo.
Los resultados de este proceso de intervención y apoyo al programa mostraron que se requiere algo más que la simple voluntad y decisión directiva para lograr la aceptación y la transición en la modalidad de estudios. Se necesita además incrementar notablemente el compromiso de los jóvenes para que puedan asumir el papel de estudiante activo que requiere esta formación. Esto también sirve como evidencia de que muchos proyectos institucionales, que son impuestos como una línea de trabajo, en la práctica deben acompañarse de acciones que los vuelvan operativos, algo que la mayor parte de las veces pasa inadvertido. Aunado a esto, las medidas tomadas sirvieron de referencia para replicar dichas acciones en otras unidades del subsistema educativo y permitieron, directamente en el plantel, evidenciar la mejora en el desempeño de los estudiantes en plataforma virtual.
Finalmente, ¿qué debemos hacer en cuanto al tema tecnológico?
Mucho del trabajo por desarrollar en los procesos de formación en línea tiene que ver con volver a las personas autogestivas, es decir, responsables de su propio aprendizaje, de sus tiempos y de sus formas para hacerse del conocimiento, lo que implica tanto a los educadores como a los educandos. La mayoría de los informes y estudios desarrollados coinciden en que la formación docente ha de reconfigurarse contemplando de manera más sólida el uso pedagógico de los entornos digitales. Quizá resulta prioritario pensar irremediablemente de manera prospectiva, tratando de integrar las herramientas que son esencia de las interacciones sociales presentes (llámese chat, videoblog, podcast) pero también desarrollando una mejor forma de lograr la habilidad de indagar e investigar entre los jóvenes estudiantes. Siendo esto así, el docente está llamado a ser un generador de interrogantes, fomentando la búsqueda de fuentes confiables al cambiar su función tradicional, algo que ya fue propuesto por la UNESCO desde 2012, mediante su Marco de Referencia para el Aprendizaje y la Educación con las tecnologías del siglo XXI, el cual se ilustra a continuación:
En tiempos en los que varias instancias internacionales y expertos discuten acerca de cuál será la mejor combinación entre clases presenciales y en línea (THE, Educause), o sobre el futuro de la formación tradicional y el valor real de un título universitario (Jeffrey Selingo), entre otros temas relacionados con la “sociedad del conocimiento”, tenemos mucho por hacer y tanto más por aprender, pensando siempre en que es necesario estar mejor informados acerca de las tendencias educativas para poder identificar las claves de su desarrollo, entendiendo así que los tiempos han cambiado. Por lo anterior recomiendo ampliamente ser partícipes e integrarse en redes de colaboración y comunidades de aprendizaje relacionadas con el tema educativo, como Tiching, Educatina, Educaplay, TeachersPro, Aprende, MexicoX, entre muchas otras plataformas, así como interesarse por conocer los muy variados informes y estudios realizados por la UNESCO o el Banco Mundial, en cuanto a la educación y el uso de nuevas tecnologías se refiere. ¡Mucho éxito!
* Responsable de proyectos y vinculación en el ámbito educativo. Posee un posgrado en gestión del conocimiento por la Universidad Europea de Barcelona y se especializa en coaching para el desarrollo profesional y educativo. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
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