La tragedia educativa y de aprendizaje en la que se encuentra sumido nuestro país —ahora acentuada por la pandemia del Covid-19— no podrá evitarse mediante reformas educativas orquestadas por una dependencia centralista como la Secretaría de Educación Pública. Lo que se requiere, afirma en entrevista Eduardo Andere, es un cambio de raíz, en el que el sistema y el modelo educativos no estén orientados por intereses políticos.
¿Por qué es importante la educación en un país?
Si pensamos en la educación como el proceso de guiar, construir y orientar, ésta es esencial, sobre todo en el proceso de la crianza, que es la cuna de la cultura. Vista como fenómeno social (es decir, un pueblo, letrado, bien instruido, no ignorante), es primordial para el funcionamiento de un sistema político democrático. Democracia e ignorancia es un coctel que no se mezcla. Los gobernantes pueden cometer muchas barbaridades populistas con democracias simuladas al amparo de un pueblo ignorante y fanático. Siempre se ha pensado que la educación es la causa del desarrollo. Yo diría que primero es el desarrollo económico, y para el desarrollo económico necesitamos buen gobierno. Luego viene la educación.
¿Cuál es la relación entre educación y pobreza?
Existe una enorme y bien documentada correlación causal. La pobreza (como otras taras socioeconómicas, como la segregación y la desigualdad) tiene efectos negativos sobre la educación. Sobre todo, cuando a la educación se le estudia como un fenómeno de aprendizaje. La pobreza no sólo afecta el crecimiento sano del cerebro —niños criados en ambientes con negligencia severa y tóxica muestran visiblemente afecciones cerebrales a los tres años de edad—, sino en las oportunidades tanto en el hogar como en la escuela para el aprendizaje y la creatividad. Si los niños llegan pobres, desnutridos y con tensión tóxica a las escuelas, la pedagogía no tiene nada que hacer. En otras palabras, la pobreza es una precondición del aprendizaje. No es suficiente ofrecer un espacio en la escuela: es absolutamente necesario que los niños lleguen a las escuelas en condiciones de educabilidad.
¿De qué le sirve a un país tener 10,000 excelentes ingenieros, médicos, abogados y contadores si sólo hay 2,000 plazas laborables disponibles cada año?
La pregunta debe ser precedida por otra: ¿de qué le sirve al país obsesionarse para que todos los jóvenes vayan a la universidad, si la carrera universitaria no ofrece mejores oportunidades y realización para todos ellos? Yo creo que vivimos en una sociedad que subestima actividades ocupacionales o vocacionales que otros países promueven, como carpintería, ebanistería, programación, servicios de salud, de hospitalidad, relojería, construcción, etcétera. Países como Suiza tienen niveles de absorción universitaria bajos, precisamente porque las carreras vocacionales ofrecen niveles de vida similares a las carreras universitarias. Que todos vayan a la universidad no debiera ser el objetivo de la política pública. El objetivo debe ser que los niños persigan sus intereses y sus talentos. Que puedan llegar tan lejos como ellos quieran y no como un gobierno quiera. El gobierno debe ofrecer y abrir oportunidades, pero NUNCA decidir a dónde deben ir o deben llegar los niños y los jóvenes. Esa idea de la política educativa es completamente estatista, antitética y antiética.
En estados como Chiapas hay mayor demanda de carreras como Derecho y poca por carreras como agronomía. ¿Por qué ocurre esto si lo que sobran en Chiapas son abogados desempleados o subempleados y hacen falta agrónomos?
Esto tiene que ver con los procesos de crianza en el hogar y de valoración social de las diferentes carreras. Si mamá y papá consideran que una carrera tiene más valor social o económico para el futuro de sus hijos, desde temprana edad empezarán a ejercer una influencia directa o indirecta sobre lo que esperan de ellos. Recordemos, además, que de acuerdo con los hallazgos de los Estudios sobre los Valores Mundiales (World Values Survey) los mexicanos le otorgan importancia significativa a “hacer muy orgullosos a sus padres”. Otra razón puede encontrarse en la valoración económica, salarios o ingresos esperados por tal o cual carrera, actividad o profesión. Las personas tenderán a darle un mayor peso en sus decisiones a aquellas profesiones, ceteris paribus, que ofrezcan mayor rendimiento que las que otorgan más bajos emolumentos.
¿Entonces no todas las personas deberían contar con un certificado de educación superior?
Por supuesto que no. Todas las personas deben contar con la oportunidad de ricas experiencias de aprendizaje, tanto en el hogar como en la escuela, en la calle, en la empresa u oficina o en las pantallas, pero ésta no sólo las brinda la educación superior.
¿Cuál es el secreto de países como Finlandia, que se ponen de modelo en todo el mundo en materia educativa?
He escrito tres libros al respecto. Uno de ellos, en español (el primero publicado a nivel mundial sobre la educación en Finlandia), con el título Finlandia: el éxito en PISA y más allá, comienza en primaria y más atrás (2010) y dos en inglés: Teachers’ Perspectives on Finnish School Education: Creating Learning Environments (2014) y The Future of Schools and Teacher Education: How Far Ahead is Finland (2020), publicado apenas un par de meses en Nueva York por Oxford University Press. No existe una respuesta sencilla. Se trata de una compleja y exquisita red de factores, familiares, culturales, históricos, políticos y académicos, que trabajan de manera interconectada para producir un resultado favorable. La historia y la actualidad de la educación y el aprendizaje en Finlandia son fascinantes. Digamos que después de haber recorrido más de 25 sistemas educativos en el mundo, la mayor parte de ellos de alto calibre, yo encuentro que en Finlandia la política sigue a la pedagogía y no al revés, como ocurre en países como México, o muchos más alrededor del orbe.
¿Cómo ve el sistema educativo mexicano en relación con el de otros países?
Desafortunadamente, el sistema educativo mexicano es anacrónico, centralizado y muy orientado por la visión limitada de los políticos en el gobierno y el Estado. En varias publicaciones he documentado esta aseveración. Los dirigentes gubernamentales, políticos y sociales están demasiado orientados por sus intereses políticos, promoviendo un sistema exageradamente centralizado que sólo beneficia a los dirigentes mismos en sus ambiciones políticas. Por supuesto que están muy rezagados, por décadas, o quizá más, de las grandes potencias educativas. No viene al caso compararnos con ellas.
Ciñámonos, entonces, a América Latina…
Padecemos de muchas deficiencias similares, con excepciones, como Chile, Uruguay y, quizá, Costa Rica. La mayor parte de los países de América Latina están fuertemente afectados por altos niveles de pobreza, desigualdad, corrupción e inseguridad. La educación no es un tema que sólo atañe a la política educativa. Si la sociedad en general no arregla sus temas sociales básicos, como los mencionados, las escuelas pueden hacer muy poco. Urgen buenos gobiernos por periodos extensos. Gobiernos que piensen en el bien común de largo plazo, de acuerdo con las mejores recomendaciones de la ciencia y no de las ideologías de los políticos gobernantes. ¿Qué es mejor y qué es peor en México? No encuentro ningún factor positivo más que el entusiasmo y la dedicación de muchos maestros y maestras, directivos y padres de familia, así como de estudiantes motivados para seguir sus estudios.
¿A qué atribuye esta insuficiencia?
Por años —es más, por décadas—, la política educativa del país ha estado subordinada a las agendas ideológicas y políticas de los gobernantes en turno y de los líderes sociales del sector educativo. Existe una enorme separación entre la política educativa, la comunidad científica y los agentes educativos directamente relacionados con la educación y el aprendizaje, esto es, padres de familia, maestros, directivos y, por supuesto, estudiantes. Necesitamos dos cosas completamente nuevas: sistema educativo y modelo educativo, lo cual incluye los currículos escolares.
En su opinión, ¿cuál es el papel de la familia en la educación?
Existen, en mi opinión, dos temas olvidados en la educación del siglo XX: la familia (crianza) y las emociones (manejo emocional). No es una disculpa para las viejas generaciones y para los viejos gobiernos, pero hace 30 años, quizá menos, no existía ciencia sobre la crianza ni ciencia sobre las emociones. Pero hoy ya las tenemos. Con ello sabemos que no es suficiente ser madre o ser padre para una buena crianza; madre y padre necesitan saber que existe ciencia de la crianza y de las cosas y actitides y ambientes en el hogar que funcionan bien o mejor para criar a los niños jóvenes y prepararlos para una vida escolar positiva y una larga vida saludable, decente, sólida, etcétera.
Se refirió usted, también, a las emociones…
Ahora sabemos que el manejo de las emociones, o lo que se conoce como aprendizaje socioemocional, es crucial para un desarrollo cognitivo sólido y posterior. En otras palabras, primero las emociones y luego las ecuaciones. Modificar el orden de los factores en esta relación es dañino para el desarrollo personal y cognitivo de niños y jóvenes. Padres, madres, maestros, maestras, directivos escolares y autoridades educativas han confundido los desafíos de cambio, incertidumbre e innovación del siglo XXI, ahora acelerados por la pandemia del Convid-19, con las prisas.
¿Prisas?
Prisas por hacer más cosas, y más rápido. Prisas por que los niños estén muy ocupados con tareas cognitivas todo el tiempo; prisas por llegar más rápido, por llegar más lejos, por entrar al mejor preescolar (“What”). Lo único que hacen es dañar el desarrollo normal, con cadencia y ritmos adecuados de niños y jovénes, con una especie de arrogancia por tratar de ser más sabios que la naturaleza. Calma, cordialidad, ambientes letrados (no quiere decir forzados en el hogar), juegos y otras cosas más, es lo que se necesita.
Si usted fuera el responsable de la educación en México y tuviera el respaldo del presidente de la República y del Congreso de la Unión, ¿qué medidas adoptaría?
Cerrar la Secretaría de Educación Pública. En su lugar, crear un instituto o un centro de información educativa y de apoyo a las entidades y a las autoridades locales. Descentralizar la educación por completo, tanto en materia de política educativa como en la funcionalidad. La educación y el aprendizaje son temas locales, no de índole federal.
Estamos a punto de entrar en una tragedia educativa y de aprendizaje en México; además, parece inevitable. La poderosa SEP nomás no puede; su grandeza es su debilidad. Por décadas la SEP ha intentado centralizar y estandarizar todo. La pandemia ha sacado a flote los gravísimos problemas de una política educativa estandarizada y centralizada. No hay mucho qué hacer porque no nos preparamos para la incertidumbre y los cambios ahora acelerados del siglo XXI. Lo que el Estado y la sociedad deben hacer es aprender del error acarreado por décadas y prepararnos para la recuperación. La educación a distancia no es la solución y menos si no hay interacción en la distancia. Ahora que la SEP cumple 100 años, y que la pandemia ha sacado a brote las debilidades del sistema, el Estado y la sociedad tienen la histórica oportunidad de cambiar (no reformar) a fondo, de raíz, el sistema y modelo educativos.
¿Qué haría usted si le ofrecieran ser secretario de Educación Pública?
Nunca me propondría tal cosa…
Eduardo Andere M. es analista y escritor en temas de políticas públicas, política educativa y educación comparada. Es investigador visitante de la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York y está afiliado al Centro Regional de Formación Docente e Investigación Educativa en México.
Es doctor en ciencia política de Boston College con maestrías en economía y administración pública de las universidades de Boston y Harvard, respectivamente. Obtuvo su licenciatura en derecho de la Universidad Iberoamericana y su tesis obtuvo el Primer Premio de Economía Banamex.
Es autor de 15 libros sobre educación, política educativa, aprendizaje y educación comparada, así como conferencista nacional e internacional, asesor, consejero y autor de artículos en revistas especializadas nacionales e internacionales.
La tragedia educativa y de aprendizaje en la que se encuentra sumido nuestro país —ahora acentuada por la pandemia del Covid-19— no podrá evitarse mediante reformas educativas orquestadas por una dependencia centralista como la Secretaría de Educación Pública. Lo que se requiere, afirma en entrevista Eduardo Andere, es un cambio de raíz, en el que el sistema y el modelo educativos no estén orientados por intereses políticos. ¿Por qué es importante la educación en un país? Si pensamos en la educación como el proceso de guiar, construir y orientar, ésta es esencial, sobre todo en el proceso de la crianza, que es la cuna de la cultura. Vista como fenómeno social (es decir, un pueblo, letrado, bien instruido, no ignorante), es primordial para el funcionamiento de un sistema político democrático. Democracia e ignorancia es un coctel que no se mezcla. Los gobernantes pueden cometer muchas barbaridades populistas con democracias simuladas al amparo de un pueblo ignorante y fanático. Siempre se ha pensado que la educación es la causa del desarrollo. Yo diría que primero es el desarrollo económico, y para el desarrollo económico necesitamos buen gobierno. Luego viene la educación. ¿Cuál es la relación entre educación y pobreza? Existe una enorme y bien documentada correlación causal. La pobreza (como otras taras socioeconómicas, como la segregación y la desigualdad) tiene efectos negativos sobre la educación. Sobre todo, cuando a la educación se le estudia como un fenómeno de aprendizaje. La pobreza no sólo afecta el crecimiento sano del cerebro —niños criados en ambientes con negligencia severa y tóxica muestran visiblemente afecciones cerebrales a los tres años de edad—, sino en las oportunidades tanto en el hogar como en la escuela para el aprendizaje y la creatividad. Si los niños llegan pobres, desnutridos y con tensión tóxica a las escuelas, la pedagogía no tiene nada que hacer. En otras palabras, la pobreza es una precondición del aprendizaje. No es suficiente ofrecer un espacio en la escuela: es absolutamente necesario que los niños lleguen a las escuelas en condiciones de educabilidad. ¿De qué le sirve a un país tener 10,000 excelentes ingenieros, médicos, abogados y contadores si sólo hay 2,000 plazas laborables disponibles cada año? La pregunta debe ser precedida por otra: ¿de qué le sirve al país obsesionarse para que todos los jóvenes vayan a la universidad, si la carrera universitaria no ofrece mejores oportunidades y realización para todos ellos? Yo creo que vivimos en una sociedad que subestima actividades ocupacionales o vocacionales que otros países promueven, como carpintería, ebanistería, programación, servicios de salud, de hospitalidad, relojería, construcción, etcétera. Países como Suiza tienen niveles de absorción universitaria bajos, precisamente porque las carreras vocacionales ofrecen niveles de vida similares a las carreras universitarias. Que todos vayan a la universidad no debiera ser el objetivo de la política pública. El objetivo debe ser que los niños persigan sus intereses y sus talentos. Que puedan llegar tan lejos como ellos quieran y no como un gobierno quiera. El gobierno debe ofrecer y abrir oportunidades, pero NUNCA decidir a dónde deben ir o deben llegar los niños y los jóvenes. Esa idea de la política educativa es completamente estatista, antitética y antiética. En estados como Chiapas hay mayor demanda de carreras como Derecho y poca por carreras como agronomía. ¿Por qué ocurre esto si lo que sobran en Chiapas son abogados desempleados o subempleados y hacen falta agrónomos? Esto tiene que ver con los procesos de crianza en el hogar y de valoración social de las diferentes carreras. Si mamá y papá consideran que una carrera tiene más valor social o económico para el futuro de sus hijos, desde temprana edad empezarán a ejercer una influencia directa o indirecta sobre lo que esperan de ellos. Recordemos, además, que de acuerdo con los hallazgos de los Estudios sobre los Valores Mundiales (World Values Survey) los mexicanos le otorgan importancia significativa a “hacer muy orgullosos a sus padres”. Otra razón puede encontrarse en la valoración económica, salarios o ingresos esperados por tal o cual carrera, actividad o profesión. Las personas tenderán a darle un mayor peso en sus decisiones a aquellas profesiones, ceteris paribus, que ofrezcan mayor rendimiento que las que otorgan más bajos emolumentos. ¿Entonces no todas las personas deberían contar con un certificado de educación superior? Por supuesto que no. Todas las personas deben contar con la oportunidad de ricas experiencias de aprendizaje, tanto en el hogar como en la escuela, en la calle, en la empresa u oficina o en las pantallas, pero ésta no sólo las brinda la educación superior. ¿Cuál es el secreto de países como Finlandia, que se ponen de modelo en todo el mundo en materia educativa? He escrito tres libros al respecto. Uno de ellos, en español (el primero publicado a nivel mundial sobre la educación en Finlandia), con el título Finlandia: el éxito en PISA y más allá, comienza en primaria y más atrás (2010) y dos en inglés: Teachers’ Perspectives on Finnish School Education: Creating Learning Environments (2014) y The Future of Schools and Teacher Education: How Far Ahead is Finland (2020), publicado apenas un par de meses en Nueva York por Oxford University Press. No existe una respuesta sencilla. Se trata de una compleja y exquisita red de factores, familiares, culturales, históricos, políticos y académicos, que trabajan de manera interconectada para producir un resultado favorable. La historia y la actualidad de la educación y el aprendizaje en Finlandia son fascinantes. Digamos que después de haber recorrido más de 25 sistemas educativos en el mundo, la mayor parte de ellos de alto calibre, yo encuentro que en Finlandia la política sigue a la pedagogía y no al revés, como ocurre en países como México, o muchos más alrededor del orbe. ¿Cómo ve el sistema educativo mexicano en relación con el de otros países? Desafortunadamente, el sistema educativo mexicano es anacrónico, centralizado y muy orientado por la visión limitada de los políticos en el gobierno y el Estado. En varias publicaciones he documentado esta aseveración. Los dirigentes gubernamentales, políticos y sociales están demasiado orientados por sus intereses políticos, promoviendo un sistema exageradamente centralizado que sólo beneficia a los dirigentes mismos en sus ambiciones políticas. Por supuesto que están muy rezagados, por décadas, o quizá más, de las grandes potencias educativas. No viene al caso compararnos con ellas. Ciñámonos, entonces, a América Latina… Padecemos de muchas deficiencias similares, con excepciones, como Chile, Uruguay y, quizá, Costa Rica. La mayor parte de los países de América Latina están fuertemente afectados por altos niveles de pobreza, desigualdad, corrupción e inseguridad. La educación no es un tema que sólo atañe a la política educativa. Si la sociedad en general no arregla sus temas sociales básicos, como los mencionados, las escuelas pueden hacer muy poco. Urgen buenos gobiernos por periodos extensos. Gobiernos que piensen en el bien común de largo plazo, de acuerdo con las mejores recomendaciones de la ciencia y no de las ideologías de los políticos gobernantes. ¿Qué es mejor y qué es peor en México? No encuentro ningún factor positivo más que el entusiasmo y la dedicación de muchos maestros y maestras, directivos y padres de familia, así como de estudiantes motivados para seguir sus estudios. ¿A qué atribuye esta insuficiencia? Por años —es más, por décadas—, la política educativa del país ha estado subordinada a las agendas ideológicas y políticas de los gobernantes en turno y de los líderes sociales del sector educativo. Existe una enorme separación entre la política educativa, la comunidad científica y los agentes educativos directamente relacionados con la educación y el aprendizaje, esto es, padres de familia, maestros, directivos y, por supuesto, estudiantes. Necesitamos dos cosas completamente nuevas: sistema educativo y modelo educativo, lo cual incluye los currículos escolares. En su opinión, ¿cuál es el papel de la familia en la educación? Existen, en mi opinión, dos temas olvidados en la educación del siglo XX: la familia (crianza) y las emociones (manejo emocional). No es una disculpa para las viejas generaciones y para los viejos gobiernos, pero hace 30 años, quizá menos, no existía ciencia sobre la crianza ni ciencia sobre las emociones. Pero hoy ya las tenemos. Con ello sabemos que no es suficiente ser madre o ser padre para una buena crianza; madre y padre necesitan saber que existe ciencia de la crianza y de las cosas y actitides y ambientes en el hogar que funcionan bien o mejor para criar a los niños jóvenes y prepararlos para una vida escolar positiva y una larga vida saludable, decente, sólida, etcétera. Se refirió usted, también, a las emociones… Ahora sabemos que el manejo de las emociones, o lo que se conoce como aprendizaje socioemocional, es crucial para un desarrollo cognitivo sólido y posterior. En otras palabras, primero las emociones y luego las ecuaciones. Modificar el orden de los factores en esta relación es dañino para el desarrollo personal y cognitivo de niños y jóvenes. Padres, madres, maestros, maestras, directivos escolares y autoridades educativas han confundido los desafíos de cambio, incertidumbre e innovación del siglo XXI, ahora acelerados por la pandemia del Convid-19, con las prisas. ¿Prisas? Prisas por hacer más cosas, y más rápido. Prisas por que los niños estén muy ocupados con tareas cognitivas todo el tiempo; prisas por llegar más rápido, por llegar más lejos, por entrar al mejor preescolar (“What”). Lo único que hacen es dañar el desarrollo normal, con cadencia y ritmos adecuados de niños y jovénes, con una especie de arrogancia por tratar de ser más sabios que la naturaleza. Calma, cordialidad, ambientes letrados (no quiere decir forzados en el hogar), juegos y otras cosas más, es lo que se necesita. Si usted fuera el responsable de la educación en México y tuviera el respaldo del presidente de la República y del Congreso de la Unión, ¿qué medidas adoptaría? Cerrar la Secretaría de Educación Pública. En su lugar, crear un instituto o un centro de información educativa y de apoyo a las entidades y a las autoridades locales. Descentralizar la educación por completo, tanto en materia de política educativa como en la funcionalidad. La educación y el aprendizaje son temas locales, no de índole federal. Estamos a punto de entrar en una tragedia educativa y de aprendizaje en México; además, parece inevitable. La poderosa SEP nomás no puede; su grandeza es su debilidad. Por décadas la SEP ha intentado centralizar y estandarizar todo. La pandemia ha sacado a flote los gravísimos problemas de una política educativa estandarizada y centralizada. No hay mucho qué hacer porque no nos preparamos para la incertidumbre y los cambios ahora acelerados del siglo XXI. Lo que el Estado y la sociedad deben hacer es aprender del error acarreado por décadas y prepararnos para la recuperación. La educación a distancia no es la solución y menos si no hay interacción en la distancia. Ahora que la SEP cumple 100 años, y que la pandemia ha sacado a brote las debilidades del sistema, el Estado y la sociedad tienen la histórica oportunidad de cambiar (no reformar) a fondo, de raíz, el sistema y modelo educativos. ¿Qué haría usted si le ofrecieran ser secretario de Educación Pública? Nunca me propondría tal cosa… * * * Eduardo Andere M. es analista y escritor en temas de políticas públicas, política educativa y educación comparada. Es investigador visitante de la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York y está afiliado al Centro Regional de Formación Docente e Investigación Educativa en México. Es doctor en ciencia política de Boston College con maestrías en economía y administración pública de las universidades de Boston y Harvard, respectivamente. Obtuvo su licenciatura en derecho de la Universidad Iberoamericana y su tesis obtuvo el Primer Premio de Economía Banamex. Es autor de 15 libros sobre educación, política educativa, aprendizaje y educación comparada, así como conferencista nacional e internacional, asesor, consejero y autor de artículos en revistas especializadas nacionales e internacionales.
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