La tecnología está transformando a las organizaciones, de manera que las habilidades que necesitamos están cambiando muy rápidamente. El autor señala que si no se considera seriamente la revolución del aprendizaje (reskilling) y el desarrollo de nuevas destrezas al ritmo del entorno, más que aprovechar las oportunidades del mundo global, los cambios se experimentarán como una amenaza y serán la causa de bajos salarios y estancamiento profesional.
Del 22 al 25 de enero de 2019 se celebró en Davos-Klosters, Suiza, la Reunión Anual del Foro Económico Mundial. Un encuentro con más de 3,000 líderes políticos, sociales y empresariales y centenares de conferencias, debates y reuniones de todo tipo. Los cuatro grandes temas que se han puesto sobre la mesa han sido la cooperación (transversalidad), la inclusión (especialmente equidad de género), la inteligencia artificial (el papel de la tecnología) y el reskilling (la revolución del aprendizaje).
El reskilling consiste en enseñar a una persona nuevas habilidades. En un mundo híper-VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo, por sus siglas en inglés), en el que la tecnología se duplica en menos de 18 meses (la llamada “Ley de Moore”) y los conocimientos crecen exponencialmente, es nuestro deber y debe ser nuestro compromiso (para ser empleables) seguir aprendiendo toda la vida. De ahí la importancia de la learnability (concepto acuñado por Mara Swan y presentado en Davos en 2017), la capacidad de aprender, la voluntad y la curiosidad perpetuas. Porque, como dijo Jack Ma, el fundador y durante 20 años primer ejecutivo de Alibaba, precisamente en el último Foro Económico Mundial, “hay expertos del pasado, pero no hay expertos del futuro”. Como el futuro no está predestinado, no nos valen los “historiadores” del futuro, sino los diseñadores, los arquitectos, los creadores del mismo. En palabras de Alan Kay, creador del mouse (ratón de computadora), “la mejor manera de predecir el futuro consiste en inventarlo”.
Vivimos el inicio de la skills revolution (revolución de las competencias) y las organizaciones que triunfarán se distinguen por el valor que otorgan al aprendizaje en la práctica. “Como compañía nos apasiona comprobar que, si no resolvemos un problema con la habilidad necesaria al tiempo que todo se está moviendo, tendremos un lío aún muy serio. Por eso nuestra gente tiene que actuar y aprender”, declaró en Davos Ginny Rometty, consejera delegada de IBM y copresidenta del Foro Económico Mundial en 2018. Según la “Ley Universal del Aprendizaje”, enunciada por José Antonio Marina, las empresas supervivientes son aquellas que aprenden al ritmo del entorno, y las líderes, las que aprenden aún más rápido. Por eso, las organizaciones deben contar con profesionales que se dediquen básicamente a aprender y a elevar sus competencias.
¿Qué debemos aprender? Andria Zafirakou, profesora del Alperton Comunity College, escuela de Brent, barrio de Londres conocido por su multiculturalidad (allí se hablan hasta 130 idiomas diferentes), sus bajos ingresos y sus altos niveles de violencia, ganadora del Global Teacher Prize 2018 como mejor profesora del mundo, también habló en Davos sobre los que los niños deben aprender. “Han de convertirse en la generación que resuelve problemas. A no ser que les enseñemos habilidad de resolución de problemas, que los convertirán en personas creativas, no ocurrirá”. Habilidades de resolución de problemas que se concretan en tres pilares: curiosidad y creatividad, inteligencia emocional (autoconfianza, serenidad, orientación a logros, empatía, influencia) e intuición. La buena noticia es que todas estas habilidades se pueden aprender; la mala, que hasta el momento no las hemos tomado demasiado en serio, cuando son determinantes para aportar valor (personal y social) en un mundo digital. Andria, que es profesora de arte y textiles en Alperton, ha aprendido básicamente las 35 lenguas de sus estudiantes para comunicarse con ellos, ha lanzado el proyecto “Artista en Residencia” para poner en valor a sus alumnos, se enfrenta a las pandillas (creó un club de boxeo para que sus alumnos sepan defenderse, y uno de cricket femenino que ha ganado la Copa McKenzie) y lidera proyectos (como un coro para que mejoren el trabajo en equipo). Andria considera que su vocación es asegurarse de que cada niño alcance su pleno potencial. Por eso piensa que “no hay ningún trabajo como ser profesor: ¿en qué otra profesión se puede ser tan generoso y crear las condiciones adecuadas para que las personas salgan adelante?”
¿Quién paga la “revolución del reskilling”? Porque, si bien se trata de una inversión muy rentable (el Premio Nobel de Economía, James Heckman, calculó que la rentabilidad de la educación se estima en 1,700%, diecisiete veces cada euro invertido), la factura es importante y alguien ha de hacerle frente. Sólo en Estados Unidos se estima en 34,000 millones de dólares, lo cual significa la cuarta parte del 1,370,000 trabajadores que han perdido su puesto de trabajo como consecuencia de la automatización. Las empresas se van a hacer cargo de la séptima parte del montante, pero el resto queda pendiente. Si el PIB de Estados Unidos es 20 veces el de España, la factura del reskilling en nuestro país podría superar los 1,700 millones de euros. (Recordemos que el presupuesto del Ministerio de Educación es de 2,600 millones.)
Dos claves adicionales. La primera es que cada persona debe dirigir su propio aprendizaje, en un entorno con mayores posibilidades y mayores riesgos que nunca. Por ello, Muriel Pénicaud (Versalles, 1955), quien fue directora general de Recursos Humanos de Danone y en la actualidad es ministra de Trabajo del gobierno de Macron desde mayo de 2017, dijo en Davos: “Muchos ciudadanos piensan que son víctimas de la globalización y la tecnología. Cuando no te sientas en el ‘asiento del conductor’, el cambio se siente como amenaza. Necesitas ser protagonista para elegir tu propio futuro”. El programa de reskilling en Francia incluye la entrega a cada empleado de 500 euros al año para que diseñe su propio programa de aprendizaje personalizado.
Y, además de financiación, necesitamos para el aprendizaje un tiempo del que solemos carecer. Adam Grant (Wharton, Universidad de Pensilvania), uno de los profesores universitarios de moda en Estados Unidos, señaló en Davos: “Hay estudios que demuestran que, si reduces la jornada laboral, las personas se centran de manera más efectiva y por lo tanto son más productivas, creativas y su trabajo es de más calidad. También se sienten más leales a estas organizaciones que les otorgan mayor flexibilidad para equilibrar sus vidas personales y profesionales”. El economista e historiador Rutger Bregman, autor de Utopía para realistas, incidió en la misma línea en el Foro Económico Mundial: “Durante décadas, todo tipo de pensadores —economistas, filósofos, sociólogos— han creído que reducir las horas de trabajo hacía a la gente más productiva. Por ejemplo, Henry Ford redujo la semana laboral de 60 a 40 horas, con grandes resultados”. Conviene recordar que cada español trabaja unas 1,695 horas anuales, con una productividad de 31.5% (534 horas); cada alemán, 1,363 horas cada año con una productividad de 43.9% (599 horas); cada danés, 1,410 horas con 55.3% de productividad (779 horas), y cada noruego, 1,424 horas anuales con una productividad de 79.9% (1,138 horas). Trabajando 250 horas al año menos que los españoles, los noruegos aportan 113% más.
La revolución del reskilling supone, en la práctica, aumentar considerablemente los exiguos 24 minutos a la semana que dedicamos de media al aprendizaje (prácticamente lo mismo que dedicamos a jugar con nuestros hijos; ridículo si lo comparamos con las 61 horas semanales que dedicamos a los teléfonos celulares o las 30 horas que empleamos en ver televisión). Para un reskilling como el que demandan los nuevos tiempos, necesitamos al menos ocho horas a la semana, 20% de nuestra actual jornada laboral. Cuatro días para trabajar, uno para aprender.
En palabras de Jonas Prising, presidente y CEO mundial de ManpowerGroup, “estamos en medio de una skills revolution. La tecnología está transformando las organizaciones, de manera que las habilidades que necesitamos están cambiando muy rápidamente y de ahí la escasez de talento en todo el mundo. Las personas que cuenten con esas competencias, que continuamente están aprendiendo y adaptándose marcarán la diferencia. Las que no sean competentes, sufrirán de salarios bajos y estancamiento, un caldo de cultivo para el proteccionismo y los populismos”. El mundo se bifurca: por un lado, quienes quieren seguir cultivándose y apuestan en sus vidas por la aprendibilidad; del otro, quienes no aprovechan la revolución del reskilling. De cada uno de nosotros depende dónde nos situamos.
* Head of Talent de ManpowerGroup, CEO de Right Management y mentor de Human Age Institute. Artículo publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 496, febrero de 2019.
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