En el modelo escolar actual, ¿preparamos a los alumnos de la manera más adecuada para desenvolverse en la sociedad con éxito y equilibrio personal? El autor de este artículo defiende que es necesario poner en marcha un proceso de enseñanza-aprendizaje centrado en el ámbito emocional y social, no sólo en el cognitivo y curricular, así como la necesidad de incorporar en el aula experiencias e investigaciones en relación con la neurociencia, para poder diseñar estrategias que faciliten el aprendizaje.
Buena parte de los expertos en educación coinciden en destacar que la educación emocional va a constituir la verdadera revolución educativa en los próximos años.
En 2017 se cumplen 27 años de la publicación del primer trabajo de Peter Salovey y John Mayer definiendo la inteligencia emocional. Aun cuando es un tiempo relativamente breve en la ciencia, estos años han sido tiempo suficiente para consolidar este ámbito de investigación y para desarrollar un campo aplicado de éxito. Sin embargo, esta transformación emocional no se está produciendo ni a la misma velocidad ni con el mismo grado de implantación en todos los campos profesionales en los que actualmente se encuentran aplicaciones de la inteligencia emocional. Por eso, para seguir avanzando en esta línea son necesarias e imprescindibles las actividades de divulgación que se puedan realizar a través de encuentros entre profesionales e investigadores de distintos campos y también mediante la difusión de logros y experiencias.
Sigue siendo necesario que haya trabajos orientados en un marco teórico que garanticen el desarrollo teórico e investigador del campo. También es preciso que existan otras experiencias integradoras que den soporte a nuevas prácticas profesionales, no desde una perspectiva excluyente o de oposición sino de integración. Así, sería posible definir propuestas globales sobre el bienestar o el desarrollo óptimo, integrando avances de campos como la inteligencia emocional, la psicología positiva y el desarrollo positivo adolescente.
La necesidad de un pacto por la educación
Estamos asistiendo atónitos a continuos cambios en las etapas educativas, o en los programas, en algunas materias. Cambios que casi nadie ha pedido. Y, sin embargo, apenas se habla de lo que realmente es importante y de lo que va a significar el verdadero cambio que permita homologarnos con el éxito escolar de la mayoría de los países de la OCDE. Por lo tanto, es urgente poner en marcha un proceso de enseñanza-aprendizaje centrado no sólo en lo cognitivo y curricular, sino también en lo emocional y social. El sistema educativo actual debería responder a las necesidades de la comunidad educativa del presente y de las que se prevén en el futuro. Desde luego, con estas medidas no sólo no se están abordando sino que van en dirección contraria.
Cuando recordamos a los profesores que nos han dejado más huella, ¿son los que poseían más cualidades científicas o aquellos que mostraban más afabilidad, más simpatía o que nos animaban en los momentos oportunos? El profesorado, en general, no está preparado en las competencias emocionales. Hasta que no se incorporen en la formación inicial y continua de forma sistemática, con la calidad y la duración suficiente, por el momento queda en manos del voluntarismo de unos pocos que se animan a ponerlas en práctica. Pero es que además todavía no hay especialistas universitarios formados; ni siquiera existe una sensibilización sobre la importancia de lo que estamos hablando.
Proponemos a los agentes sociales, administraciones educativas, profesionales de la educación y partidos políticos un pacto por la educación que contemple la educación emocional como uno de los pilares fundamentales.
El papel del profesor en la escuela del futuro
El nuevo papel del profesorado no debe ser el de mero transmisor de conocimientos sino el de conductor de un grupo; una persona que sabe sacar lo mejor de cada alumno, que resuelve asertivamente los conflictos en el aula, que no permite que haya alumnos desmotivados o descolgados, que utiliza metodologías adaptadas a las características de sus alumnos, que logra un grupo respetuoso, donde tiene mucho más protagonismo la totalidad de los alumnos. Los conocimientos se pueden encontrar en numerosos lugares, pero favorecer determinadas actitudes sólo lo pueden hacer este tipo de personas.
Los profesionales de la educación encontramos con frecuencia que el origen de los problemas de aprendizaje hay que buscarlos en situaciones emocionales no resueltas. Por ejemplo, ¿cómo puede un muchacho estar atento a las explicaciones de un profesor cuando sus padres están en un proceso de separación y durante la noche anterior han tenido una fuerte discusión?
Los profesores deberían tener una sólida formación en inteligencia emocional y, lo que es más importante, deberían poseer habilidades sociales y competencias emocionales, ya que el perfil del profesor que se necesita en estos momentos —como decíamos— es más el de conductor de la clase, el de la persona que sabe motivar y que favorece una buena interrelación entre todos los alumnos y las alumnas. Esto mismo es extrapolable al profesorado de formación profesional o estudios superiores.
De igual manera, ese profesor emocional debe tener competencias para dirigir las reuniones de trabajo con el resto del profesorado y en las intervenciones con las familias. Es fundamental mantener frecuentes reuniones con las familias a título individual y colectivamente. En ese sentido, las estrategias para llevar a cabo una entrevista asertiva son fundamentales.
En otro orden de cosas, también habría que mejorar el actual sistema de oposiciones, donde exclusivamente se valora la capacidad memorística del opositor. Como se señala en el informe McKinsey o en el Teach for America, y en los distintos informes PIRLS o TIMMS, los sistemas educativos de más éxito como el de Finlandia son los que se han dotado de profesionales bien motivados y con excelentes expedientes académicos. Proponemos que haya un buen periodo de prácticas donde se tengan en cuenta las competencias necesarias para un buen profesor: gestionar el clima de aula, saber motivar al alumnado, resolver de manera correcta los conflictos, llevar adecuadamente las entrevistas con las familias; en fin, mostrar unas buenas habilidades sociales y emocionales.
Éxito escolar a través de las habilidades sociales
Si queremos reducir el actual fracaso y abandono escolar habrá que implementar otro tipo de medidas que no sean los continuos cambios de currículos. La nueva corriente psicopedagógica plantea que el profesorado se preocupe de que sus alumnos tengan buen rendimiento en las áreas instrumentales y que además posean habilidades sociales: empatía, expresión y comprensión de los sentimientos, independencia, capacidad de adaptación, cordialidad, amabilidad y respeto. Posiblemente, el modelo actual de escuela, centrado en los contenidos, puede estar fracasando. En la web de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE: www.copoe.org) hay varios documentos interesantes que pueden servir para este fin.
Por lo general, la escuela ha sido un ámbito muy rígido centrado más en el profesorado y en los contenidos que en los ritmos de aprendizaje del alumnado. Sin embargo, los objetivos de la enseñanza como la conocemos hasta ahora quizás no hayan dado respuesta a todas las posibilidades y talentos que pueden desarrollar los escolares. En otras palabras, más de uno cree que no se han hecho del todo los deberes y no se prepara a chicos y chicas lo suficiente para desenvolverse por el mundo con éxito y equilibro personal.
Hay alumnos con una capacidad intelectual normal que manifiestan bajo rendimiento académico y problemas de conducta. En ocasiones, el origen de estos problemas se encuentra en un conflicto afectivo con sus compañeros de clase o en la propia familia. Por desgracia, hay demasiadas situaciones de escolares sometidos a presión por parte de sus compañeros o bien alumnos provenientes de ambientes familiares donde alguna emoción natural está censurada, lo que impide al menor su vivencia, su expresión y el aprendizaje de su manejo. Sería necesaria la implantación de programas didácticos debidamente diseñados, evaluables y bien fundamentados teóricamente, supervisados por profesionales con formación pedagógica. Estos programas deberían ser parte del currículo del centro, incorporados por el equipo directivo como parte de su compromiso con la formación integral del niño. En la web de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía se encuentran archivos libres muy interesantes (www.psicoaragon.es).
El porqué de la inteligencia emocional
Cada vez hay más profesores que ven la educación emocional como uno de los principales factores para intervenir ante el fracaso, favorecer la motivación, facilitar las relaciones humanas, gestionar conflictos y prevenir la violencia. Hasta ahora, la tendencia arraigada ha sido manejar y controlar el comportamiento del alumnado sin atender a sus emociones. El catedrático Rafael Bisquerra, de la Universitat de Barcelona, uno de los mejores especialistas en este ámbito, propone estrategias para poner en práctica en el aula conceptos de inteligencia emocional. Unas en torno a la tutoría, otras a través de su integración en ciertas áreas académicas y, si es posible, por medio de la transversalidad: en todas las áreas y a lo largo de todo el currículo (2015).
Carlos Hué —doctor en psicología y pedagogía y otrora asesor del Departamento de Educación del Gobierno de Aragón— cree que, para bien y para mal, las emociones condicionan nuestro aprendizaje, pues éste tiene que ver con las zonas responsables tanto de la inteligencia emocional como de la inteligencia racional. Su apuesta es que los colegios y los institutos sean cada vez más centros de educación que de enseñanza. “Enseñar supone transmitir conocimientos, mientras que educar significa ayudar al alumno a hacerse una persona culta, capaz y solidaria. Se hace imprescindible que la educación ayude a nuestros alumnos a encontrar e interpretar con espíritu crítico la información que les circunda y a aprender a relacionarse consigo mismos y con los demás de un modo positivo” (Hué, 2008).
Es preciso incorporar en el aula experiencias e investigaciones en relación con la neurociencia. El funcionamiento de nuestro cerebro nos da pautas del estilo de aprendizaje del alumnado, así como de su procesamiento de la información. Todos tenemos una gran plasticidad cerebral. Por eso es tan importante una adecuada estimulación temprana (sin embargo, una sobreestimulación podría ser contraproducente). Nuestro cerebro posee esa gran plasticidad durante toda la vida. Por ese motivo es tan importante conocer su funcionamiento y las posibilidades de su desarrollo. En ese sentido, el profesor Mora Teruel insiste en la necesaria estimulación a tiempo: “La neurociencia cognitiva nos demuestra que sólo puede ser verdaderamente aprendido aquello que llama la atención y genera emoción. Aquello que es diferente y sobresale de la monotonía. Y la neuroeducación, basándose en los datos que aporta la investigación científica, analiza cómo interactúa el cerebro con el medio que le rodea en su vertiente específica de la enseñanza y el aprendizaje” (Mora Teruel, 2013).
* Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, presidente fundador de la COPOE y jefe del Departamento de Orientación del IES Tiempos Modernos, de Zaragoza. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Artículo publicado originalmente como “Inteligencia emocional, bienestar y el profesor del futuro” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 477, abril de 2017.
Para saber más
- Bisquerra, Rafael (2017), Política y emoción. Aplicaciones de las emociones a la política, Madrid, Pirámide.
- ——— (coord.) (2016), Gimnasia emocional y coaching, Madrid, Horsori.
- ———, Juan Carlos Pérez González y Esther García Navarro (2015), Inteligencia emocional en educación, Madrid, Síntesis.
- Bona, César (2015), La nueva educación. Los retos y desafíos de un maestro de hoy, Barcelona, Plaza & Janés.
- Hué García, Carlos (2008), Bienestar docente y pensamiento emocional, Madrid, Wolters Kluwer.
- L’Ecuyer, Catherine (2013), Educar en el asombro. ¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente?, Barcelona, Plataforma Editorial.
- Mora Teruel, Francisco (2013), Neuroeducación, Madrid, Alianza Editorial.
- Varios autores (2016), Programa INTEMO+. Mejorar la inteligencia emocional de los adolescentes, Madrid, Pirámide.
Deja una respuesta