¿Cómo lograr que los hijos se concentren y aprendan frente a una pantalla? ¿Cómo saber que realmente tienen los conocimientos indispensables para avanzar al siguiente ciclo escolar? ¿Cómo se puede asumir el doble rol de papás y maestros? ¿Qué hacer con los hijos si hay que salir a trabajar? Es momento de intentar responder estas interrogantes, entre muchas otras que se plantean los padres de familia al inicio del nuevo ciclo escolar.
Vivíamos tiempos de polémica cuando algunos cambios que venimos viviendo en sociedad se proyectaban ya en desacuerdos y conflictos. Nos hemos encontrado desde hace meses ante inconformidades sobre diferentes tópicos, que de alguna manera han afectado los ambientes en las escuelas. En especial, se expresaban discordancias entre padres y docentes. Parecía que la “responsabilidad de educar” se había convertido en un objeto de rechazo, evitando asumirlo en ambas partes, familia y escuela, en ocasiones descuidando que nuestro centro, tanto de la familia como de la escuela, son los niños: su “desarrollo integral”.
En diversas situaciones los docentes expresaban su temor ante la necesidad de corregir el mal comportamiento de algunos alumnos y alumnas, ya que se estaba recibiendo como respuesta actitudes agresivas de algunos padres de familia. En algunas escuelas se estaban viviendo situaciones de conflicto y de confrontación frecuente, lo que llevó a diversas publicaciones, a través de artículos y conferencias o charlas en video, a exponer las posibles causas del mal comportamiento y las dificultades que estaban siendo evidentes por parte de los estudiantes.
Ante la puesta en duda de un paradigma tradicionalista, visto como la imposición arbitraria de reglas, la falta de diálogo, una disciplina drástica, en una interacción un tanto unilateral, y por otro lado docentes que se asumen como poseedores de la verdad, trabajando con base en la repetición, el orden estricto, cierto individualismo y con una mirada hacia los estudiantes que sólo reciben el conocimiento, esta perspectiva movió de tal manera los esquemas aprendidos que ante el cambio, el desconcierto y la confusión el ideal de la educación se perdió.
En las escuelas aún vemos resistencias ante el cambio. Ahora el alumno construye, los docentes “mediamos” el aprendizaje y promovemos un trabajo colaborativo y, por su parte, muchos padres de familia han dudado de la importancia del orden, de la disciplina, de la organización, de nuestros valores fundamentales, creando un caos en el que los niños y las niñas se ven afectados por la falta de límites sanos.
Con frecuencia, ante la duda de qué es lo mejor en la educación de nuestros hijos, nos remitimos a búsquedas en internet y a consejos de conocidos, y encontramos opiniones contrarias y tomamos caminos fallidos, posiblemente los de menos confrontación o los de mayor facilidad en su aplicación. Así se llegó a ser permisivos en demasía y a crear ambientes de inseguridad que han limitado la convivencia sana en familia y una interacción significativa y profunda entre padres e hijos.
Los padres que con frecuencia temen establecer reglas a sus hijos hoy confrontan una educación familiar con una flexibilidad extrema, que viene del bombardeo de información contradictoria; mientras que en algunas páginas encontramos la importancia del orden y de la disciplina en otras se expone sobre los traumas y las frustraciones que se causan por imponer un orden.
Y en este contexto, con ciertas discusiones sobre la responsabilidad de educar, sobre el manejo del mal comportamiento y sus efectos en algunos casos de violencia y agresiones entre compañeros e incluso hacia profesores, estábamos cuando…
Llegaron algunas lecciones
Ante las noticias de la llegada del virus tan nombrado durante los últimos meses, nos trasladamos a la seguridad del hogar, con la inseguridad de “educar”: la escuela en casa, en todos los niveles, en todo tipo de instituciones. La instrucción fue organizarnos, en dos o tres días, sin fechas precisas de regreso y en muchos casos sin los recursos instalados. La “inmediatez” nos alcanzó y respondimos como le fue posible a cada padre y a cada madre de familia, pero también a cada docente.
El hogar, nuestro espacio de seguridad, de tranquilidad, se convirtió en el lugar de trabajo, la escuela de niños, niñas y adolescentes; de quien se encuentra en periodo de estudios, lugar de convivencia y de distracción.
El cambio de roles y actividades se hizo necesario en un mismo espacio, al principio con cierta desorganización. Paso a paso hemos logrado organizar tareas y espacios, diseñar rutinas y planes. Lo que se presenta como un gran reto es “educar en casa”. Por supuesto, sabemos que desde siempre la familia ha tenido esta función de “educar”, que parecía estar difusa y hasta perdida; sólo que ahora también nos referimos a trabajar contenidos escolares, a compartir una gestión emocional, a mejorar nuestra interacción a través de la comunicación asertiva en familia, acciones que nos dan una sensación de inseguridad ante la gran responsabilidad que de alguna manera se ha enfrentado en colaboración con la escuela.
Los padres están conociendo realmente a sus pequeños, pues su tiempo de convivencia se había disminuido notablemente por el ritmo de vida acelerado, por la diversidad de actividades, por las necesidades y las demandas laborales de tiempo. Y hoy, que se ha recuperado de pronto, no se sabe qué hacer con los hijos.
Una gran confusión se hace evidente cuando se convive días completos en el hogar con niños y niñas que normalmente habían sido encargados con los abuelos o con algún familiar, días en los que se han proyectado emociones contradictorias sobre lo que se les ha dado y se les ha negado.
Las escuelas, por su parte, han creado diversas formas para mantener el contacto, creo que, para conservar sus funciones, que hoy también son confusas. Si los contenidos se imparten a través de una pantalla, algunos docentes se preguntan cómo intervenir.
Así, hemos instalado oficinas y miniaulas en diferentes partes de la casa —sala, comedor, cocina y recámara— y ha sido necesario distribuir espacios, que en ocasiones son reducidos, para optimizar las diferentes actividades. Por supuesto, en algunos casos la organización de espacios, tiempos materiales y recursos en general ha sido parte de discusiones y conflictos que cada familia va resolviendo o que detiene las actividades escolares de sus hijos ante algunos cuestionamientos: ¿Qué es más importante: el trabajo o la escuela? ¿Soy su mamá o su maestra? ¿Debo obligarlo a ver las clases? ¿Cómo explico lo que no es claro para mí?
Y en este contexto padres y docentes logramos avanzar en el ciclo escolar y finalizarlo de diferentes formas, posiblemente con muchas preguntas que quedaron guardadas y, algunas, olvidadas. Así se cerró el ciclo escolar con la gran interrogante de si niños y niñas aprendieron con pasar algunas horas frente a la pantalla de la computadora realizando algunas actividades.
Hoy ya ha dado inicio el nuevo ciclo escolar, a distancia. No sabemos durante cuanto tiempo. Por supuesto, nuestra salud es la prioridad, por lo cual nuevamente nos disponemos a trabajar en casa, en una diversidad de formas. Las autoirdades educativas han diseñado el programa y la transmisión de clases por televisión y radio, para facilitar su acceso.
Algunas escuelas se organizan para brindar apoyos complementarios. En algunos casos tendrán sus propios programas, como en el caso de las instituciones privadas… Y nuevamente surgen diversas preguntas: ¿cómo saber que niños y niñas, adolescentes y jóvenes realmente están aprendiendo? ¿Cómo constatar que poseen los conocimientos indispensables para avanzar al siguiente ciclo escolar?
Varios padres se preguntan sobre el “verdadero aprendizaje”, ya que afirman que han hecho todo para apoyar a sus hijos en la contingencia, pero no debemos olvidar que no tienen formación docente y además atienden en casa diversas actividades, tanto laborales como domésticas.
Los retos…
Los padres de familia, en especial de niños de educación básica, hoy tienen un gran reto. En principio, de organizar su tiempo de manera óptima, de mantener rutinas sanas de convivencia, de despertar el interés de sus hijos por el estudio a través de una pantalla, de lograr que sus pequeños respeten horarios y se sienten frente a la computadora con actitud receptiva y disposición para aprender.
El manejo de la disciplina y los límites sanos cobra una importancia capital. Ante una sociedad que muestra una gran carencia de respeto de las normas, que reta y que cuestiona, hoy la vida nos confronta sobre un cambio urgente e inminente en la educación de nuestros futuros ciudadanos, que siguen nuestro ejemplo como padres de familia. En la actualidad se hace evidente la discrepancia cuando obligamos a que niños y niñas utilicen un cubrebocas para proteger su salud, mientras los adultos nos negamos a acatar esa disposición.
Hoy, muchos de los padres de familia por fin están conociendo a sus hijos a profundidad. Tal vez ya han descubierto los efectos de la falta de límites sanos, de orden y de organización en el hogar. Muchos han logrado identificar la importancia de la comunicación entre los miembros de la familia.
Posiblemente, a partir de esta experiencia, las familias logren estructurar formas de interacción asertivas y, tristemente, otras descubran que la convivencia juntos es nociva para sus integrantes. Más que pensar que nuestra situación actual nos trajo problemas familiares, me atrevo a afirmar que destapó los problemas que ya existían pero que permanecían ocultos.
Esta dinámica en familia afecta de manera importante la vida de niños y niñas y perjudica su equilibrio emocional, su seguridad y, por lo tanto, sus estudios, su disponibilidad para aprender y sus motivaciones, ya que para muchos estudiantes el espacio escolar era un área de paz, el lugar en el que se abstraían de los problemas familiares… Hoy sólo les queda permanecer en el espacio de conflicto, en un ambiente de inseguridad y de tensión.
No obstante, los padres de familia buscan nuevas formas de mantener un ritmo de trabajo con los hijos y de crear ambientes armónicos. Indagan cómo guiar a sus pequeños, cómo motivarlos y qué estrategias implementar para lograr sus objetivos: ¿cómo siento a mis hijos frente a la pantalla, cuando no quieren hacerlo? Si la escuela requiere hasta cuatro horas de trabajo, ¿qué hacer para garantizar que los pequeños cumplan ese horario? ¿Cuánto tiempo realmente ponen atención los niños a una pantalla? ¿Cómo asumir el doble rol de papá y maestro? ¿Dónde obtengo las herramientas emocionales para orientar a mi hijo? ¿Cómo le explico los contenidos escolares? ¿Cuál es la mejor decisión sobre los distintos tipos de escuela para ellos? ¿Qué hago con mis hijos si debo salir a trabajar?
Interrogantes y alternativas
Ante el inicio del ciclo escolar a distancia, surgen para los padres de familia diversos retos y algunas interrogantes. Unas definitivamente de carácter personal, otras tantas de política y de normatividad, y muchas que las escuelas y los docentes lograremos responder en la medida en que mantengamos un contacto cercano entre la escuela y la familia. Por ejemplo, ¿qué hago con mis hijos si debo salir a trabajar?
Definitivamente esta pregunta consituye un gran reto, ya que si bien antes del tiempo de confinamiento en casa los abuelos, los tíos y otros familiares apoyaban en el cuidado de los hijos a los padres que trabajan, hoy por cuestiones de salud y de cuidados de la población vulnerable, las opciones disminuyen. Lo anterior obligará a las familias a tomar decisiones en torno de cambios drásticos que posiblemente incidan en su economía y en su organización y tal vez orille a los niños a abandonar los estudios mientras la educación continúe impartiéndose a través de una pantalla.
Sobre normatividad existen varios cuestionamientos. Algunas familias han decidido pasar de un sistema de educación privado a un sistema público. Desde mi punto de vista, falta información detallada a los padres de familia sobre los pros y los contras de la educación a distancia en una escuela privada y en una escuela pública para guiar una toma de decisiones inteligente.
En definitiva, las escuelas privadas tienen el gran reto de ofrecer diferenciadores de calidad, que no tendrían que reflejarse en el tiempo de estancia frente a una pantalla, ya que quienes trabajamos en educación sabemos que los lapsos de atención deben considerarse de acuerdo con la edad y que un tiempo más largo frente a una computadora no implica precisamente aprendizajes significativos.
Por otro lado, en algunos casos las escuelas del gobierno están considerando una opción en la que se podría “perder un año” manteniendo un registro o una constancia de que se se sigue estudiando.
Un camino asertivo en beneficio de los estudiantes
De inicio es indispensable un cambio de paradigma. Por ejemplo, la creencia de que “los niños aprenden en la escuela” es falsa, pues ya se ha demostrado que niños y niñas aprenden en cualquier lugar. Su proceso de madurez los impulsará a desarrollar su psicomotricidad y su comunicación y a aprender nuevos conocimientos. Sólo requieren un ambiente familiar favorable.
Pero, ¿cómo es un ambiente favorable? Es un espacio en el que se comunican con libertad, se reconocen las emociones y se respetan, se comprenden los posibles errores, se comparten actividades divertidas, se toman acuerdos y se organiza el trabajo común e individual de cada persona.
Veamos ahora algunas soluciones. En principio, es indispensable que docentes y directivos guiemos a los padres para que asuman el rol de maestros, estableciendo rutinas y horarios específicos, evitando así una confusión que cause malestar o un ambiente de conflicto en el hogar, que hoy es el espacio de permanencia y seguridad de los pequeños.
Es indispensable fortalecer la autoestima y la seguridad de los niños, lo cual sólo se logra cuando como padres las poseemos y las compartimos. Por lo tanto, atender nuestras emociones, nuestra tranquilidad y nuestra confianza es una prioridad. Además, e establecer límites sanos a través de acuerdos, orden y rutina nos conducirá a una vida familiar en armonía que estará impulsando el crecimiento integral de niños y niñas.
Conceder una importancia especial al aprendizaje de lo cotidiano —como participar en la preparación de la comida y en la limpieza de casa, así como compartir actividades de juego, baile, canto y dibujo— es esencial para una convivencia mejor. En conclusión, la clave está en la comunicación y la gestión emocional entre familia y escuela.
* Doctora en educación y directora y fundadora de Habvaco, Consultoría Educativa.
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