Con casi 80 años de vida, El Colegio de México se ha consolidado como un referente a nivel internacional en la investigación y educación superior en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. Sin embargo, no fue sino hasta septiembre de 2015 cuando una mujer, Silvia Giorguli, llegó a su presidencia. En esta entrevista nos comparte sus reflexiones acerca del pasado y presente de esta institución, de la cual nuestro país debe sentirse orgulloso.
El Colegio de México tiene en su ADN la migración. ¿Qué nos puedes contar de esta historia?
El Colegio de México nació bajo el espíritu de Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas que impulsaron su fundación. Fue un proyecto muy bien recibido por Lázaro Cárdenas, quien facilitó la entrada a nuestro país de republicanos españoles exiliados por la Guerra Civil. Intelectuales, científicos, profesores, rectores, artistas y escritores que establecieron primero la Casa de España en México. En un principio pensaron que su estancia era temporal y que cuando se acabara la guerra regresarían a su país. Conforme pasó el tiempo, comprendieron que no podrían volver. Lázaro Cárdenas, ya cerca de terminar su presidencia, pensó que sí la Casa de España en México iba a permanecer indefinidamente, debía tener un sello mexicano, con carácter de institución pública mexicana. Entonces en 1940 se fundó El Colegio de México.
Ahora que hay tantos discursos antimigratorios, xenófobos, culpando a los migrantes por todo, tenemos este ejemplo histórico en que la migración da resultados muy positivos. Por un lado, está la política de Lázaro Cárdenas que brindó las condiciones para que siguieran trabajando en México, y por otro, se dio la combinación de intelectuales mexicanos y españoles, que se integraron en una comunidad académica que dio sello y personalidad a lo que hoy es El Colegio de México. Es un suceso histórico que describe a México como un país que recibe, acoge y genera los espacios para aprovechar todo lo que los migrantes pueden darnos, y a éstos, que dan aportes que duran y trascienden a su tiempo.
Al leer la historia de esta institución sabemos que cada uno de sus presidentes —Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas y Silvio Zavala, Víctor Urquidi, Mario Ojeda, Andrés Lira y Javier García Diego— hizo aportes que han consolidado a El Colegio de México. ¿Cuál será tu contribución? ¿Cómo te gustaría ser recordada?
En los casi 80 años que tiene El Colegio de México se ha consolidado una forma de hacer investigación, con una comunidad de investigadores y de alumnos de tiempo completo que permite una interacción cercana, intercambio y diálogos interdisciplinarios. Esto ha generado un estilo de docencia y de hacer investigación que ha sido muy fructífero. Uno de los grandes retos que a mí me toca enfrentar es cómo conservar estos rasgos fundamentales y, a la vez, transitar a nuevas formas de generación de conocimiento. Actualmente, las tecnologías de la información, la rapidez de la comunicación y los diversos interlocutores nacionales e internacionales suponen otros desafíos. En esta institución la formación de nuevos investigadores es un proceso casi artesanal, muy personalizado; pero al mismo tiempo nos planteamos: ¿cómo seguir el ritmo del cambio en las formas de trabajo?
Lo que antes a un historiador le pudo haber llevado ocho años en un archivo, hoy se hace más rápido por la gran cantidad de documentos digitalizados. ¿Cómo mantener la solidez en la forma de hacer investigación y a la vez integrar estas metodologías y procesos de información y comunicación?
Con el cambio surgen nuevas preguntas de investigación. Por ejemplo, si se estudia la función del Estado, la consolidación de la democracia o los partidos políticos, tiene que entenderse la presencia de las redes sociales en todos estos temas. A mí me ha correspondido la transición digital. Cuando empecé mi presidencia, tenía siete revistas científicas ya consolidadas; ahora ya tenemos dos más que son electrónicas, y también hemos puesto las revistas de papel en formato digital, pues la mayor parte de los lectores las consulta a través de internet. Asimismo, estamos digitalizando los libros publicados aquí, para ofrecerlos al público.
¡Qué bien ofrecer todo ese conocimiento generado por El Colegio de México a más personas en distintas ciudades y países!
Sí, creo que El Colegio de México es una institución pública de la que el país tiene que presumir, porque la investigación que se hace aquí ofrece una visión de México hacia el mundo, un panorama de América Latina hacia el mundo. Una de las cosas que he aprendido en la presidencia, al estar en varios foros con presidentes de universidades de otros países, es que lo que se hace en academia ayuda enormemente a que otros entiendan a nuestro país.
También tenemos una iniciativa de educación digital que inició hace cuatro años y que ha generado muchos contenidos digitales. Por ejemplo, las cápsulas, donde un investigador tiene que explicar una problemática o un tema en nueve minutos con un lenguaje accesible. Es todo un reto, pero son formatos inmediatos para difundir conocimiento. La verdad es que hemos tenido muy buena respuesta en términos del número de consultas de las cápsulas cortas y en los cursos breves. Seguimos con nuestra docencia formal a alumnos inscritos en nuestros programas, pero de acuerdo con nuestras áreas de investigación nos hemos abierto a otras formas de docencia. Por ejemplo, hemos ofrecido cursos en línea gratuitos y disponibles para todo público, sobre temas de arte, literatura e historia de la vida cotidiana. Temas sobre desigualdad social, sobre corrupción…
¿Han tenido éxito? ¿Ofrecen alguna certificación?
Hemos tenido hasta 17,000 alumnos en un curso masivo en línea: una maravilla. Y a quien cursa y termina se le da una constancia.
Seguramente ya te han preguntado esto, pero, para ser la primera mujer presidente de esta gran institución, ¿qué obstáculos tuviste que vencer?
Creo que en México todavía hay un gran rezago en términos de la participación de las mujeres en estos puestos. En instituciones públicas, pienso ahora en la rectora de la Universidad Veracruzana, en la de la Universidad Autónoma de Querétaro; pero también está Diana Guillén, directora del Instituto José María Luis Mora. No obstante, sí hay pocas mujeres en puestos directivos, aunque aquí en El Colegio de México la mitad de la planta académica son mujeres, algunas de las cuales han hecho importantes contribuciones a sus áreas de investigación, como Josefina Vázquez o Soledad Loaeza. Yo antes fui directora del Centro de Estudios Demográficos Urbanos y Ambientales, pero no puedo hablar de obstáculos explícitos a lo largo de mi trayectoria laboral. Pienso, sin embargo, que hay otros sesgos que hacen difícil la participación de las mujeres en los diferentes puestos de dirección; por ejemplo, juntas continuas y horarios difíciles, pues la mayoría, cuando incursiona en el mundo laboral, lleva a cabo una constante conciliación entre espacios familiares y laborales, que pueden orillarlas a tomar otro tipo de decisiones personales. Hay investigación reciente sobre la participación de la mujer en el mundo académico, no sólo en México sino también, por ejemplo, en Estados Unidos, que señalan que la mujer sufre mucho estrés porque quiere cumplir con todo en la casa y la universidad y demostrar que puede hacer lo mismo que todos, con lo cual genera para sí una excesiva carga de trabajo.
Yo creo que el tema no está resuelto, pero sí hay un cambio. La pregunta es: ¿a qué ritmo queremos que ocurra ese cambio? En el caso de El Colegio de México fueron 80 años los que tardó en llegar una mujer a la presidencia. A mí me gustaría que en la siguiente generación ni siquiera fuera un tema el hecho de ser mujer.
¿Qué otros desafíos vislumbras hacia 2020?
Proporcionar a nuestros egresados las herramientas para seguir en un mercado de trabajo con gran saturación en los ámbitos académico, público, social y privado.
Balancear la dinámica institucional, pues se ha ido jubilando una tercera parte de los profesores, y se ha contratado a profesores jóvenes. Por un lado, es un desafío lograr que mentes tan inteligentes, pese a su jubilación, sigan participando en cursos y en proyectos de investigación a su ritmo y respetando intereses, ya que constituyen un capital humano importantísimo. Por otro lado, se requieren espacios para que los jóvenes investigadores se vayan consolidando y abran nuevas líneas de trabajo.
Fomentar lo interdisciplinario, porque una tendencia internacional, reportada por la UNESCO sobre las ciencias sociales, es que, a pesar de tanta información, hay una gran fragmentación del conocimiento. ¿Cómo generar puentes y diálogos desde las perspectivas de diversas disciplinas? Esto también es un reto. Hace dos años inauguramos el proyecto “Red de estudios sobre desigualdades”, como un ámbito de encuentro en el que participan profesores de diferentes centros disciplinarios, generaciones y metodologías. Empezamos con tres seminarios: desigualdad socioeconómica, desigualdad y migración, y desigualdad y trabajo. Ahora vamos a trabajar sobre desigualdad rural y territorial, y también sobre desigualdad de género. La mayoría de los eventos se transmiten en vivo o quedan grabados en nuestro canal de YouTube, donde pueden consultarse los seminarios y las entrevistas con los expertos. Acciones como ésta promueven lo interdisciplinario, rasgo esencial en la tradición de El Colegio de México. Este año se cumplen 75 años de la colección Jornadas, que lanzaron los fundadores de la institución y donde en su inicios recopilaron las discusiones de seminarios en los que filósofos, politólogos, historiadores y literatos debatían sobre la guerra. Jornadas plasmó el diálogo de lo que se vivía en ese momento desde diferentes puntos de vista. Los debates interdisciplinarios dan gran valor a la generación de conocimiento, y esto es un rasgo distintivo de El Colegio de México que hay que conservar, ante el cambio de paradigmas.
En cuanto a los estudiantes de la institución, he leído que solamente admiten en El Colegio de México a 10% de los solicitantes…
México tiene mucho que avanzar en términos de cobertura de la educación superior. Si uno ve las estadísticas es alarmante constatar que estamos por debajo de otros países de América Latina. Pero creo que el modelo de docencia que ofrecemos aquí es muy particular, con todos los estudiantes becados y de tiempo completo, en un ambiente con muchas ventajas en términos de la biblioteca, la infraestructura, las condiciones de estudio, etcétera. Entonces, la función que tenemos nosotros, en el contexto de la gran demanda que hay de cobertura de educación superior, es formar gente con mucha exigencia, con mucho rigor, con una muy alta especialización para insertarse en otras universidades, fundar otros espacios de investigación o desempeñarse en el sector público. Ése fue el caso de la maestría en demografía de El Colegio de México, la primera en América Latina y la única por mucho tiempo. Las proyecciones que se hicieron generaron un cambio en la política demográfica de México, se creó el Consejo Nacional de Población (CONAPO) y muchos de sus secretarios generales han sido egresados de aquí.
En este sentido, ¿han logrado una vinculación importante con otros sectores de la sociedad?
Pues sí, pero hoy en día con un panorama más complejo, porque hay interlocución no solamente con el gobierno federal, sino con otros actores de gobiernos estatales y municipales y organizaciones de la sociedad civil, responsables de programas y acciones. Además, en cuanto a vinculación, hay un permanente intercambio académico nacional e internacional con instituciones de investigación y de enseñanza superior, a través de convenios de colaboración académica.
En un tono más crítico, ¿hay algo que te gustaría cambiar?
Sí, hay cosas como las restricciones financieras que impiden hacer los cambios con la rapidez que quisiéramos, por contar con recursos limitados. Tenemos el problema todas las instituciones públicas de educación superior en México, que es el de la incertidumbre, en términos de que como le vaya al país te va en el presupuesto. Y eso es un impedimento para una planeación a largo plazo.
¿Tienen un fondo patrimonial?
Sí, establecido para donaciones de ex alumnos y de otras instancias. Pero la principal fuente de financiamiento es el subsidio federal. La colegiatura es gratuita, y, en el caso del posgrado, los alumnos también reciben la beca CONACyT, pues el 100% de nuestros programas está en el Padrón Nacional de Calidad.
Se cobra algún estipendio en los cursos especiales y en los que se ofrecen en línea, como fuente de ingresos para financiar otras actividades de docencia e investigación. También se llegan a recaudar recursos por los ingresos de venta de libros y por proyectos de investigación.
¿Hay alguna cosa más que quisieras agregar a esta entrevista?
Sí, quiero decir dos cosas: que el periodo en el que estaré al frente de El Colegio de México (2015-2020) se entienda no como de Silvia Giorguli, sino por el enorme trabajo de una comunidad académica, de una generación de investigadores que se va jubilando pero aun así sigue participando, de una nueva generación de jóvenes académicos de diversas disciplinas. Todos los proyectos que hemos lanzado han sido producto de un trabajo conjunto. Y que, pese a las tensiones que siempre existen en las comunidades académicas, yo puedo decir que estoy muy orgullosa de la de El Colegio de México, porque si bien hay grandes diferencias en temas y formas de hacer investigación, siempre se ha mantenido un diálogo en el trabajo interdisciplinario.
Para saber más
- Catálogo de publicaciones de El Colegio de México: https://libros.colmex.mx/buscador.
- Migración, desigualdad y políticas púbicas (entrevistas y cápsulas): https://migdep.colmex.mx/entrevistas.html.
- Revistas publicadas por El Colegio de México: http://revistas.colmex.mx.
- Seminarios interdisciplinarios: https://desigualdades.colmex.mx/red.html.
- Sobre la historia de El Colegio de México: https://www.colmex.mx/es/historia-75-aniversario.
Silvia Elena Giorguli Saucedo estudió sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México, la maestría en demografía en El Colegio de México y el doctorado en sociología en la Universidad de Brown. Su investigación se centra en temas de migración internacional de México a Estados Unidos y sus consecuencias para los mexicanos en educación y formación familiar, así como las transiciones a la adultez en América Latina, los efectos del cambio demográfico sobre la educación, la población y las políticas públicas.
Es profesora investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales y ha sido directora del mismo. Fue presidenta de la Sociedad Mexicana de Demografía y directora fundadora de la revista Coyuntura Demográfica. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y de la Academia Mexicana de Ciencias, entre asociaciones.
Actualmente participa en el Proyecto de Migración Mexicana (MMP) con las universidades de Princeton, Guadalajara y Brown, y forma parte del Diálogo sobre Migración en Centro y Norteamérica con el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y la Universidad de Georgetown.
* Profesora-investigadora de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana, México.
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