Llevamos semanas ya inmersos en una situación nueva, sin precedentes conocidos en nuestra época, en la que la gran mayoría de los estudiantes en el mundo está sin escuela, sin clases presenciales, por culpa del omnipresente coronavirus.
Expertos y educadores, por lo menos en nuestro entorno, no los hemos abandonado y también llevamos un tiempo intentando complementar la desescolarización con distintas medidas, todas ellas asentadas en un paradigma tecnológico ya sin vuelta atrás.
Plataformas propias, ajenas, comunes o privadas en las que se alojan contenidos, sistemas de gestión del aprendizaje desde las mismas, videoconferencias magistrales o tutoriales que intentan rescatar la parte más humana de la educación, son las formas en que estamos virtualizando el aula tradicional.
Se trata de mínimos aconsejables hoy, en momentos de trauma y tránsito hacia una educación que no siempre ha visto con buenos ojos la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), pero no me parece, desde los años que llevo estudiando la optimización de la utilización de las tecnologías en las aulas, en absoluto suficiente.
Me preguntaban una vez sobre las tres cosas más importantes en cuestión de incorporación de la tecnología a las aulas. Sin ánimo de ser exhaustiva pero sí de orientar, son esos tres, en mi opinión, los elementos que hay que incorporar ahora, dándoles incluso una importancia muy superior a la que lo hacíamos antes de la necesidad de confinamiento, si queremos una educación sostenible en la era pospandemia.
En primer y creo que más importante lugar, desde una concepción de las tecnologías no como instrumentos para reproducir lo que ya hacíamos en las aulas sino como recursos para construir la identidad digital de una forma crítica y poderosa (empoderada), en la sociedad red actual, los entornos personales de aprendizaje. Parten de la idea de que los contenidos como los entendimos anteriormente resultan insuficientes en la era de la información abundante en internet y dan lugar a la necesidad de construir redes, entornos, con los cuales filtrar, depurar de forma permanente el conocimiento que habrá de alimentarnos a lo largo de toda la vida. Seleccionar y seguir fuentes en redes de intereses como Twitter, aprender a utilizar herramientas de organización de fuentes (feeds), deberían ser ejes centrales para cada especialidad que queramos enseñar.
Son herramientas de aprendizaje, pero también de participación y de empoderamiento, como veíamos hace unos años al definir la necesaria evolución desde las tecnologías del aprendizaje y del conocimiento (TAC), como herramientas de aprendizaje, a las tecnologías para el empoderamiento y la participación (TEP), como estrategias de empoderamiento y participación en las nuevas comunidades a las que nos acercan las tecnologías.
En segundo lugar, la colaboración, traducida cuando la pensamos virtual o fuera de las aulas en entornos colaborativos tutorizados, en foros como Moodle o similares, redes sociales, wikis, herramientas de Google, etcétera. Con soporte para audio y video, en este sentido deberíamos conseguir trasladar el potencial de la imitación social y la inteligencia colectiva a los nuevos entornos comunitarios del mundo on line.
Finalmente, incardinado en los dos anteriores pero merecedor de una categoría aparte, el video, como lenguaje transversal omnipresente para nuestros jóvenes. Necesitamos, como también hemos visto en otras ocasiones, ofrecer alternativas a los contenidos “basura” que muchas veces se consumen. Repositorios de contenido en este formato, la presentación de trabajos en el mismo, la construcción de canales temáticos en YouTube e Instagram sobre los temas que se estén estudiando, tutorizados o no por educadores, son algunas propuestas.
Vivimos tiempos difíciles, pero también apasionantes, momentos de ensayo-error, de aceleración y de consolidación de unas tecnologías para la educación que todos los que llevamos años en esto consideramos imprescindibles en el ecosistema actual. Sin olvidar la necesidad de solucionar cualquier tipo de brecha (económica, social, geográfica, etcétera) que impida su uso, es momento, para los apasionados del conocimiento, de aprovechar todo su potencial.
* Artículo publicado originalmente en Cuadernos de Pedagogía, núm. 509, mayo de 2020.
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