Fue mi abuelo Leopoldo Villar, un hombre tan culto como entrañable, quien me enseñó la importancia de la memoria como poderoso instrumento para la reflexión y la acción. En palabras de Murakami, “la memoria te calienta desde dentro y te desgarra desde fuera”.
Tras el coronavirus es importante que recordemos para aprender y que no olvidemos superficialmente. El profesor Yan Lianke, uno de los gigantes de la literatura china, propuesto en 2012 al Premio Príncipe de Asturias, retomó sus clases de posgrado en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong el pasado 21 de febrero con la siguiente pregunta, la misma que le formulaban sus padres cuando cometía los mismos errores una y otra vez si no recordaba las lecciones escolares: “¿Es que no tienes memoria?”
Para el profesor Lianke, “memoria y recuerdo constituyen elementos fundamentales que nos distinguen de los animales y las plantas, así como la primera condición de nuestro crecimiento y nuestra madurez. Son, a menudo, más importantes que comer, vestir o respirar, pues su pérdida puede conllevar el olvido de las herramientas y los modos que nos permiten alimentarnos y labrar la tierra; puede provocar que un día nos levantemos en mitad de la noche y no recordemos dónde habíamos dejado la ropa, o inducirnos a creer que el emperador se ve mucho mejor desnudo”. Es lo que les contó a sus alumnos. Porque si no es así, si nos convertimos en desmemoriados, corremos el riesgo de ser como AQ, quien después de haber sido humillado, golpeado y llevado a las puertas de la muerte, se vanagloriaba de ser un héroe y un triunfador porque no había aprendido nada.
“¿Quién nos ha borrado y arrebatado la memoria?”, se preguntaba el profesor, para el que la persona sin memoria en esencia es como la tierra de un campo o un camino; los zapatos deciden dónde pisar y son las hendiduras de sus suelas las que tienen la última palabra; como el madero sin vida porque serán el serrucho y el hacha los que determinen su forma futura. Sin usar la memoria, estamos rematadamente condenados a repetir los mismos errores una y otra vez en un vicioso círculo infinito.
En la sociedad del conocimiento (que, como aclara José Antonio Marina, en realidad es la sociedad del aprendizaje) la memoria se ha banalizado: se ha vuelto excesivamente superficial en estos tiempos de nuevas tecnologías, acceso inmediato a la información y registro constante de datos. Sin embargo, es más valiosa que nunca para transformar el conocimiento en sabiduría, para distinguir a los expertos (condición necesaria) de los verdaderos líderes. Como coach estratégico he comprobado que la buena memoria es denominador común de los mejores líderes y es esencial para tener criterio, hacer equipo y dejar un singular legado.
* Head of talent de ManpowerGroup, CEO de Right Management y miembro del Consejo Asesor de Huma Age Institute. Artículo publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 509, mayo de 2020.
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